Yo, Tere Chacón, confieso aquí que he cometido muchos errores en la vida. Tal vez demasiados.

Entre ellos, probablemente el que más lamento es haber permitido durante mucho tiempo que mi comportamiento personal no tuviera relación directa con mis palabras. Es decir, por tener facilidad de palabra, se me hacía poco importante hacer que mis acciones concordaran con lo que decía, prometía, aseguraba o inclusive presumía.

Ahora, de varios años a la fecha, me doy cuenta de cuánto fallé como persona al no ponerle atención a la esencia del ser: las acciones deben de concordar con lo que uno expresa. De otra manera, la persona se demerita y pasa de ser un ser humano a ser un vil perico. Sí, uno de esos animalitos de plumaje colorido que sólo emite sonidos entendibles que no pueden ser respaldados ni cuentan con credibilidad alguna.

No, no estoy hablando de palabras profundas ni de expresiones filosóficas de vida… Estoy hablando sencillamente de lo que nos es cotidiano y que forma parte de nuestras vidas diarias. Estoy hablando de frases que escucho y leo muy seguido en mis comunicaciones en las redes sociales: “Me encantaría retenerte”, “te veo esta semana”, “yo te hablo después”, “no puedo hoy pero nos contactamos el próximo lunes”, “Tere, me urge verte, te busco pronto” y “yo te aviso el jueves”, entre cientos más.

Estas frases tan insignificantes tendrían que tener el sustento de la acción correspondiente como lo son demostrar interés, buscar físicamente a quien se le prometió hacerlo, tomar un teléfono o mandar un whats sólo para cumplir lo que uno dijo. Sólo por eso.

Y cuando no es así, cuando las personas no cumplen con lo aseverado, la consecuencia primaria es un descenso en el ranking de seres humanos (y el correspondiente ascenso en el ranking de pericos) y la secundaria, la más fuerte, es la pérdida de confiabilidad y credibilidad como personas. ¿Sabes cuándo volveré a creer en tus palabras? NUNCA, no eres honorable y no valgo para ti el realizar el esfuerzo de cumplir tus propias palabras.

Entender plenamente lo que es el honor me ha costado varios años. Durante mucho tiempo me fui con la idea de que si no matas, si no robas, si no cometes delitos, eres una persona honorable. Ahora me doy cuenta que el asunto no va por ahí. Cumplir de manera cabal con la legalidad de inicio, es nuestra obligación, y después, nos hace buenas personas o buenos ciudadanos pero en ningún momento nos hace honorables.

El honor, señores y señoras, se consigue sólo con esfuerzo. Si digo, cumplo. Aunque me de flojera. Aunque sepa que no pasará nada. Aunque esté segura de que aguantarás ésta y más mentiras porque me quieres. Aunque te lastime o afecte. Aunque no quiera cumplir. Y esto va para la palabra que le damos a nuestros seres queridos. Y a los conocidos. Y a los compañeros de trabajo. Y a los desconocidos. Y a los que no soportamos.

De esta manera, lamento profundamente el darme cuenta que son pocos, muy pocos, los seres humanos que me rodean y que puedo calificar de honorables. La mayoría de la gente que interactúa conmigo, de alguna u otra forma, anuncia grandes empresas o intenciones que nunca se llevan a cabo. Otros se contentan con abrir la boca para mantener contento al mundo sin alimentar el sector “prestigio ante uno mismo” interno.

Los menos son congruentes y honorables. A estos últimos, gracias por dejarme ver todo el camino que falta por recorrer.

Y en cuanto a mí, ahí la llevo. No soy perfecta y no he dejado de cometer errores en estos años pero llevo mucho tiempo obligándome a cumplir con aquello con lo que me he comprometido: a nivel personal, a nivel familiar, a nivel profesional y a nivel beatlero.

Y tú, ¿eres perico?

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