Walter es el papá de Javier. Qué decir de Javier. ¿Qué es uno de los músicos más importantes de la escena del jazz rock argentino? ¿Qué tocó con todos? Por ejemplo, con Luis Alberto Spinetta. (Además de Rubén Rada, Dino Saluzzi, Lito Vitale, Pappo…). Que actualmente tiene su propia banda: Javier Malosetti y La colonia. Javier es bajista, un notable bajista; aunque cuando lo conocí, hace mucho, lo vi tocando la batería. ¿Cómo toca? Veamos (con otro gran músico, Lito Vitale, en una terraza y haciendo Beatles).

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¿Cómo es que vi a Javier tocar la batería? Estaba en cuarto año del secundario y comenzaba a tocar la guitarra en un grupo. Quise estudiar un poco el instrumento y llegué hasta la Escuela Superior de Guitarra y Jazz de Walter Malosetti en el barrio de Congreso, en la Ciudad de Buenos Aires. No había oído hablar mucho de él. Sabía que era un guitarrista de jazz y que tocaba en un cuarteto llamado Swing 39. No había internet, lo había visto en la tele en blanco y negro. Nos sentamos escritorio de por medio. Walter me dio una guitarra española y me preguntó qué quería aprender. Yo le dije que quería tocar rock. El me respondió que, si aprendía a tocar jazz, iba a poder tocar cualquier cosa.

Seis cuerdas

Walter Malosetti nació en la provincia de Córdoba, Argentina, en 1931. De familia de músicos (padre y hermano) comenzó a acercarse a la guitarra a partir del folklore. El jazz le salió al encuentro a través de los discos de Louis Armstrong y del guitarrista belga Django Reinhardt. Este último significará una gran influencia. Justamente un tema que realiza Django junto con el quinteto del Hot club de Francia, “Swing 39”, dará nombre al grupo que Malosetti formará más adelante y que significará gran parte de su desarrollo en la escena local del jazz. Pero antes de ello, se graduará como profesor superior de guitarra en 1958 como discípulo de la concertista Irma Constanzo. La enseñanza será una pasión que acompañe a su carrera como músico. En su recorrido aparecen nombres como Oscar Alemán, “Fats” Fernández y Hernán Oliva. En la década del 50, retumban en la Argentina los sonidos del auge del jazz a nivel internacional. Oscar Alemán había alcanzado fama más allá del Río de la Plata acompañando a la cantante y actriz norteamericana, Joséphine Baker. En el ámbito local surgen múltiples bigs band y por unas cuantas pasa la guitarra de Malosetti: Guardia Vieja Jazz Band, California Ramblers, The Georgian Jazz Band, Blue Strings y los Swing timers, entre otros. A partir de 1961 funda su propia escuela Superior de Guitarra y Jazz, espacio que seguirá en funcionamiento por casi tres décadas y en la que grandes maestros del jazz como  Armando Alonso, Francisco Rivero, Botafogo Vilanova, Jorge Puig, entre otros, impartirán clases. La casona de Congreso tenía varias habitaciones y cada una comenzó a funcionar como un aula. En 1972 funda el grupo Swing 39, al estilo del Hot Club de Francia. El grupo estaba integrado por Ricardo Pellican (Segunda guitarra), Héctor López Furst (Violín) y Héctor Basso (Contrabajo). Escuchemos un poco a Swing 39.

A la velocidad del swing, las notas no suenan, se balancean, parecen hablar, se confunden con el resto de las cuerdas en un diálogo que termina por conformar una textura musical. Los dedos remontan el diapasón de la guitarra a contrapelo, buscando burlar los tiempos fuertes para provocar la síncopa. Mientras, una fina lluvia de sonidos pugna por entrar a gran velocidad en un mismo tempo. Hay, en el músico que improvisa, un circuito que resulta fascinante y que parece iniciarse en la mente a partir de los conocimientos previos con las distintas posibilidades combinatorias, el pulso, el recuerdo de los sonidos; luego, el cerebro da las órdenes, como un gran titiritero, a los dedos que, según la maestría del ejecutante, pueden responder o no a esos requerimientos. Pero, habría alguna fase o caja oscura que atraviesa ese procedimiento donde esos esquemas son embebidos por el sentimiento, que impulsa a los dedos a ejercer mayor presión sobre la cuerda, estirarla, deslizarse, o entrecortar los sonidos.

Además de transformarse en uno de los referentes del jazz local, Malosetti es convocado a grabar por músicos del floreciente rock argentino. Por ejemplo, David Lebón lo invita a realizar el solo de guitarra acústica en su blues “Copado por el diablo”.

A partir de mediados de la década del setenta decide plasmar en libros su técnica de ejecución de la guitarra jazz. Así nacen clásicos como: Bases de improvisación para guitarra y Armonías de Blues. En 1985 publica Método para iniciación guitarrística y Música de Jazz para guitarra española, este último elogiado por Paco de Lucía. Durante esa década realiza giras por Europa. A principios de la década del 90  forma el cuarteto Swing Club con Mauricio Percán (clarinete), Jorge “Negro” González (contrabajo) y Roberto Terzano (guitarra rítmica).

Es nombrado como “Personalidad destacada de la cultura” en la Ciudad de Buenos Aires, en 2002.

Una vida con “swing”

Entre las raíces y pasiones musicales de Malosetti se destacan, y él se encarga de reafirmarlo en las distintas entrevistas, los guitarristas Django Reinhardt, Charlie Christian y Oscar Alemán.

Django Reinhardt había fundado el quinteto del Hot Club de Francia, un grupo de gypsy jazz (jazz gitano) en 1934 junto con el violinista Stéphane Grapelli. Entre sus especificidades se destacan la de incluir sólo instrumentos de cuerda y desarrollar un estilo jazzístico conocido como “swing”. La forma particular de ejecución del instrumento que realiza Reinhardt se debe en parte a un accidente (se incendió el carromato en el que viajaba) por el que le quedaron incapacitados el cuarto y quinto dedo de su mano izquierda. El gyspy jazz o jazz manouche resulta una variante europea del swing que se desarrolla en Norte América. Se caracteriza por tener ciertas vinculaciones con la música flamenca en sus armonías y también en el virtuosismo en la improvisación. Por otra parte, la base rítmica queda a cargo de las guitarras.

La primera vez que escuchó a Oscar Alemán en vivo, destaca Malosetti, resultó un verdadero acontecimiento. “Fue el que más me impresionó. Nosotros vivíamos en Palomar [Buenos Aires] y cada vez que venía a tocar por la zona, me ponía los pantalones largos de mi hermano y me iba a escucharlo. Me volvía loco. Es que el tipo era un showman: bailaba, saltaba, transmitía una vitalidad atroz y tocaba con un swing extraordinario. (…) El tiempo me dio la oportunidad de conocer a Alemán personalmente. La primera vez que lo vi fue en el Teatro Santa María del Buen Aire, que viernes, sábado y domingo tenía mucho jazz. Yo tocaba con Swing 39 y Alemán, con su quinteto. Toqué con él en numerosas oportunidades y también grabé. Fui varias veces a su casa a ensayar, porque él no anotaba nada, hacía todo de oreja y había que practicar”, comentó en una entrevista al diario Página 12 en 2008.

En su paso por Buenos Aires acompañando a Ella Fitzgerald, el prestigioso guitarrista norteamericano Jim Hall le entrega un papel; se trataba de una composición que le había dedicado. Su nombre “Blues for Walter”. Fue el comienzo de una amistosa relación, a distancia, fundada en la mutua admiración. En otra oportunidad llega a la Argentina, el virtuoso guitarrista Joe Pass y pide que un músico lo acompañe en una jam session. Luego de distintas idas y venidas, Malosetti fue el único que se animó a improvisar unos temas con él. Al finalizar la sesión, Pass miró a los guitarristas y dijo: “Ahora, cuando yo me vaya, pregúntenle todo a él”, recordaba Malosetti en una nota que le realizara el escritor Sergio Pujol en 1996.

Respecto a la improvisación, Malosetti recuerda que “Cuando llegaron a mis manos los primeros discos de Louis Armstrong y Eddie Condon, encontré algo que no estaba en ninguna otra música. Era la manera en que los tipos tocaban la melodía y luego se alejaban de ella, pero no mucho. Yo era chico y no entendía exactamente qué pasaba, pero sí me daba cuenta de que los temas se podían tocar de muchas maneras. Ahí enganché con el jazz·. Mucho tuvo que ver en esa forma de entenderlo, el guitarrista Charlie Christian. Respecto al jazz diría también en un reportaje que: “ayuda a comprender a las demás músicas populares que son buenas (…) es como un condimento que le viene bien a todas las músicas porque hace un culto de la apertura y el buen gusto”.

Walter Malosetti también ha sabido transmitir no solo el gusto por el jazz sino la pasión y el disfrute tanto al tocar como escuchar ese género musical. De la misma forma que la necesidad de transmitir la pasión y cariño por la guitarra.

El lunes 29 de julio de 2013 agarró su guitarrón y se fue a tocar por ahí, con Oscar Alemán, con Django, con Charlie Christian. Mientras tanto, por acá, es común encontrarse con algún guitarrista dando vueltas por la Ciudad de Buenos Aires y escuchar: “yo estuve en la escuela de Malosetti”.

Nada mejor que recordarlo tocando con Javier, justamente un standard de jazz llamado “After you ´ve gone” (“Después de que te hayas ido”).

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