Parecería que estas preguntas ya se han quedado obsoletas, viviendo plenamente y desde hace años en la época de las plataformas digitales de streaming .Pero hay algunas cosas que aclarar, al menos para los nuevos melómanos que han optado por los formatos digitales y se han olvidado un poco de las colecciones en formatos físicos.

A mediados de los 80s con el lanzamiento a gran escala de los primeros CDs musicales -la patente pertenece a la compañía Philips-, los fabricantes de discos de vinilo se debieron haber echado las manos a la cabeza. ¿Qué futuro había para sus enormes soportes de antaño, grandes y fácilmente rayables y rompibles productos, ante los bonitos compact discs, más pequeños y difíciles de estropear con el uso (Eso se pensaba en ese momento)? Parecería que el viejo vinilo se ensuciaba con sólo mirarlo y por muy bien que estuviese efectuada la grabación no dejaban de escucharse los famosos “scratchs” cada vez que la aguja se topaba con alguna partícula de polvo. Hubo muchos que guardaron los vinilos en el fondo del baúl y abrazaron la religión del láser, recomprando sus colecciones de música en el nuevo y futurista formato. Algunos incluso se deshicieron de sus LPs, un craso error que lamentaron años después.

Hasta finales de la década de los noventa, el compact disc fue el rey y el mejor formato imaginable, indiscutido y acaparador de todas las ventas, seguido a muchísima distancia por los viniles y las viejas cintas de cassette que no llegaron a extinguirse en aquel entonces por aquello de escucharlas en el automóvil y en los walkman. Para la industria del CD, comenzaron los problemas cuando los artistas de la música vieron bajar sus ventas por culpa de quienes se dedicaban a copiarlos de modo ilegal, había incluso tiendas clandestinas a las que llevabas un compact disc original y te lo copiaban por una módica cantidad de dinero.

Entonces, llegó el cambio de siglo y con él la revolución del Internet y la democratización de los precios de la banda ancha, y no tardaron los nerds  en darse cuenta de lo sencillo que sería poner grabaciones musicales en la web y traficar con ellas. El MP3 (Moving Picture 3), formato digital no-físico y que pulula por  el Internet como “Pedro por su casa”, supuso ya el colmo de los problemas para las empresas y el negocio de los derechos musicales. De repente, por el precio que pagamos al contratar Internet y que usamos para muchas otras cosas, podíamos bajar de forma virtualmente ilimitada cualquier contenido audiovisual que se nos antojara y reproducirlo en unos dispositivos bastante baratos (¿500 pesos?) o aun mejor, en la computadora personal y el teléfono celular, cuyo tamaño se acerca cada vez más al de una tarjeta de crédito en los que cabe fácilmente el equivalente a cuarenta o cincuenta CDs de audio.

Y aquí es hasta donde yo quería llegar; almacenaje de archivos de datos en cantidades industriales, precio irrisorio, músicos/discográficas en pie de guerra… Pero hubo un pequeño detalle que a casi todo el mundo se le pasó por alto: la calidad del sonido. Yo entiendo que hoy en día cualquier persona quiera comprar barato o hasta no pagar absolutamente nada. Es humano y comprensible; pero no deja de ser sorprendente que, por un lado, todo el mundo quiera estar a la última moda, comprándose siempre el celular más moderno y caro, poniéndose la ropa más actual y también cara, pagando boletos caros de conciertos, gastando en el auto más veloz, etc., y sin embargo no esté dispuesto a pagar por un LP o un CD de música original y se conforme con un formato de sonido como es el MP3,  que en la inmensa mayoría de los casos, tiene una calidad irrisoria y penosa. Existe una enorme cantidad de álbumes musicales circulando por Rapidshare, Megaupload, Hotfile y similares,  cuya calidad de sonido es marginal y con el peligro de venir con un algún virus informático incluído de regalo. Ante todo, para un servidor se impone decir que vinyl rules  y como diría el viejo slogan, hay que volver a lo esencial. Tal vez no fui el único que pensó de esta manera, ya que al comenzar la segunda década del siglo XXI, la tendencia de ventas de formatos de música física se revirtió posicionando nuevamente al LP de vinilo como el líder entre los consumidores (un 400%, se comentó) . Eso zanjaría sobradamente la cuestión de los formatos de audio que ha re-emergido pero conviene analizar unos cuantos puntos:

Lo primero que hay que apuntar es que los melómanos de la vieja guardia teníamos razón. El mundo, el público, el consumidor, han dejado bien claro que los formatos en alza actuales son el LP de Vinilo y aún los MP3 descargables. El primero por todas las razones que no nos hemos cansado nunca de subrayar sus defensores: en muchos casos suena mejor (y más orgánico: el sonido en sus ediciones vintage conserva todas las frecuencias originales), el objeto como tal es sólido y perdurable, se mantiene la lógica conceptual narrativo de las caras A y B, y, finalmente, por tamaño de portada y forma siendo mucho más atractivo estéticamente. El vinilo es mejor, un objeto emocional insustituible, y saber que está al alza en el mercado, algo de lo que, por otra parte, jamás dudamos sus fans; sólo los periódicos y los ingenuos se creyeron lo de su desaparición.

En cuanto a las descargas de MP3, en fin… Como defensores de los formatos físicos nos importa un bledo, pero hay que admitir que -pese a los defectos que enumeraremos más abajo- su portabilidad y frecuente gratuidad les dan un aspecto de guerrilla sónica que tiene su no-sé-qué. En todo caso, sólo los muy ingenuos (o crédulos) siguen defendiendo al CD como formato del futuro, y en eso estamos de acuerdo tanto los fans del LP como los descargadores de archivos digitales. Y, sin embargo, aún se oyen voces que siguen defendiendo al CD. Aclaro, el CD es mi segundo formato favorito después del vinilo, pero si me dieran a elegir uno solo, me quedaría con el LP y tampoco hago una cacería de brujas de los archivos MP3, pues los utilizo a diario en el estéreo de mi auto o en mi laptop en la oficina, esto terminó con el karma que era tener que cargar decenas de cassettes o de CD´s en la guantera y mágicamente me dio la disponibilidad total de toda mi fonoteca en una memoria USB de 2 cm cuadrados.

Hay varios argumentos en defensa del CD, pero generalmente el debate suele resumirse en que es muy almacenable. Y no es que no sea verdad; es sólo que ese es un atributo que utilizaría una persona acumuladora para hablar del fenomenal mueble gigante que se ha hecho instalar en su casa para guardar sus obsesiones. Aclarando, en esta colaboración estamos hablando del arte de la música, no de funcionalidades domésticas. Estos no son trofeos, son formatos físicos para escuchar música. Luego argumentan que no suena tan mal y que lo importante es la música, no el formato, y que la limpieza del sonido los hace mágicos. Todos estos amantes de la música son precisamente aquellos a los que les importa un comino la fidelidad, aquellos que nunca han estado enamorados de la calidad del audio.

Y es que la música no es sólo música, como quieren hacer entender los adversarios del vinilo. Un álbum LP envía información emocional por 4 frentes: música, letras, cubierta y contexto. Un CD se reduce de manera palpable a un par de ellos, mientras que un MP3 los encoge a solamente uno. De estos últimos, podemos afirmar que nadie, absolutamente nadie, tendrá recuerdos importantes asociados a un MP3. No se registra datos  de como se obtuvo. Todo este material vivencial simplemente desaparece. La música que contiene se convierte, así, en un pañuelo desechable para la vida cotidiana. Esto es lo que hace insustituible al disco de vinilo y en menor escala al CD, esa poderosa presencia física, esa ancla sónica de la memoria. Es imposible imaginar su equivalente en el MP3: “oh, sí, 15 de abril del 2023: lo recuerdo perfectamente, me bajé el disco McCartney III en mi laptop, fue un orgasmo, jamás olvidaré aquellos 30.5 segundos de descarga por medio de Megaupload , ¡Ja!”. Los discos, CDs y cassettes te dan el momento cuando lo compraste, con quien estabas, quien te lo regaló, la gente que falleció y dejo tras de sí su colección, y tal vez estas personas queridas serán en algunos casos por sus deudos a través de esas piezas.

Por todo lo anterior, el mundo del coleccionista de formatos físicos siempre será tal vez un poco romántico idealista, pero reto a los millenians a que hagan un recuento en algunos años mas; ya que muchas veces nos juzgan a los coleccionistas como bichos raros por guardar música en formatos físicos y salen con el argumento de que es de flojera comprar discos o CDs por el espacio y tiempo en que se tarda en reproducirlo, cuando ellos mágicamente con el poder de un click pueden escuchar lo mismo, eso es lo que creen.

Y como réplica a dicho argumento anterior de esas nuevas generaciones; solo les diré que los discos, CDs y cassettes tienen una magia que el streaming nunca podrá igualar y ya hemos mencionado,  y esto es; si hay algo que le ser humano al pasar los años y acercarse a la tercera edad valora, estas son las memorias y los recuerdos. El detalle del streaming es que ninguna canción que bajes desde esas plataformas te dará en tu madurez esos recuerdos en un futuro, quedarán vacios y huecos en cuanto a vivencias de su viaje musical de vida.

Regresando al debate entre la portabilidad del vinilo y el CD. Es cierto tal vez que el CD salga ganando esta batalla, pero aún iríamos más allá: la portabilidad es, de hecho, una de las pocas ventajas del CD. Un CD es, a todos los efectos, una moderna cinta de cassette que se puede rebobinar más fácilmente. Es decir, como una cosa que es práctica, sí, pero también no tan atractiva en su arte, de sonido no vivo y frágil. Y que quizás sirva para reproducir en el auto en viajes largos. Y, en cualquier caso, la existencia del MP3 -que si es 100% portátil- esto hace ya irrelevante en muchos casos la portabilidad del CD.

Tras meditar ahora en los argumentos en defensa de los formatos digitales, en resumen, le sobreviene a uno la ineludible sensación de que sus autores no poseen discos, no compran discos y, desde luego, no han edificado una remarcable parte de su vida en base a ellos. Sus opiniones sobre los discos de vinilo y CD´s, por tanto, han de ser tomadas con tal, de una opinión de algo que no conocen, esto es, que provienen de gente que no está familiarizada en absoluto con el formato físico para el que se concibió TODA la música del siglo XX. Como ejemplo, la obra de The Beatles fue concebida para nacer y vivir en formato de vinilo; el cuarteto y George Martin planearon el orden de las canciones en cada cara del LP. Lo importante es que, al final, se ha hecho justicia aunque el CD que nació de manera artificial, ha ido poco a poco quedándose en segundo plano, como una comodidad que nació desde el mero lucro empresarial (convenientemente camuflado como “avance tecnológico”).

Otro asunto es que, con el paso del tiempo,  el oído también se cansa. De joven pude deleitarme escuchando infinidad de discos de vinilo y cassettes tratando de percibir hasta el último detalle con mis audífonos alambricos gigantes o cascos como los conocen en España; así mismo, gocé buscando los detalles en las portadas,  fundas y sus insertos. No negaré que igualmente quedé maravillado con la llegada del CD, pero hasta cierto punto, y la verdad es que ahora el sonido digital puede escucharse molesto cuando lo escuchas por períodos prolongados y  hace falta dar un poco marcha atrás para que el oído se relaje. Inevitablemente nos planteamos la posibilidad de regresar un poco al sonido analógico de antaño tan disfrutable y lleno de momentos mágicos, que tampoco se salvaba de sus momentos oscuros  como cuando en ocasiones se carcomía la cinta magnética dentro de la radiograbadora o cuando teníamos con pereza que levantarnos para darle vuelta a la cara del disco, entre otras pequeñas incomodidades de aquellos tiempos.

Pero qué decir también de los momentos oscuros de los CDs, como cuando uno se entera o ya experimenta es sus colecciones que su periodo de vida es de unos 30 años en promedio. Los discos compactos se pudren por el material con el que fueron fabricados en sus primeras ediciones. Para más detalles de esto, los invito a leer la parte 3 de esta serie.

A estas alturas, los que leen esta colaboración y son defensores y fanáticos e la música en streaming y en el formato MP3 y FLAC, tal vez estarán esbozando una sonrisa de triunfo. Pero de los tres formatos, tal vez son los que salen con más pérdidas si de su lado oscuro se habla. Que tal cuando por un descuido pierdes tu celular donde habían guardado 500 canciones. O el día que al encender tu laptop  encuentras que el disco duro donde almacenaron miles de archivos MP3 dejo de funcionar de repente. Y la probabilidad del cierre de plataformas como Spotify existe y entonces habrás perdido las decenas de listas de reproducción que armaste por años.

Y como dijera el fallecido periodista Nino Canún : ¿Y usted, que opina?

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