El legado musical y artístico de David Bowie es una fuente inagotable la cual no solamente nos ha dejado diversos álbumes nuevos, boxsets y discos en vivo o en estudio, que se van rescatando de los baúles de los mismos estudios de grabación o de las bodegas personales del músico. Sumado a esto podemos también complementarlos con los documentales o biopics (como el fallido Stardust del 2020 dirigido por Gabriel Range que pasó sin pena ni gloria) los cuales nos acercan más a la apasionante vida de esta artista. Bowie, quien falleció en enero del 2016, es una de las grandes figuras del rock que ha dado, un hombre que supo adaptar su música y arte a cualquier estilo que se fue presentando a través de los años en los que estuvo en la Tierra, como un camaleón que sobrevivió y que además fue ganando nuevos seguidores. Ahora una parte de su vida e ideas se nos presenta en la película Moonage Dream, escrita y dirigida por el cineasta Brett Morgen.

Morgen mantuvo el proyecto por cinco años, de acuerdo con lo que informó la revista Rolling Stone, en el años 2005 se acercó al mismo Bowie para explicarle sobre una idea para un filme, pero por diversas razones no pudo realizarse. En palabras para la publicación el creador aseguró: “No es sólo que ame su música, que sí lo hago, sino que sus palabras son muy inspiradoras; su manera de acercarse a las cosas es muy inspiradora. Esta idea de experimentar algo con lo que no te sientes cómodo también, y es algo que cambió mi vida, tanto en lo artístico como en lo personal”. Una de las motivaciones para realizar este documental fue el que el público se contagiara de la emoción al escuchar la música y sobre todo la filosofía de vida de David Bowie, tarea que no parecía fácil pero su obra cumple con esta función primaria.

Moonage Daydream inicia con una mirada a un paisaje espacial de donde llegó, de manera romántica, ese ser andrógino, que ahora lo vemos como a un astronauta muerto que es encontrado en la luna (escena tomada del video Blackstar), para luego sumergirnos visualmente en un caleidoscopio, con una mezcla de sonidos, para llegar al tema Hallo Spaceboy (en el remix de los Pet Shop Boys) que nos dejará visualizar todo un collage de imágenes que servirán para ilustrar las palabras de David Bowie, palabras llenas de filosofía que el artistas ofreció a través de diversas entrevistas a lo largo de su vida. Ideas que van desde el análisis de la obra del filósofo alemán Friedrich Nietzche hasta la propia escritura de Bowie que creó en cada una sus composiciones. Las palabras de Bowie nos harán reflexionar sobre diferentes aspectos de la vida misma: “El tiempo, una de las expresiones más complejas. Memoria hecha manifiesta, es algo que se extiende a caballo entre el pasado y el futuro sin estar nunca del todo presente o mejor dicho, al principio parece indiferente al presente”. Un artista que supo expresar sus ideas y con las cuales nos adentrará en su fascinante vida y nos hará parte de ella.

El director Brett Morgen, quien ha sido el responsable de documentales como Crossfire Hurricane (2012) y Cobain Montage Of Heck (2015), nos entrega una película con una mirada no convencional, un filme que nos llevará por un laberinto visual, en donde el montaje vertiginoso, hecho por el mismo Morgen, nos traslada al momento cumbre de Bowie con su creación de Ziggy Stardust, con una muestra de sus shows, que tomó prestada de la película Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (D.A. Pennebaker, 1979). Por un parte el cineasta nos lleva a sentir la emoción de vivir un concierto de Bowie, en esa etapa del glam rock, con jóvenes que derraman lágrimas por no tener la oportunidad de encontrarse con el músico o demuestran alegría por poder presenciar su show, y por otra nos adentrará a la intimidad del sabio artista.

Por instantes la cámara sigue a Bowie de espaldas que camina hacia al escenario, recorre un centro comercial o las calles de Los Angeles, Nueva York, Londres o Berlín, un artista incansable que va narrando parte de su vida, su visión de la vida, el éxito, sus creaciones artísticas que van desde la música, el cine y hasta la pintura (la cual se mostraba reacio a exhibir en alguna galería por considerar sus obras como muy personales que referían a personajes solitarios). Brett Morgen  decide utilizar a Bowie como figura central, no es el documental en donde se invita a personalidades que rodearon al artista, periodistas o músicos para dar testimonio del genio del artista, para eso deja que películas como la trilogía del director Francis Whateley (Five Years, The Last Five Years y Finding Fame) sean la que ilustren su vida a detalle; dentro del filme podemos ver como el artista responde con gran inteligencia las preguntas del presentador televisivo Dick Cavett o las hechas en alguna conferencia de prensa.

A través de la mezcla de imágenes de películas como Nosferatu (F.W. Murnau, 1922), Metropolis (Fritz Lang, 1927), The Cabinet of Dr. Caligari (Robert Wiene, 1920), A Clockwork Orange (Stanley Kubrick, 1971) y The Passion Of Joan  of Arc (Carl Theodor Dreyer, 1928), se montan las palabras de Bowie en voz fuera de cuadro o apareciendo en alguna entrevista, el sonido y la música, producida por Tony Visconti y mezclada para el film por Paul Massey que revitaliza el sonido, nos entrega una mejor experiencia de audio, en donde sentimos la fuerza del músico sobre el escenario en las secuencias en vivo que surgen del pietaje de  las giras de Ziggy Stardust, Diamond Dogs, Stage Tour,Serious Moonlight, Glass Spider y Earthling.

Además el director utiliza las imágenes de archivo de las cintas en donde participó Bowie, por lo que podemos ver secuencias de The Man Who Fell To Earth (Nicolas Roeg, 1976), The Hunger (Tony Scott, 1983), Merry Christmas Mr. Lawrence (Nagisa Ôshima, 1983), Absolute Beginners (Julien Temple, 1986) y Labyrinth (Jim Henson, 1986), entre otras. Asimismo observamos parte de su actuación en The Elephant Man que se presentó por una temporada en un teatro en Broadway. La película se va desarrollando de manera cronológica, sin que se ponga énfasis en ello, finalmente son las palabras de Bowie las que nos van conduciendo por estas diferentes etapas, incluso el director inserta parte de su recuerdos de infancia y la relación con su padres y su hermano Terry en una parte del film sin que vayan en un orden temporal específico. Por la misma estructura del documental, Morgen no tiene porque darnos más detalles de la vida privada del artista, al final de cuentas no estamos ante una biografía como tal, sólo se habla, con voz en off de Bowie, en ciertos casos hace mención de la relación con su esposa Iman, como esa mujer en la que encontró la tranquilidad que buscó por años, al ser un hombre que se mudaba de país para poder absorber la cultura que necesitaba para su arte.

Otro punto que destaca Brett Morgen es la evolución artística de David Bowie, de cómo pasa de ser ese alien de cabello rojo, Ziggy Stardust, a el White Duke, a cambiar para los ochenta en donde hay una comunión entre el músico y su público que abarrota los lugares en donde se presenta y en algún momento el mismo creador reconoce que se ha estancado en su arte, simplemente para resurgir con nuevos álbumes que dan muestra de su capacidad creativa mutable. Bowie nos habla de la condición finita del ser humano, esa que en algún momento debemos considerar para poder vivir sin temor a intentar en todo lo que nos propongamos, porque al final de todo, sólo nuestro legado puede ser infinito, como lo es el de David Bowie. “Eres consciente de una existencia más profunda. Tal vez una tranquilidad temporal de que, de hecho, no hay principio ni fin. Y de repente, se trasciende la apariencia externa del significado, te encuentras luchando por comprender un misterio profundo e impresionante: Todo es transitorio ¿Importa? ¿Me molesto?

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