“…Let the games begin….”

The Hunger Games

 

Algo muy similar y por el estilo dijo aquel reprobable sujeto de gafas, gesto adusto, grosera y protuberante trompa, y una extraña pequeñez de presencia (a pesar de su 1.74 de estatura física), ante las mentadas de madre y rechiflas de desaprobación de una muchedumbre de más de 60,000 almas reunidas en el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, la cual estuvo ocupada por el ejército hacía apenas unos días antes.

Esa misma Ciudad Universitaria a la cual solía llevarnos Papito Elías los días domingos a correr por las islas y a echar patada futbolística en los jardines del costado de la Biblioteca, ideales para poner porterías y para pasar a un puesto de refrescos, donde aún podíamos saborear aparte de sidrales y cocas, sendos Titán, Gran Mister Q, Pep y Spur Cola para bajar la sed y comer los deliciosos sándwiches que preparaba mi adorada Mamá Judith. Todo este periplo llevaba previo el ritual de ir devotamente a misa en San Lorenzo (Allende esquina Belisario Domínguez, Centro) y a las paletas y nieves ubicadas a dos cuadras, en la esquina con el Callejón del 57, los cuales aún existen. La misma CU a la cual nos llevaron en septiembre de 1968 a ver los vehículos militares –pues ya no pudimos entrar a jugar, claro está-, vehículos que la versión de la verdad Disney- Poniatowska, genial frase de Marcelino Perelló por cierto, bautizó equivocadamente como tanquetas (tal cosa no existe, por supuesto) y que para todos los aficionados a los vehículos militares se denominan correctamente como carros ligeros blindados M8 y V150.

Esa misma Ciudad Universitaria que vió volar las palomas negras en recuerdo de los sucesos recientes de ese entonces, que vió los históricos puños con guantes negros en alto, y que el sábado 12 de octubre de 1968 se vistió de gala con la inauguración de las Olimpiadas, ante un público entre asustado, confundido, algunos valemadristas que nunca faltan y muchos que ya estaban hasta la madre de la tensión e incertidumbre que se vivieron en México ciudad capital, desde hacía tres meses a esa fecha, y que querían alejar su mente de ello y aplaudir las hazañas olímpicas de toda índole. Cabe mencionar que la ciudad se vió beneficiada de una manera casi insólita con las edificaciones deportivas y las manifestaciones culturales, artísticas y escultóricas que se brindaron a pasto para cumplir con los requisitos de infraestructura del COI. De verdad que con el diseño gráfico de comunicación de México 68, creación del talentoso Lance Wyman, mi ciudad parecía de primer mundo. Tan bien trabajó que también diseño la imagen del Sistema de Transporte Colectivo, que hoy conocemos simplemente como Metro.

El portal web BBC Mundo lo relata así, en una publicación reciente:

“Hace cinco décadas la Ciudad de México recibió a 5.516 deportistas de 112 países en la primera edición olímpica en un país hispanohablante y en una nación en vías de desarrollo.

 El país vivió un clima de tensión e incertidumbre debido a la masacre que ocurrió diez días antes de la inauguración en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, cuando el ejército reprimió con violencia una manifestación de estudiantes.

Según las cifras oficiales, murieron 30 personas, pero de acuerdo con organizaciones de derechos humanos fueron 300.

Por un momento se temió por la celebración de los juegos, pero con todas las miradas del mundo puestas en México se decidió seguir adelante con un evento deportivo que marcó un antes y un después en muchos aspectos del movimiento olímpico.”

Hoy te platico sobre algunos de los sucesos memorables de las Olimpiadas de 1968. Pero antes que eso, iniciemos recorrido musical con esta maravilla clásica, que tuvo sendos covers en México a cargo de Enrique Guzmán y de las sonorenses Las Robin; y en la lengua de Shakespeare, P.P. Arnold en Gran Bretaña, así como Juice Newton y más recientemente Shaggy en los Estados Unidos De América.

Angel of the Morning, Merilee Rush & The Turnabouts

 

  1. Rompiendo la barrera de los 10 segundos

En los juegos de México 1968 se rompieron 23 récords olímpicos, pero uno de los más memorables fue el del corredor de velocidad estadounidense James Hines.

Llegó a la final de los 100 metros planos a los 22 años e hizo historia al ser el primer hombre en lograr un registro oficial de menos de 10 segundos (9″95) en unos Juegos Olímpicos.

La hazaña generó cierta controversia debido a la altura sobre el nivel del mar que tiene la Ciudad de México.

Como el Comité Olímpico Internacional (COI) reconoce, la altura de más de 2.300 metros tuvo algo qué ver en las competencias de alto desempeño.

“Era una ventaja en los eventos que demandan un breve pero intenso esfuerzo (correr hasta 800 metros, saltar, lanzar, levantamiento de pesas, etc.), pero una desventaja para los esfuerzos que requerían más de dos minutos (correr a larga y media distancia, natación, ciclismo, etc.)”, dice el COI.

Sin embargo, todos los atletas competían bajo el mismo factor de la altura, por lo que no existía ventaja para nadie en particular.

Ennio Morricone es el autor de ésta maravilla que se ha vuelto emblemática de la musicalización de las cintas con temática Spaghetti Western; Montenegro tuvo también un gran éxito internacional con su hit de 1969 The Greatest Love.

The Good, The Bad and the Ugly, Hugo Montenegro

 

  1. El gran salto

Otro deportista que usó el hándicap de la altura a su favor fue el estadounidense Bob Beamon.

El hombre de 22 años llegaba como el favorito para la prueba del salto de longitud, y no solo no defraudó a sus seguidores sino que impuso el récord de 8,90 metros en su salto.

Como el mismo Beamon explicó, tardó más de 15 minutos en entender lo que acababa de hacer, pues entre lo que demoraron los jueces en validar el salto y su desconocimiento del sistema métrico no le dejaban claro cuál era su marca.

Finalmente se dio cuenta que había superado el récord anterior por casi medio metro y fue tanta su euforia que lo llevó a caer sobre sus rodillas sobre la pista.

Su marca perduró 22 años como récord mundial y todavía no ha podido ser superada en unas olimpiadas.

Los covers de ésta rola en México fueron casi tan populares como su original, y los más notables corrieron a cargo de Roberto Jordán, nativo de Los Mochis, Sinaloa, y de los Tijuanenses Rockin ‘Devils.

Simon Says, 1910 Fruitgum Co.

 

  1. El histórico encendido

Habían pasado 18 ediciones de las olimpiadas en las que únicamente hombres habían sido los encargados de encender el pebetero, el momento más esperado de todas las inauguraciones.

Pero eso cambió en México 1968, cuando en el Estadio Olímpico la joven corredora mexicana Enriqueta Basilio fue la primera mujer que encendió el pebetero de la historia olímpica.

La tarde de ese 12 de octubre, la joven de 20 años recibió la antorcha de un cadete militar y corrió por la pista y la escalinata hacia lo más alto de la tribuna este del estadio con 100.000 espectadores.

Entonces llegó el momento culminante: presentó la antorcha al público y a continuación realizó el encendido estirando el brazo sobre el pebetero.

Basilio participaba en la prueba de relevos de los 400 metros planos y en la carrera de 80 metros con obstáculos.

Pese a que no pudo acceder a las finales, su nombre quedó grabado en los libros del olimpismo por su histórico encendido. En noticias nacionales, también los Rockin ‘Devils gozaron de enorme popularidad en esos días con su cover en español a la melodía de origen ruso, que puede traducirse como “Qué tiempo tan feliz”

Those Were The Days, Mary Hopkin

 

  1. Televisión e Innovaciones

Los juegos de México también marcaron precedente en el uso de innovaciones tecnológicas hasta el punto que fueron las primeras que se transmitieron por televisión vía satélite a todo el mundo.

En algunas de las 20 competencias deportivas también se implementaron dispositivos que hicieron más transparentes los resultados de los Juegos Olímpicos.

En atletismo, ciclismo, remo, canotaje, natación y competencias ecuestres por primera vez el tiempo oficial fue el del sistema electrónico, y ya no el medido manualmente.

En la natación se usaron paneles táctiles que registraban los tiempos intermedios y finales de los competidores con mejor exactitud que en las ediciones olímpicas anteriores.

En el atletismo se implementó el recurso del cronógrafo fotográfico, la imagen que captaba una cámara en la meta y que permitía ver quién había cruzado primero así fuera por una centésima de segundo.

También fue la primera vez que los atletas corrieron por la pista sintética de tartán, pues el atletismo en los juegos anteriores se desarrollaba en las pistas hechas a base de una combinación de ceniza y tierra.

Una breve e intensa reseña de Eric Burdon al festival de 1967, menciona a algunos de los artistas que engalanaron la tarima, entre ellos: The Byrds, Jefferson Airplane, Ravi Shankar, The Who, Hugh Masekela y The Grateful Dead, con una mención que será mejor transcribir a la letra, “Jimi Hendrix baby believe me, set the world on fire”, y tenía razón.

Monterey, Eric Burdon & The Animals

https://youtu.be/w15zxDrIIP4

 

  1. Pruebas de dopaje y género

Sobre este tipo de controles, justamente en la edición olímpica de México 1968 fue la primera ocasión en la que los competidores fueron sometidos a pruebas antidopaje para detectar el consumo de substancias prohibidas.

El sueco Hans-Gunnar Liljenwall fue el primer sancionado, pues dio positivo a la prueba de alcohol, según el Comité Olímpico Sueco, y la medalla de bronce que ganó su equipo en pentatlón moderno tuvo que ser devuelta.

También en esos juegos se hicieron las hasta entonces inéditas pruebas de género para verificar el sexo de los competidores.

Mientras tanto, un lobo estepario andaba suelto, creando Hit tras Hit, cada uno de mayor calidad que el anterior. Los fans de Star Trek no me dejarán mentir, cuando mencione que, con ésta canción de fondo,  Zephram Cochrane efectuó in the year 2069, el primer viaje a velocidad warp (transluz) de la historia.

Magic Carpet Ride, Steppenwolf

https://www.youtube.com/watch?v=JqlgfGK9I38&feature=youtu.be

Se quedan también para el imaginario popular las historias de La Novia de las Olimpiadas, la Checoeslovaca Vera Chavslaska, quien vino a competir a los juegos y hasta se casó en México; También nuestra inesperada medalla de oro en natación, a cargo del puberto Felipe El Tibio Muñoz, quien hizo llegar al éxtasis olímpico a narradores, asistentes a la Alberca Olímpica (de División del Norte esquina con Río Churubusco, hoy Circuito Interior) y público televidente en todo el mundo, en vivo y a todo color- cabe mencionar que la familia Brito Flores andábamos en Puebla y vivimos esa hazaña en un televisor Philco del año del caldo, con gabinete incluido- y en donde lo interesante de la historia radica en, que cuando Felipe saluda de mano y recibe felicitaciones del Presidente Díaz Ordaz, al joven sólo se le ocurre comentar un “muchas gracias señor presidente, por cierto, ¿qué feo estuvo lo de Tlatelolco, verdad?” ante la mirada de fuego de sus padres y la condescendencia del antropoide, quien reaccionó tragando grueso, mesándole los cabellos al chamaco y diciéndole un lacónico mensaje: “ así es , Tibio. Sí estuvo muy feo, pero cuando tengas mi edad, lo comprenderás” abandonando intempestivamente la ceremonia de premiación. Esto de la inteligencia emocional no se le daba al impresentable primer mandatario en 1968.

Y sí, al final se salió con la suya, y los juegos olímpicos se llevaron a cabo, for better or for worse.

Con información y textos del portal BBC Mundo, y los inevitables comentarios de un servidor.

¡Hasta la próxima entrega amigos!

“…hasta donde sea necesario llegar, llegaremos…”

Amenaza de GDO durante el informe presidencial de 1968

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