A lo largo de su carrera Bruce Springsteen se ha caracterizado por ser un gran escritor de historias (además de ser un reconocido músico creador de tonadas exitosas dentro del género del rock) con letras que nos transportan a lugares en donde habitan personajes que viven situaciones de alegría, reflexión, meditación, místicas o momentos complicados en lo social o político. Con sus relatos, hechos en canciones, podemos identificarnos como seres humanos porque en ellas encontramos esa gama de sentimientos universales, pero también podemos reconocer las inquietudes religiosas que expresa en varios de sus temas.

En diferentes ocasiones Springsteen ha decidido dejar fuera de sus álbumes a la E Street Band (o a la llamada otra banda, aquella que participó en el combo de álbumes Human Touch y Lucky Town, ambos de 1992) y se centra en trabajos más de carácter minimalista e intimista como Nebraska (1982), The Ghost Of Town Joad (1995) o Devils and Dust (2005) en donde recurre a su guitarra acústica y alguno que otro instrumento que refuerza y da figuras musicales a ciertas melodías. Ahora podemos sumar a estas obras su reciente álbum Western Stars.

El nuevo trabajo de Bruce Springsteen, Western Stars, llega después del álbum recopilatorio Chapter and Verse (2016) que es una especie de “soundtrack” para su libro autobiográfico Born To Run y por supuesto la música de su afamado espectáculo Springsteen On Broadway (2018) que se presentó por una larga temporada, más de un año, en el teatro Walter Kerr en la ciudad de Nueva York. Con Western Stars, Springsteen nos propone una galería de personajes solitarios, en condiciones agridulces, dentro de un contexto lleno de paisajes yermos en donde aún bajo en estas situaciones podemos encontrar esperanza como aquella que está presente en Darkness Of The Edge Of Town (1978).

Además en lo musical ha decidió utilizar en su mayoría instrumentos acústicos que son acompañados por una orquesta de cuerdas y metales, en donde participan músicos como Soozie Tyrell, Charlie Giordano (ambos conocidos por ser parte, ahora, de la E Street Band), David Sancious (quien estuvo en la grabación de Human Touch/Lucky Town), Jon Brion (que también ha sido productor de grupos como Keane, Aimee Mann y Fiona Apple entre otros) y todo bajo la producción del mismo Springsteen y de Ron Aniello.

En su autobiografía, el artista nos narra que cuando no tiene giras o no está dentro de los estudios de grabación suele viajar por las carreteras de Estados Unidos. Viajes que son largos porque muchas veces sale de Nueva Jersey hacia California, en automóvil o en motocicleta, y en esas travesías ha conocido personas que le han dejado grandes enseñanza o buenas anécdotas. Western Stars inicia con los viajeros; vagabundos solitarios que van de pueblo en pueblo como lo señala en el tema The Wayfarer (“es el mismo viejo cliché, un vagabundo en su camino deslizándose de ciudad en ciudad”). Un viajante que se marcha de los pueblos mientras todos duermen y suenan las campanas de la medianoche. “Mis ruedas están silbando por la carretera, dando vueltas y vueltas”.

Previamente en el primer corte del álbum, Hitch Hikin´, otro personaje que pide aventón en la carretera describe pasajes que ha vivido con las personas que lo ha subido a sus vehículos como un padre de familia (“un padre de familia me pasea, tiene a Sally embarazada a su lado. Sí señor, los hijos son un regalo. Gracias amablemente por el levantón”) o el conductor de un camión quien en su tablero tiene la foto de una bella chica.

Los paisajes sonoros de Springsteen en el álbum nos crean en nuestra mente imágenes, por decirlo así, cinematográficas, en donde cada tema lo podemos sentir gracias a los arreglos musicales, muchos con un estilo country o de folk rock.  Ahora la mirada del músico apunta nuevamente al oeste de los Estados Unidos, con sus criaturas y sus lugares como el Sleepy Joe´s Café. Mientras que en el disco, inspirado en la tragedia del 9-11, The Rising (2002) la fiesta se llevaba a cabo en el Mary´Place, en Western Stars nos describe ese “lugar que cruza la línea de San Bernardino, en donde los camioneros y los ciclistas se reúnen todas las noches al mismo tiempo. A las siete llega la banda y los asistentes bailan toda la noche”. Uno de los temas alegres y optimistas que nos ofrece el Jefe. Pero también podemos encontrar un ambiente desolado en “un lugar en el tramo de una carretera en donde nadie viaja y nadie va”, ahí nos topamos con Moonlight Motel, en donde la piscina está vacía y las habitaciones huelen a humedad y a flores marchitas.

En esos lugares que describe Springsteen se pasean figuras solitarias que salen hacia la carretera con los sueños rotos como aquel que llegó al norte de Nashville (Somewhere North of Nashville) con muchas canciones en su bolsillo y ahora lo vemos en el camino pasando frío (“ahora el corazón está inestable y la noche sigue siendo todo lo que tengo en esta melodía”). Pero también la fe está presente en la obra, como la que mantiene el operador de una grúa que espera a su mujer que llegará en el tren de Tucson (Tucson Train), un hombre que se cansó de una vida con una adicción a las patillas y que va en busca de una mejor vida, un trabajador que sueña y cree en esa tierra prometida en donde encontraremos un refugio (“luchamos duro por nada, luchamos hasta que no quedó nada. He llevado esa nada por mucho tiempo, ahora cargo mi licencia de operador y paso mis días en esta grúa y mi nena viene en el tren de Tucson).

Sin duda una de las canciones en donde la tristeza está presente es The Wrestler (¿Alguna vez has visto a un espantapájaros que adentro no tiene más que polvo y maleza? Si alguna vez has visto a ese espantapájaros me has visto a mi) de la película del mismo nombre del 2008. Hollywood es el lugar a donde llegan todos los aspirantes a actores, la ciudad en donde las estrellas de cine brillan o están es su ocaso. La canción que da título al disco, Western Stars, nos habla precisamente de un viejo actor del cine western, un actor alcohólico quien vive de sus viejas glorias, que trabaja en comerciales de tarjetas de crédito en donde la maquillista le lleva dos huevos crudos y un trago de ginebra. Un hombre que debe tomar la pastilla azul para poder tener una relación y sentir que está vivo. Un borrachín que en los bares cuenta, a cambio de unos tragos, cómo fue que John Wayne le disparó y “esa escena me compró mil tragos”. Un hombre solitario y triste que agradece despertar y por lo menos alegrase de traer sus botas puestas. Toda la melancolía a flor de piel.

Pero también está el doble de cine en Drive Fast (The Stuntman) quien comienza diciendo : “Tengo un clavo en mi tobillo y una clavícula rota”. Un hombre que desde pequeño se subía al árbol más alto, un ser que no teme al peligro y que no le importa el mañana ni las cicatrices en su cuerpo. Otro solitario que incluso conoció a una actriz de películas de serie B con quien creyó que juntos podrían “conseguir que las piezas rotas encajaran”. Con estos seres Bruce Springsteen nos muestra la otra cara del glamour hollywoodense, aquella que no tiene finales felices y en donde la decadencia va de la mano con la soledad.

Los primeros sencillos elegidos para promover el álbum, There Goes My Miracle y Hello Sunshine, son parte de ese optimismo que existe en la obra porque finalmente la vida es una gama de momentos que se mezclan con los sentimientos que poseemos y que nos dan identidad como seres humanos y los cuales Bruce Springsteen ha sabido describir en sus canciones y expresarlos de manera correcta, una característica que debe tener un gran contador de historias. Western Stars marca el regreso para el artista, ningún tema está de más; Stones, Sundown y Chasin’ Wild Horses completan una obra personal y profunda,

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