Soy un cincuentón nacido en la década de los sesenta. Recuerdo en mi niñez y mi adolescencia lo difícil que era conseguir discos de mi agrado en las tiendas de música que había por mis rumbos, sólo se vendía lo más popular en aquellos años: José José, Vicente Fernández, Ángeles Negros, Rigo Tovar, cumbias, etc. ¿Por qué uso el término disco y no vinilo o compacto? Sencillo, en esos años solo había discos de acetato y cassettes. Los problemas de cómo hacerse de discos se acentuaban debido a que nuestra familia era de clase media y a pesar que mi papá hacía hasta lo imposible por cumplir de vez en cuando nuestros gustos, no había dinero suficiente para comprar de modo periódico los discos LP´s.(Long Play) como yo hubiera querido.

Pasaron los años y al llegar mi adolescencia comencé a estudiar el bachillerato en el CECyT (Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos) Wilfrido Massieu en el año 1981. Utilizaba el transporte público y el ir y venir por el metro de la Línea 2 me llevaba al salir de clases a la tienda de discos Discolandia que estaba saliendo de la estación Tacuba. Ahí me pasaba unos minutos tratando de encontrar las ofertas o los remates donde de vez en cuando aparecía alguna copia de Paul McCartney, The Beatles y Queen, posteriormente tomaba mi autobús Ruta 100 para ir a casa. Otra oportunidad para buscar piezas de la colección era cuando me sumaba a mis padres en las compras dominicales del supermercado y me gustaba quedarme en la sección de discos en las tiendas como Gigante, De Todo, Aurrera, etc. Ahí en los anaqueles podías encontrar también con algo de suerte ofertas de remate de los álbumes que habías buscado por meses o años. Ya si se quería obtener discos de música realmente exclusiva, tenías que ir a las tiendas de Discos Zorba en la Zona Rosa o en Satélite y a Discos Aquarius en la colonia Roma, estas tiendas eran verdaderas boutiques de acetatos y cassettes.

En estas últimas tiendas, las visitas eran en la mayoría de las ocasiones sólo para ver sin comprar algo; casi todas las piezas que vendían ahí eran importadas y muy caras y yo solamente suspiraba al tenerlos en las manos unos minutos para devolverlos con algo de frustración al anaquel. Ahí algunos de mis amigos, que si tenían los recursos económicos suficientes, compraban dos copias del mismo disco. La primera copia era para escucharlo y grabarlo en cassettes de cinta magnética y la segunda copia la guardaban cerrada, porque nunca se sabía lo qué podía pasar y dañar la copia de uso diario.

La emoción al abrir un LP nuevo es inolvidable para el coleccionista y se dice que nada se compara al sonido de un disco en su primera reproducción y es muy cierto, pues cada vez que la aguja pasa por los surcos, los desgasta, de ahí que en la primera escucha se sugería grabarlo en un cassette; entonces se podía guardar el disco y usar para la escucha cotidiana el cassette. Algo muy parecido a lo que hoy hacemos al escuchar los archivos MP3 y así no perder tiempo en buscar y reproducir los formatos físicos. Por cierto, el término vinilo, que los millenians y los snobs le han dado a los discos últimamente, nunca me ha parecido correcto. Lo escucho y lo asocio a los pisos de loseta vinilica, las calcomanías o las bolsas de plástico que te dan en una tienda de abarrotes. El término correcto para nosotros los de la vieja guardia siempre será LPs o acetatos aunque este último también tiene sus detractores.

En cuanto a las fuentes de reproducción, en específico a los tornamesas o tocadiscos, había cuestiones que deberían de considerarse si se quería obtener la mayor fidelidad al escuchar los discos. Sabíamos que una aguja de zafiro daba una menor calidad de audio, menos horas de uso y más desgaste al surco, pero menos precio. En cambio, una aguja de diamante daba un mejor sonido, más horas de uso, menos desgaste al surco pero era mucho más cara que la de zafiro, la vida te iba enseñando esos pequeños tips.

En cuanto a la parte de los altavoces, bocinas o bafles, también había que considerar por lo menos armarse de un amplificador decente y algunos bafles de buen tamaño y que tuvieran bocinas para agudos y graves. Así asegurabas la mayor fidelidad o por lo menos el hacer el mayor escándalo con las quejas consecuentes de mis padres por lo pequeña que era la casa e interrumpir los momentos que ellos usaban para ver la única televisión que teníamos.

Mi colección de The Beatles, Paul McCartney y Queen la comencé a los 7 años de edad, no me importa si mi colección es buena o no lo sea, pero para mí es una parte de la historia, de mi historia, de mi vida; cada disco, CD y cassette se adquirió en un momento especial y algunos con muchos sacrificios. Los eventos en mi vida se pueden entrecomillar con discos LP´s, CD´s y discos sencillos de 45 RPM o acetatos, o como les quieran decir. Cuando trabajé en la Secretaría de Relaciones Exteriores me daba por visitar algunas tiendas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, las más de las veces solo me pasaba las horas viendo portadas y buscando alguna rareza, y salía con las manos vacías porque me quedaba pensando de repente en la colección que tenía en casa sin clasificar con el riesgo asociado de comprar alguna pieza repetida, y afortunadamente durante la pandemia me pude por fin hacer de un buen tornamesa para escucharla y pude también poner orden y organizar la colección para evitar adquirir esas posibles compras dobles.

Mi viejo, que siempre me consintió mucho, aportó buena parte para la colección en los primeros años, pero recuerdo que para comprar mi primer LP en vinilo tuve que ahorrar muchos domingos… y meses… Una anécdota que les contaré fue que cuando intentaba conseguir el LP McCartney II, este ya se encontraba descatalogado y mi hermano menor que iba a estudiar a la Vocacional 5 cerca de la Ciudadela me comentó que en una tienda legendaria (hoy ya no existe) llamada El Gran Disco ubicada en Balderas esquina con Av. Juárez, tenían una copia importada y sobre todo nueva del LP de Paul.

Mi papá me pidió por esas fechas que pintara toda la casa familiar, así que la pinté desde el segundo piso hasta la planta baja; interiores y exteriores, y creo que me tarde como un mes. Al terminar mi papá me dio un billete flamante de 100 pesos y sin pensarlo me lancé hacia El Gran Disco; con la ansiedad a flor de piel llegué al establecimiento y noté con alivio que aún estaba la copia disponible en un precio de 115 pesos. Para que dimensionen, un LP Nacional en ese entonces costaba como 20 pesos. Compré bien feliz mi copia del McCartney II y al llegar a la casa mi Papá abría los ojos que se salían de sus órbitas y me preguntaba; ¿Y en eso gastaste todo el dinero?, les estoy hablando que un boleto del metro costaba 20 centavos y el autobús Ruta 100 costaba tres pesos.

Recuerdo también cuando se lanzó el formato físico del CD y mucha gente se deshizo de sus LP´s. Para muchos eran ya basura que en apariencia ocupaban mucho espacio, algunos los usaron para reciclar y decorar casas, cantinas o bares. Esto último con la idea de que el disco de vinilo iba a terminar sólo en un recuerdo. Afortunadamente un servidor decidió, como muchos más, en conservar su colección de discos. Algunos otros se dieron cuenta del valor futuro y empezaron a comprar los vinilos que se desechaban a precios muy baratos, y ahora en muchas partes de la Ciudad de México puedes encontrar tiendas que venden estos discos de segunda mano, pero a precios muy caros y los que en su momento desecharon o regalaron su colección, ahora lo lamentan pues los precios han ido aumentando de modo exponencial en los últimos años.

En la actualidad me doy cuenta que el LP se ha vuelto una moda vintage y por ende cara. De años para acá, me llevé una grata sorpresa al ver que en las tiendas Sanborns y Mix-Up estaban comenzando a vender nuevamente discos LP´s. Me emocioné, no lo voy a negar; ver las portadas en un formato más grande que el de los cuadernillos incluídos en los CD´s es toda una experiencia… es todo un recuerdo… lo primero que pensé fue que mi colección y la de muchos tal vez se revaloró automáticamente; pero la acción de años de coleccionar y de conservación era probable que perdieran todo sentido con esta nueva oleada, en pocas palabras, se perdió la exclusividad.

Lamento informarle a los nuevos fans de la música en formato físico, que al comprar un LP de los que se venden actualmente, gastarán su dinero pensando muchas veces en que están comprando un artículo de moda, cool, retro y que ahora da cierto estatus cultural y económico; pero lo que no les aclaran es que en algún punto de estas nuevas ediciones de álbumes en vinilo se perdió la cadena analógica. Los masters originales ya no existen, por lo tanto ya no están adquiriendo una grabación analógica, sino muchas veces LP´s prensados a partir de fuentes digitales, incluso se están utilizando CD´s para transferir su sonido a los LP´s actuales. Esto es, sólo están cambiando de formato y no escucharán la calidez del sonido que caracterizaba a los viejos discos del siglo pasado. Si pensáramos en una analogía a esto, sería como grabar una cinta VHS de video a partir de un Disco Bluray. El videocassette tendrá la textura y forma del formato físico retro, pero nunca tendrá el carácter y fuente que lo hace analógico y la fidelidad que tenían los viejos videocassettes del siglo pasado.

En todo proceso digital hay una pérdida de calidad, no importa lo bueno que sea el proceso. Al hacerse mezclas digitales a partir de un muestreo de bits con 1´s y 0´s, esto nunca igualará a una grabación analógica pura que toma todo el espectro del sonido. En una comparación para entender la diferencia; sería el equivalente de comparar una fotografía impresa desde un negativo fotográfico antiguo (imagen analógica) contra una fotografía obtenida de una cámara digital. Si amplificas demasiado la foto digital, llegará el momento que la imagen se verá pixelada formada por cuadritos perdiendo el detalle y en cambio, una fotografía obtenida desde un negativo fotográfico (analógico), nunca perderá el detalle de la imagen aunque la amplifiques, que al final de cuentas, eso es lo que yo trato de explicar aquí, intentando de regresarle un poco de dignidad a mi ya de por si manoseada colección.

Y para terminar esta primera parte, les hablaré un poco del famoso tianguis de discos del Chopo que aun se sigue ubicando todos los sábados a un costado de la estación del tren ligero (Antes estación de Ferrocarriles de Buenavista). Este era también otra manera de hacerse de discos LP´s usados, por intercambio o venta y muchas veces encontrabas autenticas joyas. Lo referente al tianguis me ocuparé en otra futura colaboración, pero como adelanto de la misma, les contaré una anécdota. Resulta que en una ocasión que acudí a finales de los años 80´s del siglo pasado al tianguis, en un puesto tenían el LP George Harrison, homónimo del gran beatle, el cual había buscado por muchos años pues me gustaba la canción Dulce Dama Morena (Dark Sweet Lady) que venía en ese álbum. Lo levanté entre las cajas que tenía en la banqueta el chavo que lo ofrecía y este notó mi interés a lo que me dijo con aires de conocedor: llévatelo, ese está buenísimo, tiene la canción de AZUCAR MORENA, jaja, seguramente vio el titulo Dark Sweet y pensó en algo dulce y oscuro.

Otro aspecto del apego que le das a tu colección es cuando decides regalar alguna pieza especial. Una vez regalé una copia nueva importada del LP Doble Love Songs de The Beatles, yo tengo el nacional, pero decidí regalar el importado porque era muy importante ese regalo y a la persona al que se lo dí, aunque posteriormente esta lo desechó sin valorarlo. Así es esto de las colecciones de música en formato físico de las cuales seguiremos profundizando próximamente.

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