Al llegar la Semana Mayor o Semana Santa siempre es una buena oportunidad para apreciar y ver nuevamente los filmes épicos e históricos que se han realizado alrededor de la temática bíblica. Sin duda el que encabeza la preferencia de las audiencias que gustan de este tipo de historias es el del año 1959: “Ben-Hur. Un relato sobre Cristo”.

A medida que iniciaba la década de los años 50´s del siglo pasado, los ejecutivos de los estudios Metro Goldwyn Mayer (MGM) comenzaron a buscar una gran historia para llevar a la pantalla grande. En 1952 decidieron probar suerte con una nueva versión de su épica película muda de 1925, Ben-Hur. El material fuente de la misma volvería a hacer referencia a la novela de 1880 de la autoría del general de la guerra civil de Estados Unidos, Lew Wallace: “Ben-Hur. Un relato sobre Cristo”.

Pasarían seis años antes de que el productor Sam Zimbalist pudiera llevar el proyecto a su realización. Aunque por las ironías de la vida y pese a los años de preparación invertidos, Zimbalist falleció durante el rodaje, con lo que no pudo ver la magna obra finalizada y disfrutar del éxito y los premios que el filme ganó alrededor del mundo.

Para su realización se requirieron doce versiones del guión, de cuatro escritores diferentes, para finalmente satisfacer las demandas del director William Wyler. El casting también fue un desafío, ya que se tuvo que contratar a más de 5,000 extras para roles menores. Se construyeron escenarios monumentales, situación que actualmente ya no es necesaria debido a la Inteligencia Artificial y las animaciones computarizadas. MGM no escatimó en gastos y en última instancia, proporcionó a Wyler un generoso presupuesto de 15 millones de dólares (Este presupuesto sería el equivalente a unos 133 millones de dólares actuales).

En cuanto a la banda sonora para el film, Zimbalist pensó en primera instancia en el compositor británico William Turner Walton, pero finalmente el proyecto acabaría siendo asignado y realizado por el compositor húngaro Miklós Rózsa.

Rózsa había heredado el arte por parte de sus ambas ramas de ascendencia. Su madre era pianista clásica y su padre era un empresario apasionado por el folklore de Hungría. Su patria tiene el orgullo de ser el lugar de origen de grandes maestros de diferentes periodos de la música académica como Franz Liszt o György Ligeti. Miklós realizó sus estudios en Budapest, primero y posteriormente en Leipzig (Alemania), aprendiendo a tocar varios instrumentos clásicos. Se decidió en sus inicios a probar suerte con obras propias como tríos para cuerdas, conciertos para piano, serenatas, sinfonías en las que rescataba los sonidos tradicionales de su nación. Todo esto antes de dedicarse a componer bandas sonoras para filmes. Lo anterior ocurrió por una sugerencia y recomendación de un buen amigo y colega suyo, Arthur Honegger, de nacionalidad suiza.

Con varias bandas sonoras en su haber, Miklós ya era un autentico maestro cuando asumió el reto de la banda sonora para Ben-Hur. Contaba con once nominaciones a los Oscar y con dos estatuillas obtenidas cuando el mismo invocó una cláusula de su contrato con la MGM que le permitía ser la primera opción para ser elegido entre la multitud de propuestas que la productora tuviera en marcha en esos momentos y el húngaro no dudó en involucrarse en Ben-Hur.

La magistral partitura que realizó, logra fusionar de un modo prodigioso a los personajes y la trama. Esta es uno de los méritos que convirtieron a Rózsa en uno de los grandes de la música de películas. Tenía una capacidad notable para investigar y analizar las técnicas y elementos históricos del periodo en que se desarrollaban las historias de los filmes que le eran encomendados. Para Ben-Hur, se documentó sobre la música de la antigüedad grecorromana y logró fusionar la modernidad con estilos musicales antiguos.

Para lograr una concentración máxima, se autoinfligió un aislamiento total de un año y medio en una villa en Santa Margherita Ligure, una ciudad turística al sur de Génova en la costa oeste de Italia, para inspirarse en el drama de Judá Ben-Hur. Este ambiente lo ayudó a componer todos los temas que llenaron de grandeza a la película.

Miklós entendió que su música tenía que describir una multiplicidad de culturas étnicas y religiosas; cristianos, judíos, árabes y romanos entre otros. Para los romanos ideó música de metales estridentes y marciales, marchas de percusión audaces y armonías disonantes, que ofrecían una atmósfera de su poder y tiranía. Para los árabes creó una expresión vivaz y serpenteante para apoyar su personalidad materialista y de sed de venganza contra los romanos. Mezcló las identidades cristiana y judía, que aunque están emparentadas con una consonancia melódica compartida también muestran diferencias. Los temas cristianos esperanzadores y edificantes son interpretados con armonías conmovedoras, mientras que los temas judíos tienden a ser con un matiz sutil de tristeza.

El compositor admitió en las entrevistas posteriores al estreno que tuvo contratiempos para crear el tema que acompañaría a Cristo. Debería de ser un tema que no opacara a los de los personajes principales que eran el judío Judá Ben-Hur y su antagónico el tribuno romano Messala. El personaje de Cristo debería de tener un tema musical impactante, pero a la vez no preponderante al filme. Para resolver lo anterior, Rózsa terminó escribiendo y arreglando un tema usando órgano y dos grupos de violines que al tocar en conjunto lograban crear la atmósfera mística requerida.

El score del filme se desarrolló con cerca de quince temas y motivos principales a lo largo del mismo: el tema de amor, el de la amistad, el del conflicto, el de la redención, el del perdón… La lista es amplia, pero sobre todo sorprendente y emotiva para el que disfruta por primera vez la película. Rózsa consiguió crear un autentico tapiz en el que se narra toda la historia que estamos viendo en imágenes. Las melodías y los temas son presentados de una manera sumamente cuidada, dejando que los segmentos vayan creciendo y entrelazándose para desarrollarse en la historia. El resultado es realmente bueno y casi sin error.

El filme se conjuntó tan bien con la música, que hubo accidentes afortunados que quedaron plasmados sin que Rózsa y Wyler los hubieran planeado. Un ejemplo de esto se da al inicio cuando se observa la secuencia de la adoración de los Reyes Magos al niño Jesús. La casualidad jugó de modo maravilloso, pues mientras se desarrollaba dicha escena, el mugido de las vacas y el balido de las ovejas estaban en el mismo tono del tema musical de la estrella de Belén sincronizándose de modo natural. Rózsa lo notó cuando se realizaban los procesos de edición finales. Le daba un aspecto celestial y armónico por lo que el húngaro no pudo dejar de sonreír como si fuera un buen augurio del éxito que le esperaba a la película.

Hay verdaderas secuencias clásicas de Ben-Hur, comenzando incluso con el tema de presentación de los créditos iniciales (Tema de Overtura), el progresivo aumento de velocidad en las galeras, durante el cual una decena de esclavos remeros desfallecen a causa del esfuerzo sobrehumano y el látigo (Tema de las Galeras); o el poderoso y culminante reto de la carrera de cuadrigas, en que el tribuno Messala y Judá Ben-Hur deciden cobrarse mutuamente las facturas pendientes (Tema del Desfile de las Cuadrigas) y el impactante final con la redención humana y milagros asociados al sacrificio del Cristo (Tema del Milagro y final). Las secuencias filmadas se apoyan principalmente en la música compuesta por Rózsa, dando como resultado que el score se convierta en la principal fuente de emoción de las mismas, estimulando las sensaciones de angustia, peligro, desesperación, emoción y fe que es presentado excelentemente en la versión final de la película.

Tal vez una de los momentos cumbres de este film y no es aventurado decirlo, de toda la historia del cine, es sin duda la carrera de cuadrigas en el circo romano de Jerusalén (ficticio). El director William Wyler mandó construir una pista oval de 73.000 metros cuadrados inspirado en el circo romano de Antioquía. Para construirlo hizo falta el trabajo de miles de trabajadores de la construcción durante un año entero.

Tomando en cuenta que el filme tomó más de 7 meses filmarlo. De estos se destinaron 3 meses para filmar únicamente la secuencia de la carrera. Rózsa cubrió musicalmente el ambiente previo de la carrera estupendamente con las marchas denominadas “Pan y Circo” y la excelsa “Desfile de Cuadrigas”. Cuando parecería que la carrera depararía tal vez el mejor tema de la película, el director Wyler tomó la decisión de no musicalizar la carrera, un acierto que logra tener al espectador al filo de la butaca durante el desarrollo de la competencia.

Cuando Rózsa hubo terminado todo el score y se lo presento al director Wyler en sus versiones piloto, se propuso posteriormente de modo personal a dirigir la orquesta sinfónica de MGM durante doce sesiones de grabación para un total de 72 horas. La banda sonora se grabó en estéreo de seis canales y dio como resultado final casi tres horas de música, lo que la convierte en la banda sonora de mayor duración de la historia del cine y es considerada la mejor de la carrera de Miklós Rózsa pues ejerció una evidente influencia en otras composiciones musicales hasta mediados de la década de 1970, cuando el debut de John Williams marcó el relevo generacional en los estilos de las bandas sonoras. Aunque Williams nunca ha dejado de reconocer que una de sus grandes influencias siempre fueron las partituras de Miklós Rózsa.

El compositor húngaro fue galardonado con el premio Oscar por Ben-Hur a la mejor banda sonora en el año de 1960. Fue uno de los 11 premios de la Academia que la película obtuvo y hasta hoy sigue siendo la única banda sonora de una película de género épico ambientada en la Antigüedad que ha conseguido la ansiada estatuilla.

Al igual que la mayoría de bandas sonoras, MGM pensó en sacar ganancia por la venta en discos Long Play del score de Rózsa, con el detalle de que la composición musical era tan larga en su duración que tuvo que ser editada para su lanzamiento en un álbum de tres discos de larga duración, aunque también se editó una versión comprimida de un solo LP aunque ya no dirigida por Miklós Rózsa, sino por Carlo Savina. Además, para que existiera un álbum más accesible para los consumidores, Rózsa arregló en 1959 su score en una Suite Ben-Hur, estrenada bajo el sello Lion Records, subsidiario de MGM.

Hoy en día, existen más de sesenta diferentes ediciones lanzadas a la venta de la banda sonora, pero hay dos que destacan sobre las demás. La primera, una edición doble editada por Rhino en 1996 y que incluía por primera vez la partitura íntegra de la película y una que en el año 2012, la distribuidora independiente Film Score Monthly presentó la definitiva, con una edición de cinco discos compactos que incluía toda la partitura original de la película.

A partir del éxito de Ben-Hur, el prestigio de Miklós Rózsa como autor de bandas sonoras se consagró de modo natural. Su nombre siguió asociado a otros famosos títulos del género histórico como Rey de reyes y El Cid (ambas de 1961), El viaje fantástico de Sinbad (1973), entre muchas otras. En todas ellas, Rósza aplicó la formula de su meticuloso y detallado método de trabajo, que combina investigación musicológica con esa inspiración sinfónica que lo colocan como uno de los grandes genios musicales. Su carrera, de más de 40 años, recorrió la mayor parte de la historia del cine del siglo XX. Su nombre está a la altura de monstruos del celuloide como lo pueden ser Kubrick o Cecil B. DeMille. Fue un hombre que sin necesidad de cámaras también hizo cine con una batuta y un pentagrama. Miklós Rózsa falleció a los 88 años de edad en Los Ángeles, California el 27 de julio de 1995.

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