Hace poco, un mi muro de facebook, al mostrar unas series de sellos postales conmemorativos relacionados con Paul McCartney y The Beatles que acababa de adquirir, uno de mis contactos me palmó así a rajatabla la pregunta: – ¿Cuánto quieres por ellos? – cuando en la descripción de las fotos que acababa de subir había detallado que sólo era para compartir la emoción y parte de mi alegría en este hobbie y había puesto la leyenda aclarando que NO VENDO LO EXPUESTO.

Sé que tal vez no es obligatorio que todos los que entran a revisar los posts o fotos lleguen al detalle de revisar la descripción. Pero me quedé pensando que este noble pasatiempo sobre el buscar y coleccionar la  música en formatos físicos (LPs, cassettes, CDs, DVDs,  Bluray y Memorabilia) da para algunas cuestiones o preguntas que salen a relucir cuando muchas personas se enteran que estas metido de lleno en esta afición.

Así pues, derivado de lo anterior, me puse a recapitular en esas cuestiones que tal vez incomodan un poco a los coleccionistas, pero que las escuchas muy a menudo en pláticas familiares o de amigos. La primera pregunta es común: – ¿Qué va a pasar con tu colección cuando te mueras? – La respuesta es que sencillamente cuando me muera yo ya no lo sabré. Estaré abonando el terreno al interior de una fosa y ya me valdrá lo que le pase a mi colección. Lo que sí le puedo decir a la gente que me hace esta pregunta es que yo si la habré disfrutado intensamente y que en vida la gocé totalmente. Ya muerto, ¿Qué quieren o qué esperan que les diga que haré? He oído a otros compañeros de afición el decir ideas tan grotescas a mi parecer, como el sugerir “que los entierren con parte de su colección dentro del mismo féretro”. ¿Eso ya de qué te servirá? Cuánta gente en la pandemia tristemente les tocó adelantarse en ese trance y dejaron muchas de sus  piezas sin abrir (nuevamente aclaro al respecto, cada quien es libre de hacer lo que quiera con sus colecciones). Por eso yo siempre he tenido como uno de mis máximas que hay que intentar pasar a mejor vida… pero en vida.

La segunda pregunta, una que le podría llegar a molestar a un melómano/coleccionista es la que te pueden llegar a hacer los vendedores en alguna tienda cuando notan que ya llevas un rato o estas más que concentrado en revisar todos los estantes de discos: –¿Qué disco es el que estás buscando? – El coleccionista disfruta mucho pasarse las tardes o los ratos libres en las tiendas especializadas realizando una cacería. Yo por lo menos siempre me mentalizo antes de entrar en una tienda para llegar sin ninguna expectativa de compra y sólo el disfrutar los minutos y hasta horas  con lo que pueda aparecer como una sorpresa. Si se te acerca algún encargado y te hace esa pregunta, parecería que te están apurando a que te vayas de su local o que no le inspiras confianza como si te vieran cara de fardero (en México le llamamos así al ladrón que se lleva la mercancía de las tiendas escondida entre sus ropas). Generalmente cuando me ha llegado a suceder este tipo de situaciones irrespetuosas, mi respuesta es amable y tranquila diciendo algo como “Ninguno en especial, solamente estoy revisando por si aparece alguna pieza interesante”  y poco después salgo del establecimiento en cuestión.

La tercera es la que dio origen a esta colaboración sobre el coleccionismo y la posible venta de las piezas (aclarando ya que por lo menos hasta el momento no están a la venta), cuando alguien que no es una amistad de años,  me visita y ve la cantidad de discos y libros, se te quedan viendo y te dicen:  –¿Los has escuchado o leído todos? –  Esa pregunta me la hizo por ejemplo un técnico de Telmex un día que dió mantenimiento a mi servicio de Internet y en el intervalo de las pruebas volteaba a ver las fotos y posters en las paredes, los libros y los discos.

La respuesta a lo anterior es que los discos y libros son recuerdos, son momentos de afectos, y por qué no, testimonios algunas veces de situaciones críticas en tu vida. Los libros casi la mayoría los he leído todos y los discos también los he escuchado todos. Es una tontería pensar que tienes que escuchar todos los discos y leer todos los libros que compras. Sería como decir que debes usar todos los cubiertos o todos los destornilladores o taladros que compraste antes de comprar más herramientas. Esto no quiere decir que me la pase escuchando y poniendo discos todo el día, pero son algo como compañeros que llegan a la casa para quedarse, los ves, los sacas de sus fundas, los disfrutas desde el arte en sus insertos y los escuchas o en el caso de los libros, los lees.

La siguiente pregunta que me han llegado a hacer frecuentemente es:  -¿Cuál es el disco más caro de tu colección? – y la respuesta es siempre la misma,  No lo sé. ¿Por qué? Porque yo no me baso solamente en coleccionar rarezas o en adquirir sólo pensando en el precio o en revenderlos e hilando la respuesta de la pregunta anterior; no sé cuál es la pieza más valiosa porque aún no he muerto y no sé lo que pueda adquirir el día de mañana. Es por eso que cuando me preguntan también: – ¿Cuál es el último disco que has comprado? – siempre respondo aclarando, “¿Querrás decir cuál es el disco más reciente?, No el último porque aún no me he muerto”.

En cuanto al valor de los discos, muchas de las piezas de mi colección las he adquirido esperando ofertas o rebajas cuando son de segunda mano; amén que el mercado de los discos es muy volátil en cuanto a fluctuaciones de los precios, por lo que es muy aventurado ponerle el valor a un disco. Esto es, el disco que tal vez compraste en 200 pesos, mañana costará en el mercado de reventa tres mil pesos. Caso que está sucediendo por ejemplo con el cassette original de “Now and Then” de The Beatles.

Y la  última que se me ocurre y que hasta mi señora madre me ha llegado a hacer es: – ¿Cuánto llevas invertido en discos y libros? – Y la respuesta es también: No lo sé. Yo me considero melómano y coleccionista, no economista que vaya con una calculadora en mano a la tienda de discos para “mercado de valores o viendo todo el día las variaciones de precio de acciones o como si fuera un curador de antigüedades.

Por lo general, prefiero invertir esfuerzo (y dinero) en piezas que sé que van a ser difíciles de conseguir más que en otras que, como yo digo, caen solas con el tiempo. En cuanto a las rarezas, si dentro de mi presupuesto estuviera, mi colección se compondría solamente de ellas. Tienen un no sé qué que me atraen muchísimo. Me parecen que son el condimento especial de una colección. Llega un momento en que uno se cansa de ver varias colecciones todas con las mismas piezas, nada diferente que llame la atención. Pero, cuando son rarezas, pues no son fáciles de conseguir y no me mato por ellas, si las consigo, bien, y si no, pues también, ejemplo, durante esos 50 años de coleccionar solo pude ver fotos del disco “Yesterday and Today…” o conocido entre los fans como  “los carniceros” de The Beatles en libros y revistas y por fin hace un par de años me pude hacer de dos copias a un muy buen precio.

Conmigo se aplica un dicho que escuché por ahí de multicoleccionista, amor a ratos., y es muy cierto. Hay veces que me enfoco con todo lo relacionado a Paul McCartney y quiero conseguir lo más posible. De repente cambia mi interés y me enfoco sólo en lo relativo a The Beatles como grupo, y así voy, muchas veces pasa por cambio de interés momentáneo.

Como reflexión final, para darle cierre a esta serie de seis artículos relacionados con el mundo del coleccionismo de música en formatos físicos, todo se resume a ser felices con nuestras colecciones y sus actividades relacionas, de lo contrario, podemos caer en el problema de obsesionarnos. Debemos tratar de disfrutarla solamente por el gusto de tenerla, de vivirla y de compartirla y entonces, estos buenos amigos estarán asociados más a los recuerdos y vivencias de las distintas fases de nuestra vida.

Todo esto permanecerá en nuestro corazón, en nuestra mente y no será necesario que tengamos fotos o algún souvenir comprado para no olvidar ciertos momentos o viajes o personas queridas o situaciones donde lo pasamos bien y fuimos dichosos disfrutando la colección ya sea solos o acompañados.

De ahí en adelante empezaremos a comprender esos momentos que son como un parteaguas al estar analizando y gozando con alguna pieza, disco, libro, revista o figura y nos llegará la sensación de alegría y felicidad; En ese punto nos daremos cuenta que la cantidad de cosas de la que consta nuestra colección y lo monetario pasarán a segundo término. Eventualmente decidiremos comenzar a abrir aquel disco que llevaba años cerrado intacto en su empaque original y lo escucharemos relajados en una tarde perezosa de un fin de semana.  Pero por otro lado, habrá algunos coleccionistas que tal vez no puedan pasar de la  frontera anterior y su colección comenzará a ser un sufrimiento en vez de un placer por querer mantenerla “impecablemente nueva”  dentro de una caja fuerte imaginaria.

Estos últimos no la gozarán y lo más irónico es que en muchos casos cuando les toque pasar a mejor vida, ese disco exclusivo que por tantos años cuidaron de no abrirlo y que fue almacenado celosamente para “no gastarlo” y que “algún día valiera más”,  tal vez terminará, en el mejor de los casos,  tristemente malbaratado por alguno de sus herederos en el tianguis de la lagunilla o adornando las paredes de un bar temático; aclarando nuevamente como lo he hecho en esta serie de artículos, que son reflexiones muy personales y cada quien es libre y muy valido de tener sus colecciones como les plazca. Yo siempre preferiré mejor verme en el grupo de coleccionistas que cuando le toque trascender, se irá  de esta dimensión con una sonrisa por haber vivido y gozado de la vida intensa y plenamente.

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