Durante toda mi vida como estudiante del Instituto Politécnico Nacional (IPN), siempre estuve inscrito en el turno matutino. Al no haber internet ni redes sociales en aquellos años, la radio constituía para los jóvenes como yo, uno de los pocos vehículos para escuchar música. Pero también era mi despertador diario. Mi radio despertador Sony se encendía puntualmente a las 5:00 de la mañana todos los días para terminar el sueño y prepararme para ir a clases hacia la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Electrónica (ESIME) en Zacatenco y era Radio UNAM la estación programada. Al iniciar sus transmisiones se escuchaba el Concertino de Órgano y Orquesta de Miguel Bernal Jiménez, tema que adoptó dicha emisora como su sello para iniciar y cerrar sus transmisiones diarias.

La primera vez que escuché esta obra fue cuando la utilizaron como música de fondo por Televisa para las transmisiones y cortinillas informativas de la primera visita a México de Juan Pablo II en 1978. En aquel entonces no conocía su nombre, pero es una obra que te atrapa desde la primera vez que la escuchas, es bastante agradable, de un ritmo constante y no suena aburrida aún si no eres fanático de la música clásica. Un servidor tuvo la gran oportunidad de escucharla interpretada en el OMAN (Órgano Monumental del Auditorio Nacional) y suena sencillamente sublime.

El autor de esta gran obra, José Ignacio Miguel Bernal Jiménez, fue un, gran organista mexicano que en los años 40 y 50 del siglo pasado alcanzó renombre internacional y es considerado uno de los mejores exponentes de música religiosa. Nació el 16 de febrero de 1910 en Morelia, Michoacán. A los siete años de edad comienza su acercamiento a la música en el coro del Orfeón Pío X, siendo estudiante del Colegio de Infantes de la Catedral de su ciudad natal. Probablemente cuando era un niño y aunque inició su formación musical a muy temprana edad, no se imaginó jamás que a poco más de cien años de haber nacido, fuera considerado como uno de los músicos mexicanos más prolíficos e importantes de la historia nacional e internacional. Y tal vez, tampoco pasó jamás por su mente, que en la ciudad que lo vio nacer en 1910, se creara uno de los principales festivales de música en México y el mundo, que lleva su nombre.

Su talento fue descubierto por sus maestros Felipe Aguilera Ruiz e Ignacio Mier y Arriaga, quienes en 1928 lo recomiendan con el canónigo José María Villaseñor para que fuera admitido en el Instituto Pontificio de Música Sacra de Roma, Italia, en donde estudia órgano, contrapunto, fuga, musicología paleográfica, composición, instrumentación, armonía y canto gregoriano, teniendo como maestros a César Dobici, Rafael Casimiri, Paolo M. Ferretti y Licinio Refice.

Obtiene los títulos de Doctor en Canto Gregoriano, Maestro en Composición y Concertista de Órgano. En 1933 regresa a México y se convierte en director de la Escuela Superior de Música Sagrada de Morelia, puesto que ocupa durante 20 años. Asimismo, emprende una labor incansable en pro de la creación de escuelas en el estado, realiza conciertos, cursos y congresos de música, y publica una gran cantidad de libros, partituras y revistas especializadas, poniendo énfasis en el género sacro.

En 1938 funda la Sociedad Amigos de la Música y un año después hace lo propio con la revista Schola Cantorum, primera en su tipo y uno de los medios más importantes de difusión musical de la época con la que también, regularmente, se publicaba material musical, musicológico y pedagógico. En 1944 organiza y dirige al Coro de los Niños Cantores de Morelia y, en 1945, se convierte en director del Conservatorio de las Rosas, época también (1945-1946) en que ofrece conciertos de órgano en Estados Unidos y Canadá. Fue decano del Colegio de Música de la Universidad Loyola Nueva Orleans, posición que mantuvo hasta el día de su muerte.

 

El catálogo del maestro Bernal Jiménez comprende más de 250 creaciones de música sacra y profana, dramas sinfónicos, obra teatral, sonatas, sinfonías, misas, motetes, himnos y villancicos. El maestro era constantemente requerido para realizar obras por encargo, tales fueron los casos del poema sinfónico “Noche en Morelia” (1941), encomienda de la Cruz Roja estrenada por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de su fundador y entonces titular, el maestro Carlos Chávez, y la otra obra fue la Sinfonía-poema México, una de sus composiciones nacionalistas más representativas que le valió el reconocimiento de la crítica especializada. Su trabajo fue reconocido a nivel internacional gracias a que diversas obras de su autoría fueron estrenadas en España. Entabló amistad con destacados músicos contemporáneos entre los que se encontraban Silvestre Revueltas y Manuel M. Ponce, coincidiendo con este último, así como con otros compositores nacionalistas, en elementos comunes como las tradiciones populares, los cantos de trabajo, los lemas religiosos y las melodías de trama política.

La obra de Miguel Bernal Jiménez es definida como nacionalista, ideología que conjugada con su educación religiosa y catolicismo lo llevan a encabezar el movimiento conocido como nacionalismo sacro. Su estilo musical es considerado ecléctico; su música sintetiza lo mexicano y expone elementos de su realidad. Volviendo al tema nos ocupa en esta colaboración, el nombre completo del concertino es “Mester de Juglares. Retablo medieval: Concertino para órgano y orquesta” (1949) en donde pone de manifiesto su admiración por los grandes compositores del Barroco y el Clasicismo europeos.

El hecho de que este concertino para órgano sea su obra más conocida, permite reafirmar el hecho de que es una obra que encaja a la perfección en el pensamiento musical y en la actividad creadora del compositor. Ya se comentó que en 1928, cuando Bernal marchó a Roma a realizar sus estudios musicales, tomó clases de órgano, instrumento al que habría de estar ligado durante toda su vida. Su maestro de órgano en la capital italiana fue Rafael Manari, a quien algunos consideran como el revitalizador de la escuela organística italiana. En 1933 Bernal se tituló como maestro concertista en órgano y, con su diploma firmado por el mismísimo Papa, volvió a México, donde el concertismo habría de ser parte importante de su vida profesional.

El concertino para órgano y orquesta de Miguel Bernal Jiménez fue estrenado en un ámbito privado en el Teatro Ocampo de Morelia, en mayo de 1949, bajo la dirección musical del compositor al frente de la Orquesta Sinfónica de Guadalajara. El estreno público se realizó en el Teatro de Bellas Artes en octubre de 1950 con la Orquesta Sinfónica Nacional dirigida por Luis Herrera de la Fuente, en un concierto que incluyó además obras de Beethoven, Sauer y Prokofiev. Con la intención de acentuar aún más la intención expresiva original del compositor, la obra se presentó en esa ocasión con el subtítulo de Retablo medieval, mismo que habría de ligarse para siempre al título original.

El maestro Bernal Jiménez falleció, a causa de un ataque al corazón el 26 de julio de 1956 legando un importante acervo musical. Su concertino es una obra musical que suena tan remoto y tan actual a la vez. Aunque posee el sabor de la cultura mexicana de esas décadas posrevolucionarias que atravesó el país durante el llamado milagro mexicano entre 1940 y 1970, el tema melódico y su instrumentación con huehuetl y sonajas indígenas nos remiten al México prehispánico y también a la Colonia. Sin embargo es una composición tan original y vanguardista que sigue teniendo la frescura de una obra experimental contemporánea. Para los adultos que fuimos adolescentes siempre nos traerá el recuerdo de Radio UNAM al despertar o en las noches de tareas al escucharla se nos prendía la alarma de que ya era tardísimo y no habíamos avanzado ni la mitad de la tarea que se debía entregar al día siguiente, algo sin duda nostálgico, pero estresante a la vez.

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