Era en el mes de noviembre de 2021 y la pantalla de mi teléfono celular se encendió con un mensaje de mi amigo Moisés. Me preguntó cómo la estaba llevando en esos meses y ya casi años de pandemia. –“De seguro estás escuchando tus discos”, me dijo. Mientras le contesté afirmativamente pensé cómo me ubicó de inmediato realizando actividades relacionadas a mi afición. En cuanto se anunció que el “Quédate en casa” iba a durar un buen rato en 2020, lo primero que se me vino a la mente fue mi colección de música. Me sentí como el protagonista del capítulo de La Dimensión Desconocida llamado “Por fin un poco de tiempo”, en el que un empleado bancario sueña con tener tiempo únicamente para poder leer, en mi caso, era la oportunidad esperada para organizar, completar, leer y escuchar gran parte de mi colección.

En cuanto al tamaño de mi colección, eso siempre es muy subjetivo. He visto en otros lugares y con otras personas, cuartos repletos desde el piso hasta el techo, colecciones que abarcan más de dos habitaciones llenas de CDs y discos LPs o colecciones repartidas en varios domicilios. Comparadas con esas, la mía es bastante modesta. Aunque debo admitir que no hace mucho una parte de la misma comenzó un proceso de migración desde mi estudio hacia la sala. Ahora, al estar leyendo o viendo televisión, lo primero que veo al echar un vistazo por la habitación son los LPs parte de mi colección de Paul McCartney y los de The Beatles. También algunos discos de Queen, The Doors, Karajan y otros más. De lo que estoy cierto, es que los álbumes que tengo son los que me gustan. Regla básica para un coleccionista es que nunca compres un disco sólo porque es un clásico, compra sólo los que te gusten o los condenarás a nunca escucharlos.

Durante la pandemia hice lo que era un propósito de año nuevo pendiente de muchos años y que siempre dejé a un lado. Primero, el adquirir componentes para resucitar mi equipo de audio y el segundo por fin procedí a organizar la colección; la limpié a conciencia, la organicé y la catalogué para que el paso de muchas horas, días y semanas tuviera su recompensa y me di cuenta que fueron apareciendo discos que había olvidado que tenía, o hacía mucho tiempo que no escuchaba y en casos más dramáticos y hasta chuscos; aparecieron discos LPs o CDs repetidos o varios otros aun cerrados en la misma condición como cuando los compré y con la eterna promesa de “cuando tenga tiempo lo abro y lo escucho”. En cuanto a los CD, esos discos pequeños que en su momento nos prometían un futuro con un sonido perfecto y eterno, ahora he visto perder su valor de una manera dramática por una u otra causa. Un termómetro para mí de las nuevas épocas es que dejé de adquirir bootlegs o CDs “piratas” debido a la comodidad de conseguir todo el material inimaginable en los blogs de la red.

Por otra parte, en ese mismo lapso, se reavivó mi gusto por los discos de Acetato/Vinilo y como lo he afirmado desde la primera parte de esta serie, detesto el termino millenian, para mí siempre serán LPs o Acetatos como los conocimos los adolescentes de los años 70´s y 80´s. Durante esa misma cuarentena, cumplí otro propósito que se había quedado pendiente: El de adquirir un buen tornamesa. Le di mantenimiento y realicé las adaptaciones a mis viejos mini componentes y a mi teatro en casa para poder conectarlo y tener un sonido decente de alta fidelidad emanado del los discos LP y comencé a completar la colección que inicié hace casi 50 años.

No tomé en cuenta en ese momento un pequeño inconveniente; comencé a experimentar la amarga experiencia de la obsolescencia tecnológica. Después del mantenimiento que describí, procedí a encender mi minicomponente AIWA y el módulo de reproducción de Compact Disc dejó de funcionar. El diagnóstico: el lector láser había terminado su vida útil después de 20 años de uso constante. Así que recordando mis épocas de estudiante de ingeniería electrónica, retiré la pieza dañada del minicomponente y me dirigí a la calle de los milagros tecnológicos en la Ciudad de México, la mítica calle de República del Salvador en el Centro Histórico. Aún llevaba en mente mis ubicaciones estratégicas en la calle para conseguir componentes electrónicos escasos que me pedían mis maestros para las prácticas en los laboratorios de la carrera y fui directamente al lugar más efectivo de repuestos de lectores láser en dicha calle.

Cuando llegué ahí, a un local que yo conocí como el del “Jarocho”, lo que me encontré fue una tienda de servicio de teléfonos celulares. Confundido, no dudé en preguntarle a uno de los empleados: –“disculpa, ando buscando el local del Jarocho”. Apenas terminé de pronunciar ese nombre cuando alguien como de setenta años me buscó la mirada y respondió: –“¿Para qué soy bueno amigo?”. Le dije que buscaba un lector láser para mi reproductor de discos compactos. El Jarocho no pudo evitar la risa y con una amabilidad de buen vendedor me dijo: “Amigo, ya nadie escucha CD´s, eso ya se terminó. Ahora todo ya está en el celular”. Me pidió que le mostrara la pieza, la observó como un joyero a un diamante y me dijo: “Ve a esta dirección y pregunta por ´El Gato´, quizá él te pueda ayudar, pero la verdad lo veo difícil”. Camine unos pasos y llegué a la dirección indicada, justo en la esquina de República del Salvador y el Eje Central. Pregunté por “El Gato” y un señor un poco más joven que “El Jarocho” me respondió que era él.—¿Qué necesitas?
—Busco esta pieza.
—A ver… ¡uy! Esto ya tiene como 20 años. Va a estar bien difícil —el “Gato” tecleó en la computadora y me aseguró que la pieza estaba descontinuada—. Yo que tú mejor usaría el reproductor de DVD para reproducir los compactos. Amigo, ya nadie escucha CDs, eso ya se terminó.

Sin haber conseguido la pieza y reflexionando en el camino de regreso al hogar, recordé en un podcast decir a un periodista musical que al ver su colección de vinilos, su hijo adolescente le dijo con un tono de preocupación y sarcasmo: “No pensarás dejarme todo esto cuando te mueras, ¿verdad?”. El periodista afirmó que tal comentario simplemente demuestra una realidad: las nuevas generaciones ya ven poco práctico el coleccionar o acumular información de manera física (discos, libros, revistas, periódicos), cuando supuestamente todo puede estar al alcance de su mano con un click y sin ocupar espacio físico. Tal observación hizo que retumbara en mi mente la sentencia del “Jarocho”: “Amigo, ya nadie escucha CDs, eso ya se terminó. Ahora todo ya está en el celular”. El escritor Simón Reynolds cuenta que últimamente ha preferido buscar una canción en Youtube que ir a buscar un disco en su colección. Vivimos en una época de la inmediatez a través de las plataformas digitales, pero cuando se vive en una pandemia como la que sufrimos recientemente, el tiempo se detiene, lo inmediato pierde sentido y las colecciones recobran su valor.

Yo por mi parte, fiel defensor del coleccionismo de música en formatos físicos, nunca he renunciado a cumplir con el ritual de tener que buscar un LP o un CD en caso de querer escuchar una canción determinada, no voy a negar que el MP3 o las plataformas de streaming dan una comodidad y una portabilidad total, pero a su vez como si fueran el canto de las sirenas, nos van volviendo más “flojos” en el arte y “rituales” para escuchar buena música. Por consecuencia, nos estamos perdiendo ya del goce de las portadas, los insertos, etc. Es por eso que no me rendí e investigue cual era el reproductor de DVD más adecuado para reproducir discos compactos, comparé aspectos técnicos, calidades de audio, facilidad de reproducir sin depender del control remoto y que contara con un display que me fuera mostrando el numero de pista. Finalmente lo conseguí y me asombro aún mas que al buscar esos modelos en los portales de venta de segunda mano, prácticamente ya los están regalando con tal de deshacerse de ellos.

En una entrevista sobre su más reciente película, el director Werner Herzog señaló que últimamente recomienda solo leer libros y caminar. “Es la única forma de reducir la frenética velocidad en la que estamos viviendo. La gente en el celular lee sólo pedazos de información, escucha sólo fragmentos de música y se satura de imágenes”, sentenció. A estas recomendaciones de Herzog, yo agregaría el de regresar a la costumbre de escuchar álbumes y discos completos, sentarse y seguir las letras de las canciones que vienen en las fundas como lo que yo hacía cuando era niño y adolescente y que me ayudó a perfeccionar mi pronunciación del idioma inglés, y a no perderse de gozar la obra completa del artista, tal como la pensó e ideó al momento de lanzar un álbum, el diseño de las portadas y los datos de la grabación.

Así, inexorablemente, los LPs y los CDs en muchos hogares comienzan a amontonarse y juntar polvo en todo el mundo. Los reproductores MP3 y el streaming están condenando ese soporte de almacenamiento a la obsolescencia. Según un informe de eBay, los consumidores de todo el mundo prefieren copiar la música a los nuevos reproductores MP3 y otros formatos más flexibles de almacenamiento. El informe agrega que sólo en Gran Bretaña hay compact discs sin vender por un valor estimado de mil millones de euros. La investigación agrega que la colección promedio de un usuario británico es de 164 CDs.

Para terminar de rematar con los efectos del lento proceso de obsolescencia y degradación en el coleccionismo de formatos físicos y como si fuera una plaga, la primera generación de CDs de la historia empezó ya a “morir”. Desde su primera aparición en el mercado hace unos 40 años, exactamente en 1982, los primeros discos compactos llegaron para cambiar la manera en que almacenábamos nuestra música y datos. Ahora, según IBM, la primera generación de discos compactos se está empezando a descomponer y a “pudrir”. Esto ocurre cuando la capa reflejante de un CD o DVD sufre oxidación. Antes esto sólo podía ser observado en discos que usaban tintes o adhesivos defectuosos. Sin embargo, el fenómeno ahora empieza a notarse en discos bien fabricados de 30 años aún sin haberse utilizado. Tal vez notarás que tu CD empieza a mostrar “manchas” o zonas que se “carcomen” y otras más dramáticas, encontrarás ocasiones que el CD en cuestión ya no puede ser leído por tu reproductor.

La forma de almacenar la música, los datos y la descripción de cómo se fabrica un disco se logran bajo ciertos estándares. Sin embargo, los detalles de cómo se fabrica cada disco no lo están (el material). Esto puede generar una gran variación en relación a la esperanza de vida de cada CD. Algunos nos dicen que podrían durar más de 700 años y otros llegar a no más de 30. Justamente estos últimos, los de 30 años, son los que están empezando a deteriorarse o descomponerse ahora. Si aún tienes grabaciones valiosas dentro de algún disco compacto con esa edad, te recomiendo guardarlo en un refrigerador. Este es el resultado al que llegó un estudio realizado por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en el 2009. Mantener tus CDs a temperatura de 5 grados Celsius con un 30% de humedad es la mejor manera de preservar tu información por al menos 500 años. Como sería poco práctico tomar por asalto el refrigerador de casa para guardar tu colección de música compartiendo el espacio con las legumbres y las cervezas, la única manera de salvar la música contenida en los discos que comienzan a deteriorarse es transferirla a la nube ó en algún nuevo disco o memoria regrabable. Para los que aún dudan de este fenómeno, les recomiendo que después de terminar de leer estas líneas, se tomen unos minutos más para buscar y corroborar en la red toda la información referente al fenómeno del “Disk Rot” o pudrición de los DVDs y CDs.

Pero regresando a lo relacionado a la obsolescencia programada, esta no da cuartel para el formato de reproducción y almacenamiento que hoy se proclame rey. Con el avance de la tecnología, muchos dispositivos que en el pasado resultaron ser de bastante ayuda ahora están empezando a quedar en el olvido. Ese es el caso del formato de audio MP3 que el año pasado fue oficialmente declarado muerto al imponerse las plataformas de streaming como Spotify o los formatos como el FLAC que prometen una fidelidad idéntica a la ofrecida por los discos de vinilo.

Y dejando a un lado el asunto de la obsolescencia, el colmo de una colección además de empezar a acumular polvo, es el de no darse el tiempo para disfrutarla. Finalizaré haciendo mención del tema al inicio de esta colaboración, con todo lo malo que pudo traer la pandemia, a algunos afortunados les trajo ese preciado tesoro que es el tiempo. Aprovechemos este recurso no renovable porque de lo contrario, nos arriesgamos a que frases como las del “Jarocho” o el “Gato” nos indiquen que la obsolescencia nos ha alcanzado y ganado la batalla en la vida.

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