Entre sus batallas con Morris Levy, Allen Klein y la oficina de Migración, los problemas legales de John y Yoko los habían seguido a todas partes. Muy frecuentemente, estaban fuera de la ciudad y algún extraño les entregaba un citatorio. Una vez, cuando mi esposa Nadya estaba trabajando con Yoko, ésta estaba presentándose en un pánel de discusión. En eso, un hombre salió del elevador y le mostró un papel a Yoko. Cuando Nadya lo tomó y le preguntó “¿Qué es?”, el tipo le contestó: “Es un citatorio para John Lennon”. Nadya inmediatamente lo tomó y se lo puso en la bolsa del saco. “Bueno, ella no es John Lennon así que quédese con su citatorio”. Esta anécdota describe qué tipo de incomodidades rodeaban frecuentemente a los Lennon durante sus largos problemas legales.
En enero de 1977 John me habló una vez a las tres de la mañana. “¿Estás ocupado?”, me preguntó. “Sí”, le contesté, “¿Tú qué crees? ¡Son las tres de la mañana!”. John me pidió que fuera rápido a encontrarme con él en el Hotel Plaza. Al llegar, me encontré con un piso completo de cuartos llenos de abogados y secretarias. The Beatles estaban en las negociaciones finales para concluir con el contrato de representación que tenían con Allen Klein. Paul, George y Ringo habían enviado a sus abogados en su lugar pero ya que las negociaciones se estaban dando en Nueva York, los Lennon querían estar presentes.
Aunque todos tenían un espacio privado para los momentos de descanso (¡un tipo hasta fue a tomarse un baño en medio de la conmoción!), todos se reunieron alrededor de una mesa enorme en donde se llevaron a cabo las negociaciones. John y Yoko estaban completamente rodeados por sus abogados y cada vez que cualquiera de las partes cambiaba una palabra dentro del contrato, un gran actividad se iniciaba ya que era necesario volver a escribir en máquina las páginas, hacer copias y distribuirlas. Había un cuarto completo de mujeres sentadas enfrente de sendas máquinas de escribir que se encontraban listas para escribir el siguiente borrador así como una cuadrilla de asistentes que le llevaban papeles, té y cigarros a los abogados.
En algún momento, John se veía divertido por la intensidad de las negociaciones. Me dijo que el acuerdo original entre Klein y The Beatles había contenido dos o tres párrafos que ocupaban sólo una página. Ahora se necesitaba un documento de 87 páginas para anular el contrato original. Para cuando llegué, el ambiente se estaba convirtiendo en uno lleno de alegría. Los intereses de todos estaban acordados y los documentos legales sólo necesitaban pequeños detalles. John pronto tendría acceso a su dinero nuevamente ya que éste había sido retenido en garantía por muchísimo tiempo y nadie podía tocarlo. Sin embargo, John siempre había visto esta situación con cierto sentido del humor. Una vez, cuando iba yo caminando a su lado, alguien le dijo: “¿Te han dicho que te pareces mucho a John Lennon?”. “Sí”, dijo John, “Desearía tener el dinero que tiene”.
Al acercarse el momento final en el cual el documento sería firmado, vi que John y Yoko estaban exhaustos pero eufóricos. La sesión de toda la noche de duración en el Plaza era la última de una serie de varias negociaciones y marcaba el final de un largo y difícil periodo de acusaciones y contra-acusaciones. Mi foto favorita de esa noche es la que le tomé a John acostado boca abajo en la cama y viendo a la cámara con una mirada de saberlo todo.
Vi a Allen Klein toda esa noche pero no le hablé. Durante muchos años lo había visto como el hombre de negocios poderoso que estaba lastimando a John y a Yoko. Tenía la reputación de ser el representante más difícil y rudo del medio. En su oficina había una foto de él con una pistola en la mano y junto había una placa que decía: “Sí, aunque camino a través del valle de la sombra de la muerte, no le temo al mal… porque yo soy el peor hijo de perra en el valle”. Aún así, durante aquella última noche de negociaciones, John y Yoko se portaron muy amigables con él. Mientras más se acercaba el momento de firmar, Allen se portaba más como un tipo amable. Recuerdo que salió a Zabar en algún momento y gastó cientos de dólares en desayunos para todos: latas grandes de caviar, salmón ahumado y más. Fue un desayuno de lujo patrocinado por él. Me gustaba el sentido del humor de Allen y en los años subsecuentes a esa noche nos hicimos amigos.
Todas las partes involucradas firmaron los papeles al amanecer. Allen sacó una barra de pan enorme y puso el contrato sobre ella. El conjunto era perfecto para la foto formal de él “compartiendo el pan” con John y Yoko y ésta fue después usada en el comunicado de prensa que anunció su acuerdo.
Habiendo cerrado el trato, todos se fueron a casa. Le ofrecí a John y a Yoko llevarlos. Acababa de comprar un Buick Special 1954, un coche totalmente rock and roll. Caminamos hacia mi auto alrededor de las 9:30 de la mañana y les dije: “Van a amar mi coche”.
Era un automóvil enorme y el asiento trasero estaba totalmente separado del delantero. “¿Brincamos al frente como si estuviéramos en una película de adolescentes?”, preguntó John. Lo que siempre significó mucho para mí de nuestra relación era que no importaba en dónde estuviéramos o lo que estuviéramos haciendo a nivel profesional, siempre terminábamos nuestras labores como amigos.
De camino a casa, le hablé a John sobre los Bay City Rollers, una banda con la cual había empezado a trabajar y que quería que conocieran a John. Le pregunté si estaba dispuesto a conocerlos. “Diles”, me dijo, “que si siguen juntos en cinco años iré a conocerlos”.
Le pregunté si tenía algún consejo para ellos. “Diles que consigan tanto dinero como puedan en este momento y a su nombre”, me dijo.
Fotos: Bob Gruen
Traducción: Tere Chacón.
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