Osvaldo Nicolás Ferraro o mejor conocido como Waldo de los Ríos, nació en Buenos Aires, Argentina, el 7 de septiembre de 1934. Un músico completo que abarcó las facetas de compositor, arreglista y director de orquesta. Osvaldo nació en el seno de una familia musical donde su padre era músico de tiempo completo y su madre, Martha de los Ríos, era cantante de folclore. Creció con la ausencia de su padre y en la compañía de una madre posesiva y demandante. Su imaginación y la música eran su refugio ante el maltrato y la soledad.

Durante su adolescencia, el joven Osvaldo acompañaba al piano a su Madre en sus giras. Posterior a esto decidió estudiar composición y arreglos en el Conservatorio Nacional de la Música. Como muchos genios, este músico independiente tuvo sus inicios de un modo modesto cuando fundó un conjunto musical al que dirigía y se llamaban Los Waldos donde comenzó a experimentar con un estilo que posteriormente le daría dividendos al fusionar la música folclórica con sonidos electrónicos.

Derivado del nombre del grupo Los Waldos, al independizarse de esta agrupación, tomó el nombre artístico de Waldo de los Ríos. Sus primeros trabajos en solitario consistieron en musicalizar filmes argentinos, siendo el autor de la música de varios largometrajes como Escala en Hi Fi o Whisky y Vodka y Pampa Salvaje por la que ganó un premio de la Asociación Argentina Cinematográfica.

Posteriormente emigró a España en 1962 por recomendación de su paisano Alberto Cortez, La voz de la amistad, del cual Waldo de los Ríos había sido el arreglista de varios de sus álbumes. Ya en España, comenzó a transformar la música clásica en música Pop. Waldo fue pionero en innovar y dar a conocer las obras de los grandes maestros de obras clásicas a un estilo moderno. Fórmula que el músico inglés Louis Clark retomaría unos años después con el hit Hooked on Classics o como Luis Cobos quien tomaría la estafeta del estilo de De los Ríos años después del fallecimiento del argentino. En 1970 Waldo ya había llegado a lo más alto en las listas de éxitos de Europa y América con la Oda a la Alegría de la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, que arregló y dirigió para un sencillo de Miguel Ríos.

Durante la década de 1960 y mediados de la década de 1970 realizó también arreglos para artistas famosos como el español Raphael, entre muchos otros entre los que se cuentan Jeanette, Karina, Miguel Ríos, Jaime Morey y Paloma San Basilio; así como también para sus compatriotas argentinos Facundo Cabral, Alberto Cortez y Atahualpa Yupanqui.

En 1970 publicó el álbum Sinfonías, un disco que contenía las obras más conocidas de varios compositores principales de música clásica, arregladas y adaptadas al ritmo pop y donde incluyó la Sinfonía nº 40 de Mozart y la Sinfonía No. 9 o Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak, entre otras. Este disco grabado con el apoyo de la orquesta de música clásica Manuel de Falla, consiguió que el tema de la Sinfonía nº 40 de Mozart alcanzara el número uno en la lista de éxitos de Holanda. En su disco posterior llamado Mozartmanía, arregló varias obras famosas del genio austriaco utilizando instrumentos modernos como bajo y batería a un estilo semi pop contemporáneo. Muchos de estos arreglos fueron utilizados por la BBC para musicalizar varios de sus programas.

Los álbumes Óperas (1973), Oberturas (1975), Conciertos (1975), Sinfonías 2 (1975), y Música de Navidad (1975), fueron bien recibidos por sus fans y obtuvieron unas buenas ventas a nivel mundial. Corales (1977) fue su álbum póstumo y el que vino a cerrar su labor orquestal sobre los clásicos.

Estuvo casado con la actriz y periodista uruguaya Isabel Pisano quien decidió escribir un libro post mortem sobre la personalidad de Waldo. En el libro ,Pisano corrobora la personalidad compleja y oculta en la que destacaba su gusto de Waldo por los potentes coches deportivos entre los que destacaba un exclusivo Lamborghini Jarama donde tenía instalado un sistema de audio de ocho canales.

Con este coche no podía pasar desapercibido cuando se dirigía a toda velocidad a su chalet cercano desde el aeropuerto de Barajas donde le esperaba su perro Pampero, su mayor apoyo ante una creciente depresión marcada en parte por las cada vez frecuentes ausencias de su esposa. Para salir del encierro comenzó a pasar más tiempo en Roma realizando trabajos con Federico Fellini y atendiendo encargos musicales sin importancia, aunque también tuvo arreglos musicales para series televisivas.

 

Cultivó amistades con Lalo Schifrin y Astor Piazzolla entre otros. Waldo de los Ríos no admitía términos medios: fue amado por el gran público de finales de los 60 y comienzos de los 70, pero denostado por la crítica por su tratamiento semi moderno de la música clásica. Un explorador de la música que se fascinó desde pequeño con la electrónica que llevó siempre consigo en sus obras. Un pionero también algo incomprendido.

Sin embargo quizás con el trabajo con el que pudo haberse consagrado fue un encargo de Stanley Kubrick quien pensó en él como posible compositor de su obra maestra A Clockwork Orange (La Naranja Mecánica). Kubrick quien escuchó los arreglos de Waldo para las obras clásicas, decidió que era el compositor ideal para conjuntar la música de Beethoven a través de un sintetizador moog; tras meditarlo Waldo, debido a su poco conocimiento de este sintetizador, le llevó a declinar la oferta, misma que fue asignada posteriormente por Kubrick a Walter Carlos.

La carta del ofrecimiento mencionado por parte de Kubrick, luciría para siempre enmarcada en su casa de Waldo hasta que un 28 de marzo de 1977 a los 43 años de edad ante una nueva escalada de depresión decidiera suicidarse con una escopeta de caza, un final que ha dado lugar a muchas teorías de conspiración y al inicio de su leyenda. Estaba lleno de muchas presiones: Una madre demandante de dinero desde Buenos Aires, un tren de vida oneroso, la calvicie (disimulada con un bisoñé), el envejecimiento, éxitos discográficos que le dieron cierta fama y fortuna, cierto envilecimiento, sus coches deportivos de alta gama y el enfrentarse a sí mismo y acomodarse a ingresos menores. Mucha carga para un genio con alma infantil y supersticiosa.

El legado principal de Waldo de los Ríos siempre estará asociado principalmente al modo como dio a conocer las obras clásicas de los grandes maestros para la gente común. Tal vez los puristas no aceptaron nunca estas adaptaciones, pero es innegable que muchos descubrieron la existencia de la Oda a Alegría de la Novena de Beethoven y comenzaron a tomar gusto por las grandes obras clásicas gracias a los trabajos de Waldo de los Ríos.

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