Dentro de los subgéneros derivados del rock, el heavy metal es uno de los más populares con grupos que son muy representativos y de fama mundial. Pero aunque nos pueda parecer extraño, en estos días, aún existen lugares en donde este tipo de música es prohibido (por cuestiones políticas, culturales o religiosas) y muchos jóvenes deben escucharlo y tocarlo en la clandestinidad y uno de esos lugares es Irak.

Hagamos un poco de historia, en el mes de marzo del año 2003 inició un conflicto bélico en Irak, encabezado por Estados Unidos, para derrocar al gobierno de Saddam Hussein, con quien ya había antecedentes de confrontaciones en el pasado como la famosa Guerra del Golfo que trajo la Operación Tormenta del Desierto, en esta ocasión, con ayuda de algunas naciones bajo el operativo llamado Nuevo Amanecer, se invadió ese país del Medio Oriente en una guerra que terminó hasta el 2011, lo cual dejó una severa crisis político-social que afecto a miles de civiles.

La película Heavy Metal in Baghdad (2007), de los periodistas televisivos Eddy Moretti y Suroosh Alvi de la cadena Vice, es un conmovedor y reflexivo documental que retrata a una parte de la sociedad civil, en la figura de un grupo de trash metal, que vivió y sufrió en carne propia los estragos de la guerra, extranjera y civil, dentro de Irak. La cinta inicia en el  2006 cuando los realizadores se colocan sus chalecos antibalas y de ahí nos llevan, a través de un flashback al mes de noviembre del año 2003, cuando gracias a un reporte de la cadena MTV conocen del único grupo iraquí que existe  de rock trash metal, llamado Acrassicauda. Es entonces cuando Moretti y Suroosh se ponen en camino para contactar a los jóvenes integrantes del grupo, el bajista Firas Al-Lateef, el guitarrista Tony Aziz, el baterista Marwan Reyad y el guitarrista y vocalista Faisal Talai.

De manera muy hábil, los periodistas nos ubican en diferentes tiempos narrativos, por una parte, como un primer episodio, el del año 2003, siguen a los integrantes del grupo al inicio de la invasión, con imágenes que muestran el horror de la guerra, observamos misiles cayendo sobre la ciudad de Bagdad, con una estatua de líder Saddam Hussein siendo tirada, en calles llenas de soldados y una población civil desconcertada  y temerosa. Dentro de todo este caos tenemos a los miembros de Acrassicauda, ensayando en un sótano sus canciones; rodeados de afiches de bandas de metal, nos explican lo difícil que es conseguir cassettes, de forma ilegal, de sus grupos favoritos; los observamos platicando de lo complicado que es tocar su propia música, la cual no habla de temas políticos “para no parecerse a System Of A Down”, el miedo a morir jóvenes debido a una bomba e incluso el no poder dejarse el cabello largo debido la estricta religión musulmana. Luego, en un segundo capítulo, pasarán unos cuantos meses para verlos tocar en un breve concierto dentro de un hotel, con un reducido público rockero que por un instante olvidarán que su nación está en guerra.

Para una tercera parte nos ubican en el 2006, para este momento  el conflicto se ha tornado en una cruel guerra civil, en donde el grupo se ha separado, sus sueños de ser músicos de metal se han destruido y deben aceptar la realidad en la que viven, ahora en el exilio en Siria, en una zona llamada Jeremana en Damasco.  La película no solamente nos lleva a sentir la tristeza de los personajes (algunos ya casados, mientras que otros desaparecieron) por dejar de tocar en la banda, sino que además nos muestran los peligros de vivir el día a día con la zozobra de vivir en un país en donde, además de haber abandonado su patria y a su familia, tienen que laborar largas horas de trabajo por tan solo 100 dólares al mes. Los documentalistas no pretenden tardar horas en contarnos toda la historia de la disputa de Irak con otras naciones, como lo hace la serie de la cadena alemana DW, Irak- Destrucción de un país, aquí el factor humano es lo que realmente importa. Tampoco toman un bando en este conflicto, simplemente están llevando la crónica de estos músicos y sus sueños rotos por la guerra.

En esta parte del videofilme, Moretti y Suroosh se reúnen con los integrantes del grupo, les muestran una parte del material grabado, en donde tocan ante el público, como una cápsula  de tiempo que se abre para revivir ese reciente periodo doloroso.  Marwan Reyad en algún momento expresa: “Durante seis años, hombre, hemos estado atados. Recuerdo toda esa mierda, amigo. Esta es una película bastante impresionante que filmaste allí – ¿Sabes qué? Nos sentimos tristes. Nos sentimos terriblemente jodidamente tristes. Esta es una maldita escena triste. Escenas de tragedia. Ver el país en el que creciste y todas las personas que conoces que ya no viven. Estas son cosas que ves  en el televisor cada vez que cambias de canal cuando está encendido. Así que para ustedes, hijos de puta, así es como funciona, así es la vida diaria en Irak. Esto va para todos ustedes, hijos de puta. Cerdos.”

Pese al entorno bélico por el que nos conduce Heavy Metal in Baghdad, la cinta también da un mensaje esperanzador con el grupo tocando un palomazo años después, sin temor a un ataque, así como la grabación de unos demos en el exilio. Los periodistas Eddy Moretti y Suroosh Alvi encajan perfectamente el montaje de su documental, para narrarnos cada detalle de la situación y simpatizar con el grupo Acrassicauda (un nombre sacado de una especie de escorpión negro iraquí) quienes reconocen que si pudieran le cambiarían de nombre a la banda.

A manera de epílogo, no incluido en la película, los documentalistas Eddy Moretti y Suroosh Alvi consiguieron visas para los integrantes del grupo que se mudaron a Nueva Jersey, Estados Unidos, en donde han podido seguir con su música, pero esa es otra historia que deberá ser contada en algún otro momento.

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