Elvis, como todos los artistas, estaba consciente de sus competidores. Entendía que, para la nueva generación, The Beatles eran los nuevos ídolos. Reconocía su talento y su energía pero le preocupaba perder popularidad. Y en 1965 nadie era más popular que The Beatles.
Priscilla Presley

Ser adolescente y vivir en Inglaterra a finales de la década de los 50 era sinónimo de sentirse impresionado por el Rey.

Desde el lanzamiento de su primer sencillo, Heartbreak Hotel -1956-, Elvis Presley había impuesto una nueva manera de vibrar y el mundo giraba alrededor de su cadera y de su música.

“Antes de Elvis no había nada”, señaló John en una entrevista. “Cuando escuché Heartbreak Hotel por primera vez apenas entendía la letra pero fue una gran experiencia escucharla y sentir que el cabello se me erizaba. Nada me había impresionado hasta que escuché a Elvis. Sin Elvis, The Beatles no hubieran existido”.

Desde que formaban parte de sus primeras bandas hasta el momento en el que conquistaron los Estados Unidos, en 1964, John, Paul, George y Ringo mostraron como estandarte la gran influencia que Elvis Presley había tenido en ellos. Su admiración por el Rey sobrepasaba las interpretaciones de sus canciones y desde el momento en que se volvieron famosos expresaron su deseo de conocerlo.

Siendo así y teniendo ya la certeza de que el grupo iría a los Estados Unidos a presentarse en el programa de Ed Sullivan en febrero de 1964, su manager Brian Epstein estableció contacto con el Coronel Tom Parker, representante de Elvis, con el fin de arreglar un encuentro entre los artistas. A pesar de que las fechas de ambos no coincidían, The Beatles recibieron con beneplácito el telegrama que Sullivan leyó en cadena nacional: “Felicidades por su aparición en el Show de Ed Sullivan y su vista a los Estados Unidos. Esperamos que su participación sea exitosa y su visita placentera. Den nuestros mejores deseos al Sr. Sullivan. Atentamente, Elvis y el Coronel”.

Un año y medio después, el esperado encuentro se dio durante la segunda gira de The Beatles en Estados Unidos. Hospedados en Los Angeles y entre conciertos en San Diego y el Hollywood Bowl, el 27 de agosto de 1965 The Beatles, Brian Epstein, el agente de prensa Tony Barrow, los asistentes Neil Aspinall y Mal Evans y el chofer del grupo, Alf Bicknell, se enfilaron hacia el número 565 de la calle Perugia Way de Bel Air, Los Angeles, llegando alrededor de las once de la noche.

Las instrucciones por parte del Coronel Parker incluían el no llevar cámaras ni grabadoras y, tal vez en parte, esta instrucción no sólo obedecía a razones de seguridad sino también al hecho de que, para 1965, la grandeza músical del Elvis estaba ya en el pasado. El Rey, lamentablemente, se había enganchado a un contrato que lo obligaba a aparecer en una serie de películas mediocres y su fuerza iba en descenso. Y a Parker no le convenía que esto fuera del conocimiento público.

La reunión no empezó muy bien de acuerdo a lo que Tony Barrow señaló posteriormente en una entrevista. Una vez vencido el nerviosismo inicial, John le preguntó al Rey qué había pasado con el viejo Elvis rocanrolero y Presley sólo se rió. Después de un rato de tensión y de silencios incómodos, Elvis pidió que le llevaran guitarras a la enorme sala de la mansión. La música invadió la estancia y la magia se hizo: el supergrupo tocó canciones de Elvis, de The Beatles y algunos clásicos de rock and roll.

La parte musical de la reunión fue aprovechada por Brian, quien se había mantenido aparte junto con el Coronel Parker, para insistir en que Elvis considerara realizar algunas presentaciones en el Reino Unido. Sabiendo que lo que le solicitaba Brian era imposible, Parker diplomáticamente le dijo que lo pensaría y le avisaría posteriormente. Nunca sucedió.

Minutos después, Priscilla fue llevada al recinto para que The Beatles la conocieran. “Entró y me dio la impresión de ser una muñeca Barbie, con un vestido morado de cuadros, un moño en la cabeza que le detenía el cabello en colmena y mucho maquillaje. La saludamos y enseguida se la llevaron. No lo puedo culpar aunque no creo que ninguno de nosotros nos hubiéramos atrevido a acercarnos mucho a ella. ¡Nunca a la esposa de Elvis! Eso era impensable aunque creímos que no había necesidad de que se la llevaran tan rápido”.

La reunión terminó cuando el Coronel Parker entró a la sala y distribuyó bolsas para cada invitado con los discos de Elvis, fundas para pistolas con cinturones de piel de color oro y una lámpara de mesa en forma de carreta.

Un tanto desilusionados de quien había sido su héroe, The Beatles continuaron su gira. Por su parte, Elvis retornó a su carrera musical dos años después con la salida al mercado de su álbum de estudio How Great Thou Art. Pero ya nada fue igual para él.

Y tan no lo fue que ver el meteórico ascenso mundial de sus invitados de una noche le provocó un malestar que finalmente se hizo público con la difusión de un memorándum confidencial del FBI en donde se describe la visita que Presley realizó a las oficinas de esta agencia de inteligencia en enero de 1971 buscando ser recibido por el legendario Edgar J. Hoover para hacer de su conocimiento tres cosas:

  1. Que había recibido una placa del Buró de Narcóticos y Drogas Peligrosas de manos del Presidente Nixon.
  2. Que estaba dispuesto a cooperar con el FBI proporcionando información sobre personas con intenciones “cuestionables” si se le fuera requerido, y…
  3. Que, en su opinión, The Beatles habían sentado las bases para muchos de los problemas de la gente joven de los Estados Unidos por medio de su apariencia sucia y descuidada así como por su música sugestiva a partir de la segunda mitad de la década de los 60.

Y así fue como el Rey se tambaleó aún más…

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