El rock inglés de los tempranos sesenta supo hacer suyas las raíces del rhythm and blues y el rocanrol norteamericano. Pueden rastrearse en armonías, solos y covers de grupos como The Beatles o The Rolling Stones, los alaridos de Little Richard, el estilo en los solos de Gene Vincent, las cadencias vocales en la interpretación al modo de Elvis o la marca compositiva de Buddy Holly. Sin embargo, ya esa camada fundacional (a la que podríamos sumar, para ser justos a The Who y  The Kinks, entre tantos otros y seguir así siendo injustos) supo también realizar una primera química que dio como resultado un producto original conocido como “la invasión británica”. En esa mezcla se conjugaban, de un modo novedoso, y a las raíces ya mencionadas, sonidos propios de la isla como las referencias al Music-hall, las marchas de bandas circenses y armonías cercanas a la música celta. De ese modo se va construyendo no solo un sonido sino también una cultura, que el mundo conoció como la psicodelia. Es cierto que promediando los sesenta, Londres era un epicentro cultural por el que desfilaban grandes personalidades de la vanguardia en la artes: escritores, pintores, músicos (músicos referentes en la llamada música concreta, experimental y electrónica como Luciano Berio o Karlheinz Stockhausen). Los jóvenes músicos (ente ellos Paul McCartney) absorbían con avidez y fruición estas tendencias. El mismo McCartney da cuenta en su biografía Many years from now (1997) escrita por Barry Miles, que:

“En Gran Bretaña, entonces, la revolución de los sesenta puede atribuirse en gran medida a una combinación de esta educación gratuita, de la admisión  abierta a las escuelas secundarias con formación artística (art schools), y al boom económico de posguerra (…) las escuelas artísticas produjeron unos cuantos buenos artistas (…) que aseguraron que el rock británico llegara a ser la música dominante en todo el planeta durante más de una década: Eric Clapton, David Bowie, Pete Townshend, todos los integrantes de Pink Floyd, Ketih Richards, Ron Wood,  Ray y Dave Davis de los Kinks, Jeff Beck (…)” (29-30).

Esta sería quizá una de las razones de la particularidad que el rock británico dio a conocer al mundo a partir de los sesenta. Luego, la historia continúa y las influencias y tendencias irán produciendo nuevas transformaciones. En esta oportunidad queremos detenernos, como muestra aleatoria, en algunas expresiones puntuales que dan cuenta de esa primera mezcla. Y para ello hemos seleccionado la performances de algunos guitarristas que se alejan de esa primera forma de ejecución más cercana al estilo norteamericano del blues y del Rhythm and blues para dar cuenta de las influencias producto de esa mezcla que mencionábamos líneas atrás.

Algo en su forma de mover (los dedos)

El recorrido comienza en los dedos de George Harrison, guitarrista que supo mezclar las influencias norteamericanas con los sonidos provenientes de la India y que luego, ya en su última etapa beatle, produjo sus más altas creaciones. Ejemplo de ello es el tema Something (1969) una de las canciones preferidas de Frank Sinatra. Pero, además de la belleza compositiva, el tema cuenta con uno de los solos de guitarra mejor logrados por el quiet beatle. El ingeniero de sonido Geoff Emerick, da cuenta de su realización:

“La única complicación se presentó cuando George Harrison anunció que quería rehacer el solo de guitarra (…) el problema era que sólo quedaba una pista, y la necesitábamos para la orquesta. La única solución era que lo tocara en directo, al mismo tiempo que la orquesta, para poder grabarlos simultáneamente en la misma pista (…): «Muy bien, hagamos eso». Había que tener agallas y mucha confianza para aceptar un desafío semejante. George tendría que tocar correctamente el solo hasta el final, sin pinchazos (…) consiguió tocar el complicado solo con facilidad”. (Emerick y Massey, 2014: 288).

He aquí al inmenso Harrison realizando en vivo Something, en el Concierto para Bangladesh en 1971:

Si de influencias de música pastoril y clásica se trata, “Starway to heaven” de Led Zeppelin resulta una gema imprescindible. El tema aparece en el álbum Led Zeppelin IV de 1971. (Para más información de este disco puede consultarse en este sitio: https://elcirculobeatle.com/led-zeppelin-y-su-esencial-cuarto-album ). Más allá de la belleza original del tema que transita por ritmos y estilos diferentes a lo largo de la misma canción, el solo de Jimmy page muestra sus raíces, influencias y la gran evolución del músico que se diera a conocer con los Yardbirds. (Sobre los Yardbirds, véase en este mismo sitio: https://elcirculobeatle.com/the-yardbirds-un-ingles-excepcional )

Ya en el terreno del heavy metal original, resulta un punto insoslayable la performance del guitarrista del grupo Deep Purple, Ritchie Blackmore. La historia da cuenta de que Blackmore toma clases con un conocido guitarrista inglés de sesión, Big Jim Sullivan. La primera pieza que Sullivan le enseña al joven Blackmore fue una Gavota de Johann Sebastian Bach. Quizá una de las producciones en la que se trasluce con mayor claridad el  domino del instrumento, la digitación y el gusto por las fugas bachianas por parte de Blackmore, sea el solo que realiza para “Highway star”, tema que conforma el álbum Machine head (1972). Claro que sería imposible, aunque estemos hablando de guitarristas, no mencionar el solo previo, también con reminiscencias clásicas que realiza el tecladista Jon Lord.

Hay un solo que brilla como un diamante loco. Es el que realiza David Gilmour a bordo de su Fender Stratocaster para “Shine on You Crazy Diamond”. La canción parece hacer referencia a uno de los fundadores de la banda Syd Barret, y fue incluida en el álbum Wish You Were Here, de 1975. Según se relata en distintas oportunidades, un irreconocible Barret ingresa al estudio de Abbey Road mientras la banda se encontraba en la producción del tema. El solo cuadra en medio de un clima futurista generado por el colchón de teclados en el que se mezclan los sonidos barrocos con el tempo del blues marcado por la guitarra.

Resulta muy difícil comprimir en estas líneas tamaña tradición musical, pero parece oportuno cerrar con un virtuoso del instrumento que supo brillar dentro de una de las mayores conformaciones del rock sinfónico. Se trata del guitarrista Steve Howe, del grupo Yes. La banda contaba con varios virtuosos, cada uno en lo suyo,  de la talla del tecladista Rick Wakeman, el vocalista Jon Anderson,  o del bajista Chris Squire. Pero si de performances guitarrísticas se trata, hay una composición del mismo Howe que se destaca por el cúmulo de influencias que contiene y por su ejecución misma. “The clap” (el aplauso) representaba un set solista que el guitarrista realizaba en medio del apabullante sonido monumental que Yes desplegaba en sus presentaciones. El tema apareció publicado en The Yes álbum, de 1971. Para escuchar y luego, obviamente, aplaudir.

Buenos Aires, 22 de noviembre de 2021.

Referencias
Emerick, G. y Masey H. (2014) El sonido de Los Beatles. Memorias de su ingeniero de grabación, Buenos Aires, Indicios.
Miles, B. (1999) Paul McCartney. Hace muchos años, Buenos Aires, Emecé.

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