Parecería que formamos parte de una secta obsesionada con la acumulación de piezas físicas. Construimos una comunidad heterogénea de muy distintos niveles, con sus facciones enfrentadas, sus egos, sus talibanes, sus herejes. Es fácil reconocernos: a veces pululamos por tianguis y tiendas de segunda mano, tenemos abiertas quince búsquedas en ebay, en Amazon, en Mercadolibre, podemos discutir airadamente entre los cuidados de los discos, de los libros, revistas, la calidad de las tornamesas y los equipos de sonido y algunas desafortunadas veces, casi llegar a las agresiones verbales y mentales cuando discrepamos con algún “tóxico” que critica de mala manera nuestros conocimientos; generamos complicados mecanismos de clasificación, invertimos tardes enteras de fines de semana y días feriados en limpiar, ordenar y mimar a nuestros “hijos” de acetato. Tenemos “tesoros”: siete pulgadas, ediciones limitadas, nos dedicamos a calibrar el brazo del tornamesa, a organizar por tema nuestra biblioteca, vemos videos en youtube de nuestros “rivales” con un gesto de superioridad: “¡Ja! ¿Se creerá este un gran coleccionista por tener solo tres ediciones de Let It Be.?”, ¿Se sintieron en algo de lo anterior identificados ?.
Lo primero que tiene que saber un futuro coleccionista de memorabilia, en este caso de The Beatles, es que nuestro pequeño mundo está lleno de coleccionistas con esas múltiples personalidades. El perfil inicial suele ser el coleccionista de la nueva ola: Se ha comprado un par de discos LP de 180 gramos del ONE de The Beatles y en breve le van a aplicar un cargo de 4,500 pesos por la última caja de lujo del Revolver. En el otro extremo, está el coleccionista especializado que sólo busca discos japoneses con OBI por ejemplo. En las personalidades intermedias, el mundo del coleccionismo, como todos, está lleno también de aferrados y también tristemente, de tóxicos.
Bajo mi punto de vista, todo debería ser más sencillo, aunque se diga que está de moda coleccionar vinilos y se considere un consumo cultural de calidad, un gesto de (post)modernidad, de ser más tradicional que el streaming y de amar el sonido analógico. De hecho, es probable que de aquí a diez años el mercado vuelva a contraerse y nos quedemos nuevamente solo los coleccionistas de toda la vida rebuscando entre las cajas de los puestos afuera del metro Balderas, pero por el momento, hay que disfrutar de este empujón de las empresas discográficas han dado para paladear las nuevas reediciones del catalogo Beatle o las Archive Collection de Paul McCartney. En mi opinión, escuchamos LPs (mi formato favorito) simplemente porque nos permiten tener un contacto material y real con el sonido y el arte relacionado y pensado por el artista al momento de grabarlo.
En cuanto a la personalidad de los expertos que valorizan el objeto-disco y lo convierten en un fetiche, nos sugieren que son una nueva manera de relacionarnos con la música en un formato doméstico. Es decir, son una suerte de Paraíso Perdido de la infancia, una imagen materno-musical que nos arropa y que se justifica como objeto. El LP o acetato (como lo conocimos los adolescentes de los años 80s) y ahora los CDs, son el tiempo que pasa y circula como en Nietzsche, pero también son el placer de lo ya vivido. Hace poco me comentaba un compañero cuya colección no llega a los treinta ejemplares -¿ven? otro lapsus– que lo que más le gustaba en la vida es sentarse con una cerveza a escuchar un disco de Queen.
Otra faceta de la personalidad del coleccionista es la manía de disfrutar los álbumes completos y no sólo extractos o fragmentos. Todo se ejemplifica con la famosa polémica que provocó hace años Pink Floyd contra Itunes. La banda en un primer momento se negó a vender/compartir su música de manera disgregada y seccionada en las plataformas de streaming. Lo anterior sería como decir que un disco como el Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band, simplemente no tiene sentido escucharlo por separado o en secciones. No puede ser vivido sin ser una pieza artística conceptual. En su auxilio acude el concepto del Long Play con el orden perfectamente cuidado de las canciones que contiene y cuidando que las caras A y B contengan una historia perfectamente secuencial, situación que pocos respetan en la exploración por pistas digitales al estilo streaming del Spotify.
El coleccionismo de discos de vinilo, que podemos definir tal vez como todo aquello producido antes de 1990, año que el CD comenzó a desplazar al vinil en ventas, requiere en su personalidad ante todo unas grandes dosis de paciencia, cosa que no ocurre con los discos compactos y música digital actuales. Para adquirir un producto fabricado recientemente, basta con dirigirse al establecimiento indicado o con revisar un par de páginas de internet. En el peor de los casos, siempre existe ebay. La dificultad para conseguir estas piezas, es casi nula. ¿Pero cómo hacemos para conseguir una pieza que dejó de editarse hace más de 30 años?. ¿Y si solamente se fabricó exclusivamente en un país, como Israel por ejemplo?. Pues mucho peor, ya que ni ebay puede salvarnos. Simplemente, hay que tener paciencia. ¿Cómo hace uno para coleccionar cosas que, virtualmente, puede decirse que ya no existen?. Una de las cosas que aumenta el valor añadido de una pieza vintage frente a una actual, es la dificultad para conseguirla. Hay piezas de este tipo que solamente aparecen en ebay un par de veces por año (a veces menos), y nunca en otras páginas. Por ejemplo, para comprar un picture disc reciente del álbum Revolver, basta con ingresar en cualquier sitio de ventas online (Amazon, ebay o Mercadolibre) y ver cuál es la mejor de las ofertas que aparecen. Pero para comprar un ejemplar del LP de la portada de los Carniceros/Yesterday and Today de The Beatles, pueden hacer falta meses, inclusive años, hasta conseguirlo en subasta. Y aún así, es necesario tener la disponibilidad económica en ese momento preciso.
Cuando yo estaba en mis primeros años en el mundo del coleccionismo beatle, un buen amigo y colega me dijo una frase lapidaria que definió a partir de entonces mi enfoque hacia este hobby: “Lo que está destinado a ser para uno, lo será sin duda. No te angusties por lo que no tienes de momento”. Este enfoque, aunque puede sonar excesivamente determinista, libera al coleccionista de una carga que puede llegar a ser muy pesada: la obsesión por conseguir una determinada pieza. Explicando esto un poco, quiere decir que uno no debe angustiarse y tal vez ni siquiera preocuparse, por conseguir algo. Puede sonar supersticioso, pero pareciera que mientras más uno desea conseguir algo, menos probabilidades hay de que suceda.
Todo esto si se aplica siempre al coleccionismo vintage, donde hay cosas que son realmente difíciles de encontrar, será una cábala para ir armando nuestro stock. Muchas de las mejores y más preciadas piezas que forman parte de mi colección, las he conseguido en el momento menos esperado, en el lugar y las circunstancias más inesperadas, cuando ni siquiera recordaba que estaba interesado en conseguirlas. Sin llegar a extremos religiosos que involucren la predestinación, quiero decir que las cosas llegan en su momento, ni antes ni después. No hay que obsesionarse, y muchas veces ayuda hasta olvidarse de ellas.
Por otra parte, hay una característica innata en la personalidad del coleccionista vintage y es la emoción de la cacería. En algún lado leí que para un coleccionista, tiene más valor los años de búsqueda invertidos, culminando con el momento en el que finalmente se encuentra la presa, que es la pieza en sí. Es la emoción de la caza, la arqueología, la investigación y la búsqueda de cosas específicas que ya no están disponibles. ¿Pero por qué me enfoco principalmente en lo vintage?. Mientras que el 80% de los fanáticos de Paul McCartney y The Beatles compran productos actuales como compact discs y libros en tiendas normales, en festivales y por internet, existimos un número reducido de coleccionistas que somos muy específicos en lo que buscamos. La personalidad entonces evoluciona pues cuando una persona tiene ya cierto tiempo coleccionando, llega un momento en el que tiene que tomar ciertas decisiones. Necesita especializarse. Coleccionar todo lo que se produce actualmente sobre Paul McCartney o sobre The Beatles, es imposible, aún para una persona con dinero infinito. Es por eso que hay que pensar y elegir muy bien en lo que te vas especializar para comprar.
¿Por qué dejar en segundo plano lo nuevo? La respuesta lógica es que todos los nuevos lanzamientos van a estar disponibles por mucho tiempo, más aún tomando en cuenta las altísimas cuotas de producción actuales, y sus precios es muy difícil que varíen con el tiempo y en muchos la espera da por resultados de encontrarlos en ofertas rebajados hasta en un 50% del valor de lanzamiento. Pero entonces, si nos damos la oportunidad de comprar algo realmente raro y difícil, que sabemos que no va a estar disponible por mucho tiempo más, no se puede desaprovechar esa oportunidad cuando se presenta. En ese momento, la paciencia invertida se verá plenamente recompensada. Es por eso que, cuando un coleccionista adquiere la experiencia necesaria para subir de nivel, cambia su enfoque radicalmente. Los verdaderos coleccionistas duros, se enfocan en coleccionar piezas vintage. Con todo esto no quiero denigrar, ni mucho menos, a nadie y tampoco quiero desanimar a los nuevos coleccionistas que dan en estos momentos sus primeros pasos. No es mi deseo que nadie se sienta ofendido, es simplemente una opinión muy personal acerca de mi enfoque hacia el hobby del coleccionismo Beatle. Según algunos coleccionistas que he leído, los coleccionistas de memorabilia Beatle más veteranos eventualmente se decantarán por coleccionar exclusivamente piezas ultra raras. Y la mayoría, serán vintage.
Otra característica de un coleccionista es el ingenio al armar una colección. No es muy difícil aunque lo parezca a primera vista y mucho menos costoso si uno se lo propone. La mayoría de las veces implica estar en el momento indicado en el sitio indicado y ni siquiera es necesario invertir grandes sumas de dinero. Aunque ustedes no lo crean, la cantidad de dinero que he gastado en los casi 50 años que tengo coleccionando es muchísimo menor a la que he ganado. Simplemente hay que siempre intentar buscar el mínimo margen de gasto. No es muy difícil, y con un poco de práctica y maña se puede llegar a tener una gran colección con una inversión moderada.
Lo importante es intentar vivir cuantas más situaciones agradables mejor y no tiene por qué ser un viaje costoso y lejano, a veces, un simple café compartiendo la colección con una charla con la persona adecuada en la sala de nuestra casa puede dejarnos marcados y no olvidarlo nunca. La personalidad del coleccionista que ha madurado lo llevará a vivir de momentos y no de cosas, las cosas materiales normalmente lo único que consiguen es llenarnos los espacios en casa y darnos más trabajo a la hora de limpiar, mientras que los momentos vividos serán los que nos llenen es el corazón que es un pozo sin fondo, ¿no lo creen?
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