Me encanta el cine y me fascina la música de cine. Seamos claros, me encantan las grandes bandas sonoras que cuentan grandes historias con melodías memorables y tarareables. No sólo “música ambiental”, sino música que toma su propio lugar protagónico en el filme. A veces, una buena banda sonora puede ayudarme a escribir cuando no tengo ideas, puede despertar emociones que se abren camino en mis textos o hacerme anhelar un mundo mejor.
Hace unas semanas me tope en streaming durante una tarde de ocio dominguera con uno de mis films favoritos de mi también director favorito, Stanley Kubrick, y me refiero a la película histórica de 1960 Spartacus, con guión de Dalton Trumbo, basada en la novela homónima de Howard Fast.
Spartacus está inspirada en la historia de vida del líder de una revuelta de esclavos en la antigüedad y los acontecimientos de la Tercera Guerra Servil. Spartacus está protagonizada por Kirk Douglas en el papel principal, Laurence Olivier como el general y político romano Marco Licinio Craso, Peter Ustinov, que ganó un Premio de la Academia al Mejor Actor de Reparto, como el traficante de esclavos Lentulus Batiatus, John Gavin como Julio César, Jean Simmons como Varinia, Charles Laughton como Sempronius Gracchus y Tony Curtis como Antoninus.
Spartacus (Kirk Douglas), es un hombre que nació esclavo, trabaja duro para el Imperio Romano mientras sueña con el fin de la esclavitud. A pesar de no tener mucho con qué soñar, ya que fue condenado a muerte por morder a un guardia en una mina en Libia. Pero su destino es cambiado por un comerciante y entrenador de gladiadores que lo compra para entrenarse en las artes de combate y convertirse en gladiador. Hasta que un día llegan desde Roma dos poderosos políticos y militares con sus esposas, quienes piden ser agasajados con dos combates a muerte y Spartacus es elegido para enfrentarse a un gladiador negro, que le gana el combate pero se niega a matar a su oponente, lanzando su tridente contra la tribuna donde estaban los romanos. Este noble gesto le cuesta la vida al gladiador negro y enfurece tanto a Spartacus que termina liderando a la primera oportunidad una revuelta de esclavos que afecta a la mitad de la Italia del siglo I.
Al principio, las legiones romanas subestimaron a sus oponentes y todas son derrotadas por hombres que no querían nada de Roma más que su propia libertad. Hasta que, cuando el Senado romano tomó conciencia de la gravedad de la situación, decidió reaccionar con todo su poder militar. Como un destino inflexible, Spartacus y su ejército de esclavos son derrotados entonces por el ejército romano y es condenado a morir crucificado a las puertas de Roma. Todo parecería perdido pero en su agonía tiene como final y triunfo personal el ver que la mujer que ama y su hijo han logrado la libertad tan anhelada.
En el momento de su estreno en 1960, Spartacus fue aclamada como la primera epopeya intelectual desde los días del cine mudo: la primera saga romana y sin tocar temas bíblicos que aborda ideas además de espectáculo. Incluso el final fue atrevido. Al héroe crucificado se le niega una victoria convencional y hay que consolarlo con la esperanza de que sus ideas sobrevivan.
La película ganó los premios Oscar en las categorías de mejor actor secundario (Peter Ustinov), mejor dirección de arte, mejor fotografía y mejor vestuario y también estuvo nominada en las categorías de mejor montaje y mejor banda sonora. Director: Stanley Kubrick. Reparto: Kirk Douglas, Laurence Olivier, Jean Simmons, Tony Curtis y Peter Ustinov. Su banda sonora original, fue escrita por el veterano compositor de Hollywood Alex North.
Para la elección del score musical, la obviedad conceptual marcaba que el prestigioso Miklos Rozsa, ya consolidado en el género, era el ideal para componer la banda sonora de Spartacus, pero Kubrick no quería ser obvio, ni convencional, ya buscaba romper el molde, quería evitar la impronta musical del maestro húngaro, su sonoridad grandiosa y espectacular apoyada en los vientos y metales. Querían dotar a la música de la película de un sonido más moderno y que ese sonido expusiera el contrapunto dramático de la confrontación entre esclavos y romanos, entre los que buscaban la libertad y los que pretendían cercenarla manteniendo el yugo de las cadenas. Por tanto, la música debía estar en línea con esa concepción, ajena al sonido bíblico tradicional de Hollywood, lejos del “sonido Rozsa” y para eso el director acabó eligiendo a Alex North.
El resultado es una banda sonora diferente a todo lo que se había conocido hasta ese entonces. No hay duda de que esta es la obra maestra de Alex North y una de las mejores bandas sonoras cinematográficas de su época, o de cualquier época. La grandeza de esta partitura es reconocida por la mayoría de los críticos y fanáticos del cine clásico. Y está catalogada en el Top Ten de mis 100 bandas sonoras esenciales del siglo XX.
El talentoso compositor estadounidense Alex North (1910 – 1991) trabajó en obras de jazz, canciones de Broadway y bandas sonoras de películas donde integró su técnica modernista. Nominado a quince premios Oscar, no pudo ganar nunca ninguna estatuilla. Sin embargo, fue el primer compositor en recibir un Oscar honorífico. Aunque North es mejor conocido por su trabajo en Hollywood, pasó años en Nueva York escribiendo música para teatro. Sus obras clásicas incluyen dos sinfonías y una rapsodia para piano, trompeta y orquesta. Comenzó a trabajar en Hollywood en la década de los 50. North fue uno de varios compositores que llevaron la influencia de la música contemporánea al cine, en parte marcada por un mayor uso de la disonancia y los ritmos complejos.
La banda sonora de Alex North para Spartacus tiene el ambiente de algo poderoso. Fusiona uno de los temas de amor más bellos con una orquestación inteligente y la brutalidad romana e imagina un mundo diferente al nuestro. “El tema del amor” se ha adaptado e incluso se ha convertido en parte del repertorio de jazz, pero es en el contexto de la película donde más significa. Lo escuchas por primera vez cuando el amargado gladiador Spartacus ve a una hermosa esclava, Virinia, y comienza a soñar que la vida podría ser diferente a todo lo que jamás haya conocido. Disfrutan de una relación demasiado breve con un hermoso florecimiento de ternura y libertad antes de que Spartacus sea derrotado y crucificado, junto con sus rebeldes. En la escena final, el tema del amor lucha por hacerse escuchar nuevamente bajo los címbalos y cuernos romanos, mientras Virinia le presenta a su amante a su hijo, que ha nacido libre. Al final de la película, eso es lo que significa la música: que su sacrificio no ha sido en vano y que a pesar de su derrota, no ha sido ignorado.
Es una escena fuerte, con mensajes ocultos y detalles cuidados al mínimo con el más puro estilo de Stanley Kubrick, cuyo genio emergía preparándose para entregar al mundo obras maestras posteriores. La secuela final me hace llorar. Puede que esto sea sólo una película de hace sesenta años, con actuaciones y valores de producción anticuados, pero esa melodía no puede envejecer. Comunica algo terrible y maravilloso; que hay personas que han muerto y mueren por ver que sus hijos puedan vivir libremente.
North subvirtió el modelo tradicional de partitura épica, dotándola de un carácter innovador, de una complejidad, rebeldía e inconformismo que la hacían más moderna, más contemporánea pero, al mismo tiempo, respetuosa del contexto histórico. “Tiene algo que decir sobre el mundo, que existía entonces y que aún existe. Decidí aquí evocar los sentimientos de la Roma precristiana, no recurriendo a arcaísmos y clichés, sino en términos de mi propio estilo contemporáneo y moderno, simplemente porque el tema de Spartacus, la lucha por la libertad y la dignidad humana, es tan relevante en el mundo de hoy como lo era entonces. Quería interpretar el pasado en términos del presente”, dijo North.
Hay para mí además del Tema de Amor que se ha mencionado, algunos ejemplos de la banda sonora dignos de ser analizados:
El “Main Title” ofrece una partitura brillante y una de las mejores pistas para abrir una película. Se combina con las excelentes imágenes del legendario maestro de las artes visuales, Saul Bass. El concepto de Bass era retratar la fuerza, la grandeza y el poder del Imperio Romano, lo que termina con una alusión a su desaparición. Lo que se desarrolla es un desfile de símbolos, palabras grabadas y atributos de poder, que gradualmente se fusionan en grandes bustos de la élite patricia romana. Somos testigos de un testimonio del poder romano, pero el busto poco a poco comienza a agrietarse y desmoronarse hasta que lo único que queda es su ojo, un portal por el que pasamos a la película. La música de North es un buen ejemplo del poder de la yuxtaposición.
En “Adiós, mi vida, mi amor – Título final”, Graco ha proporcionado a Batiato y Varinia documentos de viaje y dinero, que les permitirán salir de Roma de forma segura, un último acto de despecho contra Craso. Al salir de la ciudad, los guardias romanos les exigen que se bajen de su carro mientras inspeccionan sus documentos. Varinia, para su consternación, ve a Spartacus casi muerto sufriendo una horrible crucifixión. Ella camina hacia él con dolor, lo despierta y luego le muestra con orgullo a su hijo, al que nunca ha visto. Ella promete que él será criado como un hombre libre y que se asegurará de que recuerde a su padre. El tema abre lastimeramente con cuerdas, que marcan el comienzo del Tema de Amor, lleno de dolor. Sin embargo, cuando ella lo consuela, el tema se transmuta, se vuelve trascendente y alcanza un poder romántico conmovedor, que provoca escalofríos y lágrimas. Somos testigos de que la tristeza ha dado paso a la esperanza, y de esta transformación asciende el Tema de Spartacus, que se eleva sobre los metales para una gran declaración final. Culminamos nuestra historia con un entusiasmo entusiasta encima de una fanfarria.
North proporcionó a la película una multiplicidad de bellos temas, varios de los cuales ahora se consideran icónicos. Capturó a la perfección la nobleza y el espíritu incontenible de Spartacus, la crueldad y la amenaza de Roma y el romanticismo sublime del amor de Spartacus y Varinia. Escena tras escena, no es la dirección o la cinematografía de Kubrick lo que cataliza nuestras emociones, sino la música sumamente evocadora de North. En mi opinión, North mejoró, animó y fortaleció la narrativa de Kubrick, logrando una sinergia magistral rara vez realizada en el cine. Creo que esta partitura es una de las mejores jamás escritas, un testimonio del genio de Alex North.
Algunos años después, Kubrick volvió a invitar a North para que musicalizara otro de sus filmes, nada mes que su obra maestra “2001 Una Odisea del Espacio”, cuando North iba avanzando y presionado por el director perfeccionista sufrió un infarto. Kubrick no podía esperar su recuperación, escuchó los avances de North y no le gustó ninguna pieza y decidió musicalizar esta obra maestra con música clásica. North no se enteró de esto hasta que acudió al estreno de la película y ahí se dió cuenta que Kubrick no utilizó un solo compas de su score original, Así era el gran Stanley Kubrick.
La música de “Spartacus” es una valiosa adición a la colección de cualquier amante de las bandas sonoras y este simple admirador la encuentra muy recomendable. Especialmente no debería compararse con la monumental “Ben-Hur”, que es como comparar peras con manzanas. La música de Alex North es perfecta para Spartacus, ya que evoca no sólo las pasiones de los personajes sino también un sentimiento del final del siglo I d.C. Algún día quiero que música como esta acompañe mi propia historia.
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