Paul McCartney comenzaba de muy buena manera la década de los ochentas. Inició con el lanzamiento del álbum McCartney II en 1980, dos años después editó Tug of War y al siguiente lanzó Pipes of Peace, obras a las cuales les fue bien con la crítica y el público en general. En 1984 el ex beatle se aventuró a escribir y a producir un ambicioso proyecto fílmico, nos referimos a la película Give My Regards To Broad Street, cinta de la que se esperaba mucho y al final resultó una realización completamente fallida.

El rodaje arrancó en noviembre de 1982; la labor de dirección le fue asignada a Peter Webb, el cual hasta ese instante había trabajado como director en episodios de programas televisivos como Whose Baby?( 1973), Shadows (1976), The Tomorrow People (1978) y The Sooty Show (1978), pero en cine realmente no tenía la experiencia y quizá tampoco el peso necesario para poder contradecir las ideas de un guión mal estructurado por parte de McCartney quien además de escribir la historia, él llevaba el papel principal de la misma. Para conformar el reparto de la cinta, se llamó al actor Bryan Brown (al que después veríamos en Cocktail de 1988, al lado de Tom Cruise), a la comediante Tracey Ullman (quien años después tendría su exitoso programa de variedades de donde saldrían The Simpsons), al experimentado histrión Ralph Richardson y para complementar la plantilla se llamó a Ringo Starr y a su esposa Barbara Bach, Linda McCartney y al actor Ian Hastings.

La trama de la película gira en torno al momento en que a Paul McCartney le avisan del extravío de unas cintas de grabación, que le fueron encargadas a un ex convicto (interpretado por Hastings), quien desapareció súbitamente y temen que éste haya decidido volver a las andadas y robarlas para vendérselas a los piratas. Sumado a esto, le anuncian a Paul que sólo tienen todo ese día para encontrarlas y no poner en peligro a la compañía quien está amenazada por un malvado empresario, por lo que McCartney realizará toda una odisea mágico-musical y detectivesca para hallarlas y resolver la crisis en la que están metidos.

Así como en su momento el primer filme de The Beatles, A Hard Day´s Night (1964), se suponía que era un día común y corriente en la vida del grupo, adornado con secuencias graciosas y grandes canciones, todo dirigido con maestría por Richard Lester, Give My Regards To Broad Street falla al presentarnos una jornada del ex beatle en la que se le presenta un conflicto serio, con escenas inconexas mezcladas con videoclips que sólo interrumpen la historia, la cual por cierto, se vuelve predecible. Paul McCartney nunca aterriza su historia y cuando más o menos comienza a hacerlo la envuelve de situaciones vanas, como aquellas filmaciones de videos musicales o el largo ensayo en el estudio, que rompen con el conflicto que nos mostraba en un principio. Ningún personaje tiene peso en la historia, ni el mismo McCartney que desde un principio se diluye y no sabemos si está viviendo una situación cómica o melodramática. Por momentos sobreactúa y en otros se ve desganado.

Cuando el filme fue estrenado en Estados Unidos el 23 de octubre de 1984, el desaparecido y prestigiado crítico de cine estadounidense Roger Ebert comenzó su reseña diciendo: “Es usual ver una película y comprar el disco de la banda sonora, pero con Give My Regards To Broad Street, podemos saltarnos el primer paso e irnos directo a comprar el álbum”. Ebert señala que los largos interludios musicales en la película carecen de significado alguno, como aquel en donde vemos a McCartney y a sus amigos en un picnic victoriano adornado con una nueva versión de Eleanor Rigby. Finalmente el crítico afirma que lo único de valor es la música y ver a Paul y a Ringo tocando juntos en un estudio, en donde podemos apreciar también la presencia de George Martin, son los momentos mejor realizados de esta “no película”.

En el plano musical, ese del que Roger Ebert menciona que es lo único que vale la pena en el filme, la obra cuenta con canciones en ese momento nuevas (No More Lonely Nights, No Values, Not Such a Bad Boy), clásicos de The Beatles (esas bellas interpretaciones de Yesterday, Here There and Everywhere, For No One, Eleanor Rigby, The Long and Winding Road) y de Wings (Silly Love Songs, Band on The Run), así como éxitos de sus dos álbumes previos (Ballroom Dancing, So Bad, Wanderlust). Pero la mayoría de los temas musicales están editados como escenas independientes a la obra, no hay una correlación entre la trama y ellos, lo cual los hace intrascendentes dentro de la película.

Quizá  Give My Regards to Broad Street jamás sea una referencia a las grandes obras de la cinematografía mundial, ni siquiera podemos afirmar que es un desastre tipo Magical Mystery Tour (1967) porque el filme de Peter Webb es tan anodino que ni siquiera merece comparación alguna; lo único cierto es que podemos verla como una obra que nos deleitará el oído y al final nos confortará saber que Paul McCartney ya no actuará más allá de los cuatro minutos que duran sus videoclips.

Como dato curioso, la película derivó en un video juego de 8 bits para las computadoras Commodore 64 y la Sinclair ZX Spectrum, desarrollado por la compañía Argos Press Software bajo la licencia de la 20th Century Fox y de MPL Communications, este juego al igual que la película nos presentaba una situación sencilla. Podíamos jugar con un carrito, en donde viajaba el propio Paul, el cual salía de los estudios de Abbey Road y tenía que recorrer varios lugares de Londres para encontrarse con diferentes personajes y completar misiones, por supuesto sin estrellar el vehículo porque al hacerlo nos regresaba al punto de inicio. Una vez logrado el objetivo sonaba el tema de No More Lonely Nights. Al igual que el filme de Give My Regards To Broad Street, el video juego tampoco fue un éxito.

 

 

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