En la década de los setenta en Estados Unidos surgió un movimiento musical dentro del rock que se caracterizó por su crudeza y fuerza en su sonido al cual la revista Creem bautizó como Punk. De acuerdo con David Byrne en su libro Cómo Funciona la Música (editorial Sexto Piso Realidades)  afirma que el nacimiento de una escena musical, como por ejemplo lo fue el punk, es “el momento especial en que un brote creativo parece emanar de una red social, como un grupo de galerías de arte, un vecindario o un bar convertido en club de música”.  En su texto Byrne se refiere a su propia experiencia en el famoso club neoyorkino CBGB, en donde se germinó la semilla de agrupaciones que se convirtieron en referentes como los mismos Talking Heads, Blondie, The Ramones, The New York Dolls, entre otros. Claro que el punk se exportó a todo el mundo y en donde cada grupo local le imprimió un sello propio, según la situación social-política que se vivía.

Los músicos de punk de alguna manera heredaban las características de ese primer rock en donde el sonido de una betería, un bajo y una guitarra eran primordiales, con canciones de acordes sencillos y con una tiempo de entre tres o casi los cuatro minutos. Aunque claro dentro de estos grupos también existió una sofisticación en lo sonoro que los llevó a evolucionar en otros subgéneros. Existen muchas bandas importantes en el punk que se han vuelto clásicas en el rock, además de que se ha ido renovando a lo largo de los años con nuevos grupos que no lo dejan morir, pese a que varios de estos grupos son los que desaparecen de la escena musical.

Existen varios documentales que han retomado el punk para contarnos parte de la historia de este subgénero, entre todos estos podemos revisar los dirigidos por la cineasta Penelope Spheeris, a quien muchos críticos la denominan como “la antropóloga del rock and roll”, con sus obras, dedicadas al punk, The Decline Of Western Civilization (1981) y The Decline Of Western Civilization III (1998). Spheeris conocida por películas de comedia como Wayne´s World (1992) y Black Sheep (1996), las cuales respondió al llamado del productor Lorne Michaels para dirigirlas ya que ella colaboró por algún tiempo en el programa Saturday Nigth Live; así mismo se encargó de las versiones cinematográficas de las cintas, basadas en series de televisión, The Beverly Hillbillies (1993) y The Little Rascals (1994). Pero su visión crítica para dirigir y documentar una parte del rock, sea el punk o el heavy metal,  no se puede negar.

Filmada entre los años de 1979 y 1980 la película, The Decline Of Western Civilization, explora la escena punk underground en la ciudad de Los Angeles con grupos como Catholic Discipline, Alice Bag Band, X,Circle Of Jerks, Fear y Germs (en donde podemos ver a un joven guitarrista Pat Smear), que quedaron en el olvido pero tuvieron un breve éxitos en los lugares que se presentaban como el Club 88 o el Masque. En la primera escena observamos a un joven fan de nombre Eugene, un skinhead que aclara que no existen superestrellas de la música en los recitales a los que asisten, “además de que es estúpido llamarle punk rock cuando sólo es rock and roll” para luego dar paso a cada uno de los grupos leyendo, al público, el aviso de que serán filmados para el documental.

Spheeris se adentra a los clubes, en donde los grupos se presentan, para mostrarnos no sólo la fuerza en los acordes que tocan las bandas sino también el desahogo violento de los jóvenes asistentes (de estrato socioeconómico bajo) con el baile pogo y las peleas fortuitas. El dueño del club Masque, Brendan Mullen, afirma en un momento: “Creo que muchas veces se sale de control por la velocidad de la música, que está muy por encima del ritmo normal de un baile. Quiero decir, si tomas un compás de discoteca de cuatro por cuatro, ya sabes, que es cómodo, como que bailas fácilmente al ritmo de la discoteca, que es, entiendo, es de 126 a 132 latidos por minuto. Mientras que el tipo de música que tocan los Germs o Black Flag, es más de 250 a 300 latidos por minuto. Lo cual no es cómodo o normal para bailar”.

Pero la cineasta  sigue a cada una de las bandas dentro y fuera del escenario para simplemente mostrarnos que varios de sus integrantes se comportan de una manera estúpida tanto en sus presentaciones como en su vida personal como el caso del vocalista de Germ, Darby Crash, quien además de no utilizar el micrófono  porque no se da cuenta en dónde está debido al uso de drogas, siempre sale herido de los conciertos por las peleas con gente del público. Mientras que la representante del grupo, Nicole, asegura que varios promotores la sacudieron y dijeron: “Detén este concierto. Está a punto de convertirse en un motín”. Claro que no todas las bandas se comportan de manera agresiva y son más “profesionales” en sus shows, como el caso de Fear, X o Black Flag.

https://www.youtube.com/watch?v=XmCCpDu6osA&t=4680s

Por otra parte el documental nos muestra  que la difusión de estas agrupaciones se realizaba a través de publicaciones independientes y una de ellas era la revista Slash, un fanzine  que comenzó con un tiraje de mil ejemplares para luego aumentarlo a 20 mil. Con periodistas improvisados  y algunos profesionales, esta revista tenía que sortear varios problemas con las compañías discográfica (que no se sentían satisfechas con las reseñas), los grupos (quienes no eran muy cooperativos con los reporteros), los lectores (que enviaban cartas muy agresivas a la redacción) y con algunos articulistas (que sólo escribían para hacerse odiar por el público como lo explica uno de los escritores que usaba el seudónimo Kickboy Face, el cual aclara que él “no tenía un estilo en su redacción”).

Spheeris filma en blanco y negro las entrevistas con algunos músicos y seguidores de los grupos, que dan sus testimonios acerca de la música, racismo, violencia, adicciones y la manera en la que viven el día a día. Jóvenes considerados por la sociedad como White Trash en donde sus opciones de vida no son claras. Pero 17 años después la directora nos ofreció la secuela con The Decline Of Western Civilization III (1998), recordemos que la segunda parte de este serial lo dedicó al Heavy Metal, que se filmó entre 1996 y 1997 en la misma ciudad de Los Angeles, que revisa el mismo género, punk, pero en un tiempo diferente con jóvenes que nacieron en la década de los ochenta.

The Decline Of Western Civilization III inicia con una secuencia en donde se les pregunta a varios jóvenes su año de nacimiento y si conocen la primera película de 1981, aunque ninguno de ellos sabe de ese film al ser adolescentes en su mayoría. Claro que se podría pensar que el documental podría echar mano de bandas como Green Day, The Offspring o Blink 187 (que son mencionados en el documental), pero Penelope Spheeris hace uso, nuevamente, de esa escena punk underground angelina, ahora, con los grupos Final Conflict, The Resistance, Litmus Green y Naked Aggresion.

Ahora en las entrevistas con estos jóvenes ya no observamos sólo a los White Trash, ahora estamos ante personas multirraciales que ha adoptado la música punk como su manera para expresarse. Los pensamientos, las modas, la tecnología, la política y la sociedad han cambiado en 18 años, los cortes de cabello mohawk o en picos, los tatuajes en el cuerpo y rostros se aprecian en los clubes y en las calles en donde se rodó la película.

Muchos de esos jóvenes son desempleados que deambulan por las calles pidiendo dinero, homeless que se encuentran bajo la mira de la policía por su aspecto. En esta secuela la mirada de la cineasta Penelope Spheeris, sin caer en el chantaje sentimentalista, deja de seguir a los grupos de punk para centrarse en la vida de esos chicos sin futuro que carecen de oportunidades, que forman pandillas y que día a día, al llegar la noche, tienen que buscar un lugar en donde dormir. En este punto, pese a la distancia temporal entre ambos documentales, se complementan para darnos dos puntos de vista por un lado los grupos y clubes de música que presentan los shows de punk y por otro esa sociedad con una juventud lumpen, con fracturas familiares y sociales, que vaga por las calles sin un futuro pese a estar en el umbral de un nuevo siglo.

The Decline Of Western Civilization, es sus dos partes, es una muestra de un fragmento de la sociedad que aún persiste, esa a la que las oportunidades se le han negado y que encuentran su válvula de escape en la violencia y la música. Penelope Spheeris logra un documental que va más allá del punk marginado, para mostrarnos que esa misma marginación es un producto de la falta de valores en una sociedad de primer mundo que trata de ocultar sus propios demonios.

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