Se le ocurrió a John el 14 de marzo de 1969 mientras él y Yoko iban en camino a visitar a la mujer que lo crió, la Tía Mimi. Y aunque no tuvo el valor de comunicarle la noticia a ella, sí lo tuvo, apenas salió de su casa, para presionar a su chofer Les Anthony y a Peter Brown, director de Apple, para que buscaran rápidamente un lugar en donde pudieran casarse.

Seis días después lo lograron. John y Yoko se casaron en Gibraltar en una ceremonia de tres minutos de duración en la cual John mantuvo la mano derecha en la bolsa de su pantalón mientras fumaba con la otra y Yoko se movía inquietamente.

Quien dude que Yoko Ono era el impulso de la relación y la mente fría que calculaba los impactos y predecía los beneficios, está en un error. Y fue ella (¿quién más?), precisamente, quien capitalizó la publicidad que la boda había recibido en varios eventos que la ahora pareja casada realizaría para servir a un propósito ya común: predicar la paz mundial y, de paso, reivindicarse ante la opinión pública. Ya no vivían en pecado, ¿correcto?

El primer bed-in (encamamiento es la mejor palabra que la autora de esta columna pudo pensar en español para describirlo) que John y Yoko llevaron a cabo fue su luna de miel. En lugar de viajar a una playa como cualquier pareja de recién desposados del mundo lo haría, el señor y la señora Lennon decidieron rentar la habitación 902, Suite Presidencial, del Hotel Ámsterdam Hilton el martes 25 de marzo e iniciar ahí un performance del cual sería testigo la prensa mundial.

“Estos tipos sudaban por entrar primero porque pensaban que estaríamos haciendo el amor en la cama, ¡John y Yoko desnudos teniendo sexo!”, declaró John posteriormente. Sin embargo lo que los reporteros del mundo encontraron fue a dos figuras inmaculadamente vestidas de blanco que parecían pacientes de un hospital y que daban mensajes casi papales.

Y si bien, la realidad es que ni John ni Yoko tenían un entendimiento claro de la política mundial y mucho menos de los procesos y conflictos bélicos, siete días consecutivos de repetir un mensaje básico los convirtieron en los iconos mundiales del movimiento antiguerra. Y de ahí ya no quisieron parar.

Durante los siguientes 56 días la pareja invirtió más en reforzar lo construido: dieron una conferencia de prensa en Viena a favor de la paz metidos en una enorme bolsa blanca de plástico -nadie sabía si eran realmente ellos los que hablaban-, enloquecieron al personal de Apple al ponerlos a desenterrar bellotas en los parques y jardines de Londres para enviárselas a los líderes y presidentes del mundo invitándolos a unirse al movimiento y hasta tuvieron tiempo de asistir a los Estudios Abbey Road para continuar con las grabaciones del álbum Abbey Road. También planearon llevar a cabo un segundo bed-in en los Estados Unidos (el país que SÍ estaba en guerra a diferencia de los europeos) pero la solicitud de visa de John fue rechazada por su detención por posesión de drogas de octubre de 1968.

Y como desistir no era su estilo, buscaron un lugar cercano a Estados Unidos a donde pudiera llegar la prensa de ese país y de otros y, así, recibir una mayor cobertura. Viajaron entonces al Hotel Sheraton Oceanus en Kingston, Bahamas, sólo para encontrar que el lugar no estaba tan cerca de los Estados Unidos como habían pensado y que una temperatura promedio de 28ºC no era la ideal para estar metidos en la cama en todo momento. Sin perder tiempo, volaron a Toronto desde donde se desplazaron a Montreal para iniciar su segundo bed-in, éste de ocho días de duración.

Rentaron las habitaciones 1738, 1740 y 1742 del Hotel Queen Elizabeth de Montreal y, como lo habían hecho en el primer bed-in, convocaron a todos los medios de comunicación.

Desde el lunes 26 de mayo hasta el lunes 2 de junio de 1969, John y Yoko predicaron la paz desde la cama. Durante este período, hablaron con un promedio de 150 reporteros por día y recibieron más de 350 llamadas de estaciones de radio de los Estados Unidos. Además, John pudo calmar una protesta de estudiantes en Berkeley, California, que demandaban que les dijera si debían enfrentarse a la policía.

Sin embargo, el legado más fuerte de los bed-ins fue, indudablemente, la grabación de una canción que John compuso en Montreal. Para poder grabarla en el cuarto de hotel se requirió de una grabadora portátil de 4 canales que se colocó junto a la cama. Además, un coro de 50 fans que hacían guardia en la entrada del Queen Elizabeth fueron invitados a participar. Estos se unieron a un grupo de celebridades que incluyeron a Petula Clark, Timothy Leary, Tommy Smothers, el publicista Derek Taylor, un sacerdote, un rabino y los representantes en Canadá del Templo Radha Krishna, entre otros.

Y mientras pedían una oportunidad para la paz, entre todos hicieron historia….

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