El 23 de octubre de 2021, el señor Carlos Alberto García Moreno cumple setenta años. ¿Qué quién es ese señor? Van algunas señas particulares: bigote bicolor, de muy pequeño aprendió a tocar el piano. “Say no more”. Se dice que posee oído absoluto. Pronto fue profesor y concertista; tocaba música clásica y folklore hasta que escuchó a Los Beatles. “Me volví loco: pensaba que era música marciana. Música clásica de Marte (…) Me di cuenta de lo que pasaba con las cuartas -un intervalo de cuatro notas- y un par de cosas interesantes más. Y ahí, ¡kabooom!, acabó mi carrera de músico clásico (…) John Lennon para mí fue como un padre musical (…)”. Hizo la escuela secundaria en un Instituto social militar en el porteño barrio de Caballito en la Ciudad de Buenos Aires. Allí conoció a Carlos Alberto Mestre, más conocido como “Nito”. Y fueron Charly y Nito a secas; el talento musical del primero, la voz maravillosa del segundo. Corría el año 1969, Los Beatles estaban por poner fin a su asombrosa carrera y en Buenos Aires nacía Sui Géneris (“único en su tipo”), allá por los albores del rock argentino. De los temas de su primer disco Vida, data esta grabación del festival BAROCK 72.
El dúo, al que luego se le sumaron músicos fijos o en colaboraciones de la talla de David Lebón, Claudio Gabis, Alejandro Medina, Juan Rodríguez, Rinaldo Raffanelli, realizó una breve pero brillante carrera pasando del folk a un rock eléctrico y de características progresivas. En 1975 decidieron decir “adiós” y para ello realizaron dos conciertos multitudinarios en el Estadio Luna Park que quedaron registrados en film y disco doble. Y a partir de ese momento, Charly comenzará a demostrar sus inquietudes musicales y su enorme talento que lo llevarán por los caminos de la transformación y la reinvención constantes. Actitudes que significarán también movimientos de cambio, avances y anticipaciones en la música rock en el Río de la Plata. Resulta difícil dar cuenta en pocas líneas de tamaña carrera que, por otra parte, es suficientemente conocida. Por ello nos detendremos en algunas instantáneas, por cierto, caprichosas.
En 1974 los planetas se alinearon de un modo particular dando lugar a una constelación que se conoció como Porsuigieco (Raúl Porchetto, Sui Géneris, León Gieco y María Rosa Yorio). Tres conciertos en una pequeña sala (Auditorio Kraft, luego Auditorio Buenos Aires) y un disco, quedan como testigos de esa apoya que reunió a músicos que marcarían con su presencia senderos de la música rock en las décadas siguientes.
Entre 1976 y 1977, puede observarse al Charly más cercano al rock progresivo. En esos años funda La máquina de hacer pájaros, una super banda conformada por Carlos Cutaia, Gustavo, Bazterrica, Oscar Moro y José Luis Fernández. La banda poseía la novedad de dos tecladistas. Charly afirmo que aspiraban ser “el Yes del subdesarrollo”. Eran los oscuros años del inicio de la sangrienta dictadura militar en la Argentina y la banda no tuvo un reconocimiento masivo. Reconocimiento que le llegará posteriormente. El nombre de la banda proviene de una tira de humor gráfico que realizaba el dibujante Crist. Quedan en esas piezas los pasajes sonoros cercanos a los arreglos de la música clásica propios del rock sinfónico.
Corría el año 1978, luego de la separación de La Máquina…, Charly viaja junto a David Lebón a la brasileña ciudad de Buzios. La idea era recluirse y producir material para un nuevo disco. Luego de ver en un recital al joven bajista Pedro Aznar, no dudaron en convocarlo. El mismo Lebón confiesa en un reportaje al diario Clarín en 1992: «Cuando lo vi a Pedro pelar el bajo, se me cayó la mandíbula hasta la rodilla. Pensé: este pibe es muy bueno, es casi mejor que yo». La formación quedó completa con el legendario baterista Oscar Moro. La popularidad les llegó con el segundo disco Grasa de las capitales y los shows en el estadio Obras. Serú Giran se convirtió en un fenómeno popular que acompañó a los jóvenes de entonces a soportar los derroteros de la dictadura: el mundial de fútbol, las razias, las desapariciones, la amenaza del conflicto bélico con Chile. Desde el escenario, Charly brindaba algunas pistas en clave de alegorías, como sostiene Mara Favoretto. Es el caso de Canción de Alicia en el país: “(…) Estamos en la tierra de nadie, pero es mía. Los inocentes son los culpables, dice su señoría, el Rey de espadas. No cuentes lo que hay detrás de aquel espejo, no tendrás poder, ni abogados, ni testigos. Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino. Estamos en la tierra de todos, en la vida. Sobre el pasado y sobre el futuro, ruinas sobre ruinas, querida Alicia”.
Hacia 1982 se percibe el fin de una época. La dictadura se desbarranca en su última y desquiciada aventura que llevará al país a la Guerra con Gran Bretaña por las Islas Malvinas. Serú Girán edita un disco en vivo que lleva el título de un tema que resume esa etapa y que será el presagio del fin: “No llores por mí, Argentina”. Aznar decide continuar sus estudios musicales en la Escuela de música de Berklee (luego recalaría como músico de Pat Metheny), mientras que Charly y Lebón ya trabajaban en proyectos solistas. Un viento frio surcó el espectro musical en el Río de la Plata: se había separado la súper banda, ¿y ahora qué? Cada separación significaba para Charly un nuevo desafío. Y la salida de Serú fue el inicio de una brillante carrera como solista. En ella experimentará con nuevos sonidos, nuevos ritmos, nuevos instrumentos. Al principio sería criticado, incomprendido. Luego reconocido, idolatrado. Su etapa solista significó también el cobijo y espaldarazo para grandes músicos del rock nacional que formaron parte de sus trabajos. Entre ellos, por mencionar algunos: Fito Páez, Fabiana Cantilo, Hilda Lizarazu, Pablo Guyot, Willy Iturri, Alfredo Toth (Luego GIT), Daniel Melingo, Fernando Samalea, Fabián Quintero, Carlos Alberto García López, y siguen las firmas.
En 1984 vuelven a alinearse los planetas para una nueva reunión cumbre: Charly García-Luis Alberto Spinetta (algo así como los Lennon y McCartney criollos). Ya habían tenido encuentros furtivos. Incluso, en 1980 compartieron el escenario de Obras con sus dos grandes bandas: Serú Giran y Spinetta Jade. Se esperaba como fruto de esa unión un álbum, pero fue demasiada genialidad junta: “éramos dos ídolos muy ídolos”, comenta con cierta ironía, Charly. Como registro de ese momento único queda la siguiente gema editada en el año 1985, en el álbum de García, Parte de la religión y en Prive, de Spinetta.
En fin, para aquellos que nos fuimos subiendo al tren en las distintas estaciones de esta travesía que lleva a cabo Charly, su sonido se transformó en la música de fondo de gran parte de nuestras vidas, y sus letras la expresión de muchas cosas de las que vivíamos. Algunas de sus canciones y expresiones forman ya parte del acervo cultural: “No me banco a las hormigas”, “No voy en tren voy en avión”. Otras dan cuenta de momentos históricos bien puntuales: “No bombardeen Buenos Aires, no nos podemos defender”, gritaba Charly en el año del conflicto bélico con Gran Bretaña. Y nos anticipaba como ese tono profético y alegórico que lo caracteriza: “(…) pero los dinosaurios van a desaparecer”. Lo vimos lanzarse desde el noveno piso de un hotel en Mendoza para aterrizar en una pileta. Escuchamos asombrados su versión del Himno Nacional Argentino (al tempo del blues). Lo vimos ir y venir, irse lejos: “Yo quise el fin y había más. Yo quise más, no había fin. Lo que yo quise encontrar. Estaba atrás y no aquí. Desde las sombras no vi las sombras y no vi luz”, cantaba junto a Aznar en “Tu amor”. Lo vimos transitar el duro y largo camino de regreso de la mano de amigos como Palito Ortega. Cantó junto a Sandro, Mercedes Sosa. En fin, gracias, maestro. “Say no more”.
Buenos Aires, 20 de octubre de 2021.
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