Dedicado a aquellos que sí comprendieron que el límite es el cielo.

Todos hemos soñado con ser ricos y famosos. Y felices. Y saludables. Y amados incondicionalmente por la pareja perfecta. Y rodeados de una familia que nos adore y de un sinfín de amigos que nos sean totalmente leales y completamente honestos. Y, por supuesto, con el trabajo perfecto; ése increíblemente bien remunerado que nos permita ejercerlo cada vez que queramos y que se mantenga a nuestra entera disposición cuando no deseemos trabajar…

Afortunadamente, la mayoría de los seres humanos distinguimos los sueños de la realidad y sabemos que cuando encuentras el trabajo que parece el ideal, inician los problemas con tu pareja o con tu familia. O viceversa.

El asunto es que la vida no es perfecta, que la gente que nos rodea tampoco lo es (nosotros probablemente menos) y nuestra economía, salvo muy pocas excepciones (al menos de las personas que yo conozco), normalmente es tambaleante. Así es la vida y hay que entenderla a plenitud para no sufrir de más.

Inicio con esta reflexión porque en mi camino, inicialmente en la beatlemanía mexicana y después en la internacional, he encontrado un grupo de personas sumamente peculiar y hasta admirable: artistas musicales (excelentes, buenos, mediocres y pésimos) que sueñan con alcanzar la fama y el éxito que The Beatles lograron al cambiar los estándares de la industria discográfica mundial en la década de los 1960. Si ellos lo lograron, ¿por qué otros no? ¿Por qué yo no si tengo talento, una banda, el mismo Höfner 500/1 que tiene Paul McCartney, ya grabé un disco (o dos), soy joven (o no tanto) y hay un grupo de gritonas que me siguen a cada presentación pública que hago con mi grupo y braman con una emoción más que desbordante cuando ven lo mucho que me parezco al bajista de The Beatles?

Si bien cada esfuerzo personal tiene una recompensa y la vida misma se encarga de mandar retribuciones fabulosas cuando ya se superó el límite del ahínco y del tesón que excede por mucho al ejercido por el promedio de los otros mortales, hay que entender que todo camino en la vida tiene pros y contras y no es válido iniciar alguno sin conocer todo aquello que te puede suceder en el trayecto, bueno y malo.

Lo cierto es que el costo que John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison tuvieron que pagar por ser tan famosos, tan talentosos, tan creativos y tan exitosos -por ser The Beatles-, fue uno sumamente alto.

No sólo The Beatles sino todos aquellos que cambiaron la historia de la humanidad también aceptaron (voluntariamente o no) llevar vidas sumamente restringidas y tristes. La cumbre, no lo duden ni por un momento, es un lugar sumamente solitario y desolador.

A continuación, algunos placeres de la vida a los cuales The Beatles tuvieron que renunciar y desde muy temprana edad:

Buen Ambiente Laboral
The Beatles dejaron de ser verdaderos amigos y cómplices después de los años en los cuales buscaron la fama y aceptación nacional (una mundial iba más allá de sus sueños más locos) y, tristemente, se convirtieron en cuatro músicos que, en los últimos años de la década de los 1960, desconfiaban de sus propios compañeros de banda.

Peor aún, la competencia para lograr una notoriedad superior a la de los demás terminó rompiendo algo que fue tal vez lo más preciado: el sentimiento de hermandad que en algún momento existió.

Salud
Olvídense del daño que hacen las drogas, el cigarro y el alcohol. Tal vez eso sea lo que menos afecte en comparación a la angustia tan grande que puede generar el hecho de salir de gira, cumplir con compromisos diarios se quiera o no, enfrentar a la prensa (que muchas veces buscaba cómo atacarlos), al miedo de que alguien del público les disparara aprovechando el caos que siempre se generaba cuando se presentaban en público y a los cientos de enfermos y discapacitados que los promotores les llevaban en cada presentación para que los tocaran (no faltaba, aunque usted no lo crea, quienes les atribuían poderes de curación). Esa tensión, créanme, era para vivir con un estrés que no se le desea a nadie.

Consciencia
La consciencia y prudencia que normalmente manejamos los mortales comunes y corrientes era inexistente en ellos mientras fueron Beatles. John, Paul, George y Ringo obtenían absolutamente todo lo que querían (mansiones, mujeres, islas, automóviles, etc.), costara lo que costara, cayera quien cayera, sin ni siquiera saber cómo se realizaba una compra, y sólo se enfrentaron a los golpes de la vida cuando terminaron como grupo.

Antes, sólo entendían que ellos eran el centro del universo y que los sentimientos y necesidades de los demás eran secundarios. Y no, no fue sólo culpa de ellos sino en gran parte también del representante que los llevó a la fama, Brian Epstein, que les resolvía la vida y los consentía como nadie.

Y vaya golpe cuando les tocó enfrentarse a la vida después de la separación…

Vida
Es doloroso profundizar en este tema pero todos sabemos quién pagó con la vida a manos de un loco y quién pudo haberla perdido de no ser por su valiente esposa. Un costo brutalmente alto.

Dinero
Miles de libras esterlinas se desaparecían constantemente de la oficina de Apple Corps. en Londres y nadie sabía a dónde habían ido. Quien pudo hacer su agosto a costa de The Beatles lo hizo y sin remordimiento alguno: colaboradores, decenas de contadores, su último representante, un número significativo de abogados y, por supuesto, el sistema tributario inglés.

Ni siquiera en sus años de artistas solistas, John, Paul, George y Ringo se salvaron de vivales que los engatusaron, engañaron y, claro, estafaron.

Privacidad
The Beatles no conocieron lo que era ir a una función de cine a partir de 1963. Mucho menos el salir a cenar a un lindo restaurante (de no ser porque se cerrara para ellos o se les destinara un área privada), descansar en una banca de un parque, salir a caminar para despejarse, ir de vacaciones a cualquier parte del mundo sin tomar precauciones por los paparazzi o hacer nuevos amigos con intereses diferentes a la música.

Y ni hablemos de lo que pasaba en sus vidas privadas dado que las únicas personas con las que convivían eran ellos mismos. Todos nos enteramos de cosas que jamás debieron hacerse públicas… Es horrible estar bajo el escrutinio y la evaluación pública en todo momento.

Confianza
¿Sabes en quién vuelves a confiar una vez que llegas a la cumbre? En NADIE. A cualquiera que se te acerque lo vas a etiquetar como alguien que sólo desea tu dinero o destacar bajo tu sombra. Y de tus amigos anteriores únicamente permanecerán uno o dos, generalmente los que no te pidieron dinero “prestado”. ¿Desolador? Desolador es no poder confiar en nadie.

Tranquilidad
A partir de que logras toda la fama del mundo y lo que ésta conlleva, tu tranquilidad se va al drenaje. Siempre estarás tenso pensando en que cualquier resbalón tuyo se va a magnificar en la prensa, que alguien va a secuestrar a tus hijos, que un(a) ex amante, ex novio(a), ex cónyuge o un estúpido cualquiera que ni te conoció ni fue de tu círculo cercano ya están escribiendo un libro para ganar dinero a costa de tu esfuerzo, que las próximas generaciones te van a evaluar en comparación a un ex compañero de banda y, más triste aún, que cada vez hay más jóvenes llenos de creatividad y talento que tienen con qué superar tu legado.

Costos altísimos, ¿no?

Y aquí vale la pena repensar si el objetivo de llegar a la cumbre vale la pena. O confirmar que sí…

I’ve seen through junkies, I been through it all
I’ve seen religion from Jesus to Paul
Don’t let them fool you with dope and cocaine
No one can harm you, feel yer own pain…
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