En una ocasión un anciano estaba sentado en la iglesia de Turingia, Alemania, tocando el órgano. Era el final del día y el sol que alumbraba a través de los vitrales la daba al anciano una apariencia casi angelical. Era un organista hábil, pero ese día tocaba melodías tristes. Ese sería su último día, debido a que lo sustituiría un organista más joven. En el ocaso, el joven en cuestión entró azotando la puerta trasera de la catedral de forma brusca. El anciano observó su entrada, sacó la llave del órgano, la puso en su bolsa y lentamente se dirigió a la salida. Mientras el anciano caminaba por delante del joven, este último lo detuvo extendiéndole la mano y le dijo -“por favor, la llave...”, el anciano se la entregó y el joven comenzó de inmediato a tocar con maestría, llenó la catedral, el poblado y después Europa.

Esta era la primera exposición al mundo del arte de Johann Sebastian Bach. Muchas anécdotas más se pueden decir de este gran maestro, entre las principales hay una asociada y más que conocida por los fans de The Beatles; ya que  al escuchar El concierto de Brandenburgo, Paul McCartney quedó prendido del protagonismo de la trompeta en la obra de Bach y lo llevó a influenciar una de sus obras maestras del Beatle zurdo: Penny Lane (Mi favorita)

Bach es uno de los mejores compositores de música de todos los tiempos por su genialidad e influencia en la música europea de los siguientes siglos. Resulta difícil quitarle merito a alguien que compuso más de novecientas setenta obras durante su vida. Su vinculación al órgano y al clavecín y el desarrollo de ambos instrumentos le llevó a lo más alto de su carrera musical.

Este genio nació en 1685 en la ya mencionada región de Turingia, en el centro de Alemania, fue el octavo hermano de la familia Bach, una familia estrechamente unida a la música. Seguramente su padre fue quien le enseñó las primeras nociones musicales y a dominar el violín. Con apenas nueve años fallece su madre y ocho meses después también falleció su padre por lo que decide acudir a la protección de su hermano mayor quien le enseñaría órgano. En esta época también estudiaría latín, italiano, teología, francés y griego. Siendo todavía un muchacho y pese a la oposición es nombrado organista en la catedral de Turingia como se mencionó al inicio de esta colaboración.

Años más tarde marcharía a Muhlhausen donde se casaría con su prima María Barbara (con quien tendría siete hijos) y poco después iría a la corte de Weimar en donde encontraría acomodo. En 1717 decide abandonar Weimar para pasar a ser maestro de capilla en otra ciudad más al norte. El duque de Weimar enfadado, decidió encarcelar a Bach por traición. Tres años más tarde fallece su mujer así que se casa con una cantante, Ana Magdalena, con quien tendría otros trece hijos (entre las dos esposas Bach sumaba veinte hijos aunque no todos llegaron a edad adulta). Su última ciudad fue Leipzig en donde trabajaría como cantante y director de coros y orquestas en muchas iglesias de la zona y para las cuales escribía música semanalmente. Murió en esta ciudad con sesenta y cinco años de edad y casi ciego.

Bach no obtuvo durante su vida el reconocimiento que merecía, tal y como sucedió con otros grandes compositores de la historia. Tras una muerte discreta su cuerpo fue enterrado en un cementerio de Leipzig pero su tumba estuvo sin identificar casi 150 años. Por fin en 1894 su tumba es reconocida y trasladada a una iglesia de la ciudad. Pero durante la Segunda Guerra Mundial un bombardeo sobre la ciudad destruye dicha iglesia. Tras la Guerra, sus restos serían depositados en la iglesia de Santo Tomás donde permanecen hasta la actualidad.

 

Al igual que su cuerpo, su música también fue silenciada durante más de cincuenta años después de su muerte, pues se consideraba pasada de moda y anticuada. En 1829 Felix Mendelssohn representa en Berlín de manera espectacular La Pasión Según San Mateo recuperando de alguna forma el legado de Bach. Tiempo después se fundó la “Sociedad Bach” que comenzó a difundir la música del compositor alemán hasta hacerla popular. Hoy en día no puede entenderse la historia de la música sin Johann Sebastian Bach.

Su producción musical es vasta y abarca casi todas las áreas de la época. Compuso obras para orquesta (Oratorios), para cámara (Conciertos de Brandemburgo), para órgano (Preludios y fugas), para clavecín (El Clave bien Temperado), para chello (Suites), música vocal sacra (Misas) y secular, solo por nombrar algunas. Su primera música recuerda a la del compositor y organista alemán Dietrich Buxtehude hacia el cual mantenía un gran fervor.

En 1705 Bach decide ausentarse sin autorización de Arnstadt, la ciudad donde dirigía un coro, para visitar al organista Buxtehude. Para ello tuvo que andar a pie más de cuatrocientos kilómetros hasta la ciudad donde éste vivía. Allí permaneció varios meses aprendiendo su técnica y composición. A su regreso, Bach desanduvo de nuevo a pie los cuatrocientos kilómetros.

La música del último periodo de su vida, sin embargo, tiene un fuerte carácter personal, es increíblemente precisa, compleja, original, solemne y contrapuntística, una fuente inagotable de inspiración.

A pesar del olvido momentáneo que se produjo tras su muerte, la música de Bach ha influido indudablemente en muchos músicos que vinieron tras él. Grandes compositores hablaron de él y de su música en estos términos: “Es el padre original de la armonía” (Beethoven), “La música de Bach es algo que hay que aprender” (Mozart), “La música le debe tanto como la religión a su fundador” (Schuman), “Es el amado Dios de la música, a quien todos los compositores deberían elevar una oración antes de ponerse a trabajar” (Debussy), “Es el principio y el fin de toda la música” (Reger), “Inicialmente estaba Bach…, y entonces todos los otros” (P. Casals).

De los siete hijos que tuvo con su primera esposa solo sobrevivieron tres, de los cuales dos (Wilhelm Friedemann Bach y Carl Philipp Emanuel Bach) llegarían a ser grandes y afamados músicos (aunque no tanto como su padre). De su segundo matrimonio también saldrían dos músicos. Todavía habría varias generaciones más que continuarían la tradición musical.

En 1723, cuando Bach se trasladó a Leipzig, componía una nueva cantata para la misa de cada Domingo. Ensayaba con su coro los Lunes, Martes, Miércoles y Viernes. El Sábado ensayaban coro y orquesta, y el Domingo se estrenaba la cantata. Semana tras semana componía una nueva cantata para cada Domingo.

Bach compuso probablemente unas 300 cantatas, 200 de las cuales se han conservado hasta hoy. A pesar del número, tienen gran calidad e inspiración.

Tomemos dos obras para ilustrar la maestría de Bach; la primera es la famosa Tocata y Fuga en Re menor BWV 565,  esta fue y sigue siendo una de las obras más populares y fácilmente reconocibles de Bach. De hecho,  probablemente cualquier individuo la habrá escuchado varias veces a lo largo de su vida a través de la televisión, el cine para musicalizar escenas de terror o los videojuegos.

Esta breve pieza para órgano fue creada durante la juventud del músico, por lo que su partitura no está grabada con la fácilmente reconocible personalidad estética del compositor, como sucede con obras fruto de su posterior madurez creativa. Según explican sus contemporáneos,  Bach gustaba  de utilizar su Tocata y Fuga para poner a prueba los nuevos órganos que él examinaba en su calidad de maestro organista. Se creaba un auténtico “muro sonoro”. La partitura exprime enormemente la capacidad del órgano, por lo que Bach decía “veremos si este órgano respira bien” en el momento de “estrenar” un órgano de nueva construcción.

La segunda obra ejemplo es una cantata de una belleza incomparable, “Jesus bleibet meine Freude” BWV 147 (“Jesús, alegría de los hombres” o “Jesús sigue siendo mi alegría”, en su traducción literal), es una de las obras que más ha calado en la cultura popular, extendiendo su influencia fuera de la música barroca. “Jesús, alegría de los hombres” era parte de una cantata protestante más extensa y originalmente estaba escrita para un coro de cuatro voces (tenor, soprano, contralto y bajo) y orquesta, que interpreta la melodía principal. El secreto de esta “canción” justamente es esa melodía que al escucharla dan ganas de salir corriendo a una iglesia protestante y hacerse religioso para disfrutarla aún más.

 

Se trata de un pequeño himno que confiesa lo que Jesús significa en la vida del creyente: alegría, consuelo, fortaleza. El que canta desea tenerlo siempre delante de los ojos y en el corazón. No parece ser una plegaria litúrgica, el clima es claramente sentimental e intimista, muy acorde con la espiritualidad luterana.

Es el último movimiento de esta  preciosa cantata 147 de Johann Sebastian Bach nos dice :

 

“Jesús sigue siendo mi alegría
consuelo y bálsamo de mi corazón,
Jesús me defiende de toda pena,
Él es la fuerza de mi vida,
el gozo y el sol de mis ojos,
el tesoro y la delicia de mi alma;
por eso no quiero a Jesús
fuera de mi corazón y mi vista.”

 

Una hermosa letra con una hermosa música que cobra valor si se conoce la vida de Bach. Toda la letra y música son asombrosas pero este movimiento es muy significativo si meditamos que al momento de que la escribió había experimentado las tragedias de haber quedado huérfano de Padre y Madre a los nueve años, ya había perdido una esposa y 11 de sus hijos ya habían fallecido. Como colofón dramático había perdido la vista. Por todo lo anterior es asombroso que Bach aun siguiera pregonando su fe de modo tan intenso y su confianza en Dios a pesar de todo lo anterior.

Se le atribuye a Johann Sebastian Bach la siguiente frase: “el único propósito de la música debería ser la gloria de Dios y la recreación del espíritu humano”. Efectivamente su obra cumplió ese propósito, pero la magnitud de su aporte técnico a la música resulta trascendental. Su imagen ha sido utilizada en diversos formatos artísticos y de otra índole como pósters, caricaturas y postales. Se han emitido sellos postales y otros documentos filatélicos y numismáticos en numerosos países del mundo, en muchos casos para conmemorar los aniversarios de su nacimiento y muerte.

En Alemania durante el siglo XX muchas calles fueron nombradas en su honor. Además se erigieron estatuas y placas conmemorativas en diversos países del mundo, incluyendo a Alemania, Bélgica, Canadá, China, Finlandia, Francia, Países Bajos, Irlanda, España, Reino Unido y Estados Unidos.

Su música ha sido incluida en el Disco de Oro de las naves Voyager, una grabación fonográfica que contiene un amplio conjunto de imágenes, sonidos comunes, lenguajes y música de la Tierra, enviadas al espacio. El asteroide 1814 Bach, descubierto el 9 de octubre de 1931 por Karl Wilhelm Reinmuth, recibe su nombre en honor al compositor. Bach al final demostró que fue y será el “amado Dios de la música

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