Llevar al cine la biografía de un personaje famoso y trascendental de la historia, política, sociedad, cultura, arte o entretenimiento no es una tarea sencilla. Muchas veces estos filmes, conocidos como biopics, pueden resultar un acierto o no, porque por lo general los creadores cinematográficos se toman varias libertades artísticas para presentarnos una anécdota que nos diga algo más que la simple y llana vida de la figura histórica. En fechas recientes hemos sido testigos de cintas exitosas que tratan acerca de celebridades o grupos de rock como por ejemplo Bohemian Rhapsody (Bryan Singer, 2018) que nos contó la vida y obra del grupo Queen, en especial la de su vocalista Freddie Mercury. No olvidemos que existen películas como La Bamba (Luis Valdez, 1987) o Ray (Taylor Hackford, 2004), entre otras, que se han convertido en clásicos dentro de la cinematografía mundial.
Entre estas películas que nos cuentan la semblanza de alguna estrella del rock ahora se encuentra Rocketman (2019), el cuarto largometraje del actor y director Dexter Fletcher, basado en la conflictiva vida de Elton John. Con guión de Lee Hall, la obra es, como dice su eslogan publicitario, una fantasía musical; un vaivén de emociones que nos presenta a un músico vulnerable con problemas de aceptación, soledad y por supuesto de adicciones. El cineasta ha creado una de los mejores filmes biopic que no sólo retratan al artista y su camino al éxito, sino que podemos apreciar sus momentos de duda y desesperación que lo humanizan.
Rocketman comienza con la silueta de un hombre, con disfraz de diablo, que emerge por un pasillo a contraluz, para descubrir que es Elton John (Taron Egerton, en una gran interpretación), a quien veremos llegar con un grupo de ayuda en donde confiesa sus adicciones, para posteriormente ser enfrentado a su infancia (I was justified when I was five) y a su vida. Para ese momento Fletcher ya nos presentó el concepto de la obra, la cual se desarrollará como un musical al fiel estilo Broadway o como aquellos de la vieja escuela hollywoodense tipo West Side Story (Robbins-Wise, 1961) o más actual Mamma Mia (Phyllida Lloyd, 2008), en donde cada una de las canciones de Elton John, excelentemente adaptadas y grabadas por el productor Giles Martin, nos trasladarán a cada uno de los momentos claves en la vida del músico (infancia, ascenso a la fama, intento de suicidio, rehabilitación).
En la película podemos apreciar la difícil infancia del artista (que es actuada por los jóvenes Matthew Illesley y Kit Connor) quien sólo pedía un abrazo de su estricto padre Stanley (Steven Mackintosh), quien fuera trompetista de un grupo llamado Bob Miller and The Millermen, que es incapaz de mostrarle un gesto de afecto al pequeño Reggie Dwight (I want love but it´s impossible a man like him, so irresponsible, a man like him is dead in places). Con una madre adultera y egoísta (Bryce Dallas Howard) que por momentos es cariñosa, por momentos es cruel y una abuela (Gemma Jones) que lo apoya para que desarrolle su talento en el piano (históricamente comenzó a tomar lecciones desde los cuatro años de edad) instrumento en el cual resulta ser un niño dotado que así mismo puede reproducir Rondo Alla Turca de Mozart con sólo escucharla en el momento previo de hacer su prueba para el Colegio Real de Música en 1958 o tocar en pubs para amenizar reuniones de borrachos que acabaran en pleitos.
Claro que Rocketman vas más allá de la edulcorada vida de Freddie Mercury presentada en Bohemian Rhapsody. En el filme de Fletcher observamos a Elton John carente de amor que lo tiene con un vacío que busca llenar con la figura fraternal que le proporciona el letrista Bernie Taupin (Jamie Bell) que le entrega, en un sobre, las canciones escritas a mano y en hojas de cuaderno; con su relación tóxica con el manager John Reid (Richard Madden) quien se convierte en su amante para acabar explotándolo (al igual que la mayoría de los seres que lo rodean) y convenciéndolo de casarse, en 1984, con Renate Blauel (Celinde Schoenmaker) para ocultar su homosexualidad; y además con su adicción al sexo, drogas y compras compulsivas (de las cuales sigue siendo un adicto).
También podemos percibir distintos guiños visuales de la vida de Elton John. Apreciamos al músico con su banda Bluesology como acompañantes de Wilson Picket, Patti Labelle and The Blue Belles y Billy Stewart and The Drifters durante su gira por Inglaterra en 1965, aunque jamás en la película se refieren a ellos por sus nombres. En una secuencia apreciamos en el bombo de la batería el nombre de Nigel Olsson, baterista que lo ha acompañado desde 1970, al igual que el guitarrista Davey Johnstone quienes estuvieron en su histórica presentación en el Troubadour, en Los Angeles, cuando Elton John puso a flotar al público asistente. Pero también le hacen un homenaje a su amigo John Lennon de quien, según en la película, toma su nombre para completar el suyo. Aunque esta parte no fue así ya que realmente su nombre artístico es una combinación del de su compañero de banda, el saxofonista Elton Dean y del cantante británico John Baldry.
Elton John en algún momento de su vida cayó en el infierno de las adicciones, el director logra recrear todos sus estados de ánimo a través de la fotografía de George Richmond que le imprime ciertos matices a cada una de las escenas en donde podemos apreciar al personaje rodeado de colores en sus momentos festivos o sintiendo la soledad dentro de una piscina que asemeja al vacío del espacio exterior, ese en donde se encuentra el astronauta de la canción Rocketman. Sin olvidar ese instante en el que el artista, rodeado de oscuridad, se perdona a si mismo. Rocketman es la muestra de que el cine puede ofrecernos buenas biopics con historias entrañables que logran, hacernos reír, llorar y meditar acerca de la vida.
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